viernes, 25 de diciembre de 2015

dulces recuerdos

"Una mañana de fines de noviembre. Un amanecer de invierno, hace más de veinte años. La cocina de una vieja casa espaciosa, en una aldea. Constituye su rasgo principal una gran estufa negra; pero hay también una gran mesa redonda y una chimenea con dos mecedoras colocadas ante ella. Aquel día comenzaba en la chimenea el rugir invernal.
Una mujer de pelo corto y canoso está de pie ante la ventana de la cocina. Lleva zapatos de tenis y un informe suéter gris sobre un vestido de algodón veraniego. Es pequeña  y vivaracha como una gallinita de Bantam; pero, debido a una larga enfermedad de la infancia, sus hombros son lastimosamente gibosos. Su rostro es notable...., parecido al de Lincoln, así de áspero, curtido por el sol y el viento; pero también es delicado, de finos trazos, y sus ojos son tímidos, color de cereza.
- ¡Oh madre mía! exclama, empañando el vidrio de la ventana con su aliento -, Llegó el tiempo de los pasteles de frutas!
La persona a quien habla soy yo. Tengo siete años; ella, sesenta y tantos.  Somos primos, muy distantes, y hemos vivido juntos...., bueno, desde que yo puedo recordar. Viven en la casa otras personas, parientes; y aunque tienen poder sobre nosotros, y con frecuencia nos hacen llorar, en general no advertimos mucho su existencia. Somos el mejor amigo uno de otro. Me llama Buddy, en recuerdo de un muchacho que fue antes su mejor amigo. El otro Buddy murió en 1880 y tantos, cuando ella era todavía una niña. Ahora es todavía una niña."

Recuerdo navideño - Truman Capote

viernes, 18 de diciembre de 2015

ignorancia peligrosa

"El jefe del pueblo, un hombre de cincuenta años, estaba sentado con las piernas cruzadas en medio de la estancia, cerca del carbón que ardía en un hogar excavado en la propia tierra; inspeccionaba mi violín. En el equipaje de los dos "muchachos de ciudad" que éramos para él Luo y yo, era el único objeto del que parecía emanar cierto sabor extranjero, un olor a civilización capaz de despertar las sospechas de los aldeanos.
Un campesino se acercó con la lámpara de petróleo para facilitar la identificación del objeto. El jefe levantó verticalmente el violín y examinó las negras efes de la caja, como un aduanero minucioso que buscara droga. Advertí tres gotas de sangre en su ojo izquierdo, una grande y dos pequeñas, todas del mismo color rojo vivo.
Luego, alzó el instrumento a la altura de sus ojos y lo sacudió con frenesí, como si aguardara que algo cayese del fondo oscuro de la caja de resonancia. Tuve la impresión de que las cuerdas iban a romperse de pronto y los puentes, a saltar en pedazos.
Casi toda la aldea estaba allí, bajo el tejado de aquella casa sobre pilotes perdida en la cima de la montaña.
Hombres, mujeres y niños rebullían en su interior, se agarraban a las ventanas, se apretujaban ante la puerta. Como nada caía del instrumento, el jefe aproximó la nariz al agujero negro y lo olisqueó un buen rato. Varios pelos gruesos, largos y sucios que sobresalían del orificio izquierdo comenzaron a temblequear. Y seguían sin aparecer nuevos indicios.
Hizo correr sus callosos dedos por una cuerda, luego por otra... La resonancia de un sonido dejó petrificada, a la multitud, como si aquella vibración la forzara a una actitud casi respetuosa.
- Es un juguete - dijo el jefe con solemnidad.
El veredicto nos dejó, a Luo y a mí mudos. Intercambiamos una mirada furtiva, aunque inquieta. Me pregunté como iba a acabar aquello.
Un campesino tomó el "juguete" de las manos del jefe, martilló con el puño el dorso de la caja y luego lo pasó a otro. Durante un rato mi violín circuló entre la multitud. Nadie se ocupaba de nosotros, los dos muchachos de ciudad, frágiles, delgados, fatigados y ridículos. Habíamos caminado todo el día por la montaña y nuestras ropas, nuestros rostros y nuestros cabellos estaban cubiertos de barro. Parecíamos dos soldaditos reaccionarios de una película de propaganda, capturados por una horda de campesinos comunistas tras una batalla perdida.
- Un juguete de imbéciles- dijo una mujer con  voz ronca.
- No - rectificó el jefe -. un juguete burgués, llegado de la ciudad.
Me invadió el frío pese a la gran hoguera en el centro de la estancia. Escuché al jefe añadir.
- ¡Hay que quemarlo!
La orden provocó de inmediato una viva reacción en la muchedumbre. Todo el mundo hablaba, gritaba, se empujaba:  cada cual intentaba apoderarse del "juguete" para tener el placer de arrojarlo al fuego con sus propias manos."

Balzac y la joven costurera china  - Sijie Dai



viernes, 11 de diciembre de 2015

muertes espectaculares

"Era un mediodía singularmente cálido aquel fatal mediodía, y Fray Junípero
no tuvo más remedio que detener sus pasos monte arriba, para enjugarse  la frente  y
contemplar la pantalla de nevados picachos en la lejanía, de donde su mirada vino a
recaer  en  el  hondo  desfiladero  que  se  abría  a  sus  pies,  sombreado  por el oscuro
plumaje  de  sus  verdes  árboles  y  sus  pájaros  verdes,  y  cruzado  por  su  escala  de
mimbres.  El  corazón  de  Fray  Junípero  desbordaba  de serena  alegría.  Su  campaña
evangelizadora marchaba viento en popa. Ya había conseguido restablecer el culto en
algunas  capillitas  abandonadas,  y  los  indios  acudían a  la  misa  del  alba  y  suspiraban
dulcemente  en  la  espera  y  el  ansia  del  milagro  como si  sus  corazones  fueran  a
romperse. Bien fuese obra del aire puro de las nieves eternas, bien del recuerdo fugaz de  los 
laudes  del poverello, que  le  obligó a   levantar  los  ojos  hacia  las  montañas
hermanas, el caso es que Fray Junípero se sentía en paz consigo mismo. Y su mirada,
recorriendo  el  contorno,  se  posaba  en  aquel  instante  sobre  el  puente,  cuando,  de
pronto,  un  chasquido  vibrante llenó el aire,  como  cuando   la  cuerda de  un  instrumento 
musical   salta  en  una  habitación vacía,   y vio partirse el puente y lanzar cinco hormigas
gesticulantes al abismo que estaba bajo él.
Cualquier otro habríase dicho, con un secreto regocijo: «¡Diez minutos más, y yo
también...!» Pero el pensamiento que acosó a Fray Junípero fue otro: «¿Por qué habrá
ocurrido esto a estas cinco personas?»   Pues, si es cierto que el universo obedece a un
plan determinado y la vida humana se halla sujeta a una norma, no cabe duda de que
ambos  podrían  discernirse,  misteriosamente  latentes, en  estas  vidas  tan  de  súbito
cortadas.  O  bien  vivimos  y  morimos  por  un  azar, o  bien  morimos  y  vivimos  de acuerdo 
a un plan. Y en aquel mismo instante decidió Fray Junípero investigar la vida
oculta   de   aquellas   cinco   personas   que   en esos momentos caían por el aire, y de
sorprender la razón por la cual se las había sacado de la existencia."

El puente de San Luis Rey - Thornton Wilder




viernes, 4 de diciembre de 2015

esperanza y realidad

"El viaje de la esperanza... palabras residuales, entre las muchas que se sedimentan en el fondo de un día. Las he leído en la farmacia, en un tarro de cristal junto a la caja, tenía la ranura para meter las monedas y la fotografía del niño pegada con cinta adhesiva, uno de aquellos que hay que llevar lejos para que puedan operarle, un viaje de esperanza, eso es.  Doy vueltas sobre la almohada, entre resoplidos. Observo el cuerpo de Giuliano, inmóvil, pesado.  Duerme como siempre, boca arriba, con el pecho desnudo.  De vez en cuando lanza un pequeño gruñido, como una bestia calma que espantara mosquitos.
Esperanza, pienso en esta palabra que cobra forma en la oscuridad.  Tiene la cara de una mujer un poco abatida, de aquellas que arrastran su derrota y sin embargo logran salir adelante con dignidad.  Mi cara, quizás la de una muchacha envejecida, detenida en el tiempo, por fidelidad, por temor.
Salgo al balcón, veo lo de siempre. El edificio que hay frente al nuestro, las persianas entornadas.  El bar con el letrero apagado.  Es el silencio de la ciudad, polvo de ruidos lejanos. Roma duerme.  Duerme su fiesta, su pantano. Duerme la periferia.  Duerme el Papa, sus zapatos rojos están vacíos."

La palabra más hermosa - Margaret Mazzantini



viernes, 27 de noviembre de 2015

buscar adentro

Los poetas sostienen que recobramos por
un momento lo que fuimos en otro tiempo al entrar de
nuevo en tal casa, en tal jardín donde vivimos de jóvenes.
Son peregrinaciones muy arriesgadas y tras las cuales
se cosechan tantas decepciones como éxitos.
Los lugares fijos, contemporáneos de años distintos,
más bien debemos buscarlos en nosotros mismos.
Lo desconocido en la vida de los seres humanos
es como lo desconocido en la naturaleza, que cada
descubrimiento científico hace retroceder pero no anula.

En busca del tiempo perdido .- Marcel Proust




viernes, 20 de noviembre de 2015

convicciones odiosas

"Finalmente, nos dirigimos a nuestra casa, situada en un edificio grande de varias plantas, cerca de una plaza donde hay una parada de tranvías. Una vez en casa, mi madrastra se dio cuenta de que no habíamos recogido nuestra ración de pan. Tuve que regresar a la panadería. Esperé fuera hasta que llegó mi turno y luego entré en la tienda. La panadera, una mujer rubia y tetuda, cortaba el pedazo de pan que correspondía a cada ración y luego su marido lo pesaba. No me devolvió el saludo. Era sabido en el barrio que no le caían bien los judíos; por eso también nuestra ración de pan pesaba siempre algo menos de lo que nos correspondía. Según se decía, de esta forma él se quedaba con una parte del pan racionado. De alguna mirada, quizá por su mirada airada y sus movimientos decididos, comprendí las razones de su animadversión hacia los judíos; si hubiera sentido simpatía por ellos, habría tenido la desagradabel sensación de estar engañándolos. Por lo tanto, actuaba por convicción, guiado por la justicia y la verdad que emanan de unos ideales, lo cual era completamente diferente."

Sin destino - Imre Kertész


viernes, 13 de noviembre de 2015

blessed discontent

"Monterrey had changed, and so had Cannery Row and its denizens. As Mack said, "The tum-tum changes, giving place to new. And God tum-tums himself in many ways"
Doc was changing in spite of himself, in spite of the prayers of his friends, in spite of his own knowledge. And why not? Men do change, and change comes like a little wind that ruffles the curtains at dawn, and it comes like the stealthy perfume of wildflowers hidden in the grass. Change may be announced by a small ache, so that you think you´re catching cold. Or  may even take the form of a hunger that peanuts will not satisfy. Isn´t overeating said to be one of the strongest symtomps of discontent? And isn´t discontent the lever of change? "

Sweet Thursday - John Steinbeck


viernes, 6 de noviembre de 2015

la dicha de ser mujer

"Se procedía al entierro del teniente general Sapupirin. Hacia la casa del difunto, donde retumbaba la música y resonaban las voces de mando, acudía corriendo, desde todos lados, un tropel de gente que deseaba contemplar el féretro. En uno de aquellos grupos apresurados se encontraban los funcionarios Probkin y Svistkov. Ambos iban acompañados de sus mujeres.
- No se puede pasar - les dijo, deteniéndoles, un agente de Policía de rostro simpático y bondadoso, cuando llegaron al cordón formado por los guardias-. ¡No se puede! Les ruego señores que retrocedan. ¡Señores....no depende de nosotros! ¡Les ruego que retrocedan! Las señoras sí pueden acercarse. ¡Sírvanse pasar, mesdames!... Pero ustedes. ¡Por amor de Dios!
Las esposas de Probkin y de Svistkov, ruborizándose ante la inesperada amabilidad de la policía, se deslizaron por entre el cordón formado por los guardias, mientras sus maridos quedaban al otro lado de la muralla viviente disponiéndose a contemplar con atención las espaldas de aquellos guardianes del orden de a pie y de a caballo.
-¡Se colaron! -dijo Probkin con envidia y hasta casi con odio, viendo alejarse a las damas- ¡Qué suerte tienen los moños! ¡El género masculino no tiene nunca los privilegios que tiene el femenino!... Y después de todo, ¿qué hay en ellas de particular? A unas mujeres de lo más corrientes, llenas de prejuicios... , se las deja pasar...y a nosotros, que somos consejeros civiles, no se nos deja...
.Qué manera tan particular de razonar- dijo el policía, mirando a Probkin con aire de reproche-, ¡Si a ustedes se les deja pasar, empezarían a empujar a la gente y a armar barullo, mientras que una dama, por su delicadeza, no se permitiría nunca una cosa semejante!
-¡Sobre eso habría mucho que decir!  -se enfadó Probkin- Una dama entre la gente siempre es la primera que empuja!! El hombre está quieto y mira a un sitio nada más, pero la dama ahueca los brazos y reparte empujones para que no le arrugen el vestido. ¡Eso está fuera de duda! ¡El género femenino es siempre afortunado en todo! ¡A las mujeres no se las llevan de reclutas! ¡En los bailes no pagan, y están extentas de castigo corporal! ¿Y por qué méritos?, se pregunta uno...Que la señorita deja caer un pañuelo..., ¡tienes que recogérselo!. Cuando entra has de levantarte y dejarle la silla. Cuando se marcha, deber acompañarla...¡Y si nos ponemos a hablar de categorías!..."

La suerte femenina - Antón Chéjov


viernes, 30 de octubre de 2015

una fórmula de relajamiento

""Ya está arreglado", dijo tirando fuertemente de los nudos que había hecho, para probarlos. "Es un flamenco doble", dijo; le miré sin comprender. "Un flamenco doble" repitió. Ve usted, sirve también para los anzuelos. Cogió entonces un trozo de cuerda, sujetó uno de sus extremos y lo introdujo tres o cuatro veces en sí mismo hasta convertirlo en el eje de una espiral cuyas lazadas se hacían nudos dando un tirón. "En realidad -continuó- sólo es una variante del nudo doble de galera, y, en todo caso, enlazado o no, es preferible al del carpintero", y mientras hacía esta aclaración le daba rápidas vueltas y lo entrelazaba. Me sentí mareado. "Quien es capaz de hacer estos nudos en un santiamén ha alcanzado la perfección y puede echarse a dormir. Lo digo de veras, puede echarse a dormir, porque esto de los nudos es como el yoga, quizá el mejor de todos los sistemas de relajamiento. Se aprende practicando una y otra vez, primeramente en casa, no en el mar, en la tranquilidad del hogar, en los días lluviosos de invierno, y preferiblemente cuando uno tiene dificultades o está preocupado. No puede usted imaginarse cuántas veces he hallado de ese modo respuestas a problemas que me atosigaban".

La cerca de cactus - Walter Benjamin


viernes, 23 de octubre de 2015

cuando ya no hay preguntas sin contestar

"-¡Cuál es tu mayor felicidad? - le pregunto a un hombre  a quien amo. Estamos en la nueva casa de verano. Cae la lluvia de un cielo gris y sombrío. Yo me había imaginado que caminábamos los dos desnudos y morenos y hermosos al sol descubriendo cosas nuevas el uno del otro.
- ¿Mi felicidad? -contesta él, y levanta la vista de lo que está leyendo. No sabe en qué estoy pensando. Quizás tiene miedo de no decir lo que yo espero oír.
- Mi felicidad creo que se produce cuando trabajo con el sudor de mi frente todo el día en algo duro. Cuando he tenido que usar todo mi cuerpo cuando me he agotado y me duelen todos los músculos, y entonces finalmente termino. Entro y me siento. Descanso sabiendo que he cumplido con lo que me proponía hacer. Reposo con la alegría de un trabajo bien hecho.
Él no pregunta qué es mi felicidad. Pero al día siguiente yo lo sé. Hemos disfrutado de una espléndida comida. Alaba los platos y repite varias veces. Nos acostamos en la cama sintiéndonos muy unidos. Saciados de ternura. Ya no sentimos miedo, ni hay preguntas sin contestar entre nosotros. Sólo un tierno placer en el cuerpo del otro y en sus manos y su rostro y su expresión. Estoy con él, de la única manera en la que realmente vivo.
Cuando me despierto, aún hay luz afuera y él ha salido. Voy descalza al cuarto de estar, aún cálida y feliz, plena de él,  y veo que ha encendido la chimenea. En la cocina encuentro café que ha puesto sobre el hornillo para mí, y una taza al lado.
No llevo nada sobre el cuerpo cuando salgo al jardín.
Llueve aún y los dedos de mis pies se deslizan dentro de la tierra húmeda y fragante. Y entonces le veo junto al garaje cortando leña que yo tenga suficiente para el invierno. Ha hecho un tajo donde cortarla y ha comprado un hacha para la casa. No sé en lo que estará pensando. De pronto, recuerdo que está en plena felicidad.
Y yo vuelvo a entrar y siento mi felicidad que me fluye por todo el cuerpo."

Senderos - Liv Ullman


miércoles, 21 de octubre de 2015

acordes que encienden llamas

"El regimiento de caballería de N*** , que estaba de maniobras, se detuvo a hacer noche en la pequeña ciudad de K**.
Un hecho de tal magnitud como el que los señores militares pernocten en determinado lugar, actúa siempre sobre los habitantes de éste con una fuerza excitante e inspiradora. Ni los comerciantes que sueñan con dar salida a un viejo y mohoso salchichón y a unas sardinas de la mejor clase, que descansan hace ya diez años en las estanterías, ni los taberneros, ni demás industriales, cierran sus establecimientos, en toda la noche. El jefe militar, el ayudante y la guarnición de la localidad visten sus mejores uniformes. La Policía va de aquí para allá como atontada, ¡y en cuanto a las damas!...¡El diablo sabe lo que les pasa!
Las damas de la ciudad de K***, al oír que se acercaba el regimiento, abandonaron las calientes cacerolas en las que cocían sus mermeladas y salieron corriendo a la calle. Olvidadas de su deshabillé y aspecto desarreglado, jadeantes o suspenso el aliento, se apresuraron a salir al encuentro del regimiento, al tiempo que escuchaban con avidez los acordes de la marcha militar. Mirando sus pálidos e inspirados rostros, podía pensarse que aquellos sonidos que traía el aire no procedían de las trompetas de los soldados, sino del cielo.
- ¡El regimiento! -decían alegres-. ¡Viene el regimiento!
¿Qué podría importarles, en verdad, un regimiento arribado por puro azar y que a la mañana siguiente había de marcharse otra vez?."

El marido - Antón Chéjov


lunes, 19 de octubre de 2015

una comprensión indefinida

"Tres años después de que se conocieron, nací yo, el primer hijo de mi padre, el último para mi madre. Debieron estar muy ansiosos. Mi padre sólo quería un varón; le aterraba la idea de tener una niña. En una época en que no se anticipaba el sexo de los fetos, no pudo saber qué género tendría hasta el día del parto. Envilecido por la incertidumbre, ni siquiera fue a la maternidad; mandó a un auxiliar para que corriera a informarle. Y cuando el muchacho volvió con la novedad, lo despidió a palmotazos, cerró la casa y se fue al hospital. Y después, probablemente, de juerga.
No sé que pasó en esos días de gloria. Los hijos no tenemos la capacidad para comprender las alegrías de la paternidad. Incluso cuando nosotros mismos somos padres, tendemos a considerar esa experiencia de manera tan exclusiva, que no llega a conectarse con lo que fue para otros nuestra aparición sobre el planeta, esa expulsión del paraíso que lanza a un bebé de bruces sobre nuestro mundo que invariablemente resultará más salvaje que la muy aparente protección uterina. Los hijos somos un milagro de indiferencia."

Historia de mi madre muerta - Ascanio Cavallo




viernes, 16 de octubre de 2015

el pasado se devela

"Había estado observando a la mujer todo el tiempo, mientras ésta, de espaldas, se concentraba en las tareas del hogar. Había visto su fragilidad y sus uñas ennegrecidas, la piel bronceada y arrugada como la corteza de un árbol, bajo la cual se distinguían claramente las venas azuladas. Había buscado algo familiar en ella, pero la anciana que se afanaba en aquella cocina no se parecía en nada a la chica de la fotografía, menos aún a la abuela, así que Zara se había concentrado en observar la casa. Cuando Aliide no la veía, aprovechó para tocar la tijera de esquilar que colgaba de la pared y una llave grande y oxidada. ¿Sería del establo? Colgaba de la pared de la habitación, justo al lado de la estufa, cuando la abuela vivía allí. Encima del marco de la puerta había un diente de madera de un rastrillo fabricado por el padre de la abuela. Había un mueble que se utilizaba para el aseo, y un perchero negro del que ahora colgaba las chaquetas de Aliide.  ¿Sería en ese armario donde la abuela había guardado su ajuar bien doblado? Allí estaba la estufa a la que la abuela se arrimaba cuando tenía frío, y por detrás del armario habían metido una rueca. ¿Sería con la que hilaba? Allí estaba la lanzadera de su abuela, aquí el pedal y el huso.
Cuando Zara fue a buscar unos tarros de cristal vacíos a la despensa, se topó con un cuenco de madera tras el recipiente de enfriar leche. Lo había tocado y olisqueado. En los bordes del cuenco había algo áspero al tacto. Era levadura de centeno ¿Sería parte de la que su abuela había usado para hacer pan? Dos días y medio, le había explicado ésta. La masa tenía que reposar y fermentar dos días y medio en la habitación de atrás, bajo un paño, a fin de que estuviese lista para amasar. Entonces, el olor del pan se extendía por toda la habitación trasera y al tercer día empezaban a amasar. Amasaban con la frente perlada de sudor, dándole vueltas y vueltas. Aquella misma masa reseca y cubierta de polvo que probablemente no se había usado en décadas, esa misma levadura, la habían amasado las manos jóvenes de la abuela cuando el abuelo y ella vivían allí felices. A la que amasaba había que acercarle de vez en cuando agua para que se mojase las manos. Calentaban el horno con leña de abedul, y más tarde metían dentro un cuenco con carne salada, la grasa se derretía chisporroteando y mojaba en ella el pan recién hecho. ¡Ese sabor! ¡Ese olor! ¡El centeno de su propio campo! Todo aquello le parecía extraño y triste, y el cuenco de madera se le antojó de repente algo muy cercano, como si hubiese tocado la mano de su abuela joven. ¿Cómo había sido aquella mano juvenil? ¿Se acordaría de ponerse cada noche grasa de ganso? Zara había querido curiosear también en el jardín, se había ofrecido a sacar agua del pozo, pero la anciana le había dicho que mojor se quedase dentro. Tenía razón pero, aún así, Zara tenía ganas de salir. Quería dar una vuelta alrededor de la casa, ver todos aquellos sitios, oler la tierra y la hierba, llegarse hsta el cobertizo y mirar por debajo................
Zara quería ver si el árbol de manzanas de la abuela aún estaba en pie, si era el más cercano al cobertizo. Al lado del manzano blanco tendría que haber otro de manzanas ácidas que a lo mejor reconocía, aunque nunca las hubiera probado. Y quería ver la pavía y el ciruelo y las piedras que se erguían en medio del terreno detrás del cobertizo, allí donde había serpientes, que a la abuela le daban miedo, pero donde también había moras y por eso siempre iba. Y las alcaraveas, ¿las tendría Aliide aún en el mismo lugar?"

Purga - Sofi Oksanen



martes, 13 de octubre de 2015

en nombre de la razón se produce confusión

"Comprenderá usted ahora lo que quiero decir cuando sostengo que si la carta robada hubiese estado escondida en cualquier parte dentro de los límites de la investigación del prefecto hubiera sido descubierta sin la más mínima duda. Pero nuestro funcionario ha sido mistificado por completo, y la remota fuente de su derrota yace en su suposición de que el ministro es un loco porque ha logrado renombre como poeta. Todos los locos son poetas en el pensamiento del prefecto, de donde cabe considerarlo culpable de un non distributio medii por inferir de lo anterior que todos los poetas son locos y esto es lo que el jefe de policía percibe. Y él es sencillamente culpable de un non distributio medii al deducir, en consecuencia, que todos los poetas están chiflados.

—¿Pero se trata realmente del poeta? —pregunté—. Sé que D… tiene un hermano, y que ambos han logrado reputación en el campo de las letras. Creo que el ministro ha escrito una obra; notable sobre el cálculo diferencial. Es un matemático y no un poeta.

—Se equivoca usted. Lo conozco bien, y sé que es ambas cosas. Como poeta y matemático es capaz de razonar bien, en tanto que como mero matemático no hubiera sido capaz de hacerlo y habría quedado a merced del prefecto.

—Me sorprenden esas opiniones —dije—, que el consenso universal contradice. Supongo que no intentará usted reducir a la nada  las ideas perfectamente asentadas a través de los siglos. El razonamiento matemático es considerado desde hace mucho tiempo el razonamiento per excellence.

Il y a á parier —replicó Dupin, citando a Chamfort— que toute idée publique, toute convention reçué est une sottise, car elle a convenu au plus grand nombre.(toda idea pública, toda convención aceptada, es una tontería, porque ella convino al número mayor). Le aseguro que los matemáticos han sido los primeros en difundir el error popular al cual alude usted, y que no por difundido deja de ser un error. Con arte digno de mejor causa han introducido, por ejemplo, el término “análisis” en las operaciones algebraicas. Los franceses son los causantes de este engaño, pero si un término tiene alguna importancia, si las palabras derivan su valor de su aplicación, entonces concedo que “análisis” abarca “álgebra”, tanto como en latín ambitus implica “ambición”; religio, “religión”, u homines honesti, un puñado de "hombres honorables".

—Me temo que se malquiste usted con algunos de los algebristas de París. Pero continúe.

—Niego la validez y, por tanto, los resultados de una razón cultivada por cualquier procedimiento espe­cial que no sea el lógico abstracto. Niego, en particu­lar, la razón extraída del estudio matemático. Las mate­máticas constituyen la ciencia de la forma y la cantidad; el razonamiento matemático es simplemente la lógica aplicada a la observación de la forma y la cantidad. El gran error está en suponer que incluso las verdades de lo que se denominan álgebra pura constituyen verdades abstractas o generales. Y este error es tan enorme que me asombra se lo haya aceptado universalmente. Los axiomas matemáticos no son axiomas de validez general. Lo que es cierto de la relación (de la forma y la cantidad) resulta con frecuencia erróneo aplicado, por ejemplo, a la moral. En esta última ciencia suele no ser cierto que el todo sea igual a la suma de las partes. También en química este axioma no se cumple. En la consideración de los móviles falla igualmente, pues dos móviles de un valor dado no alcanzan necesariamente al sumarse un valor equivalente a la suma de sus valores. Hay muchas otras verdades matemáticas que sólo son tales dentro de los límites de la relación. Pero el matemático, llevado por el hábito, arguye, basándose en sus verdades finitas, como si tuvieran una aplicación general, cosa que por lo demás la gente acepta y cree. En su erudita Mitología, Bryant alude a una análoga fuente de error cuando señala que, “aunque no se cree en las fábulas paganas, solemos olvidarnos de ello y extraemos consecuencias como si fueran realidades existentes”. Pero, para los algebristas, que son realmente paganos, las “fábulas paganas” constituyen materia de credulidad, y las inferencias que de ellas extraen no nacen de un descuido de la memoria sino de un inexplicable reblandecimiento mental. Para resumir: Jamás he encontrado a un matemático en quien se pudiera confiar fuera de sus raíces y sus ecuaciones, o que no tuviera por artículo de fe que x2 + px es absoluta e incondicionalmente igual a q. Por vía de experimento, diga a uno de esos caballeros que, en su opinión, podrían darse casos en que x2 + px no fuera absolutamente igual a q; pero, una vez que le haya hecho comprender lo que quiere decir, sálgase de su camino lo antes posible, porque es seguro que tratará de golpearlo."

La carta robada - Edgar Allan Poe

lunes, 12 de octubre de 2015

la casa de té

"Muo entra en la casa de té que hay enfrente de la fábrica. Ya estuvo en ella la semana pasada, con uno de sus guías locales, en el curso de su estéril búsqueda. Le gusta su inclinada cubierta de tejas, sus pequeños patios descubiertos, sus mesas bajas de madera, sus sillas de bambú, que crujen perezosamente, su suelo de negra y húmeda tierra batida, cubierto de colillas y cáscaras de cacahuetes y pipas, y su olor dulzón y familiar, que le recuerda el país de su infancia. El momento que más saborea es cuando llega el camarero para servirle el té en una tetera de cobre que tiene un pico fino y brillante de un metro de largo por el que vierte, como cascada caída del cielo, un chorro de agua hirviendo en un cuenco de procelana colocado sobre un platillo de hierro; lo llena hasta el borde sin derramar una gota y, con la punta de los dedos, lo cubre con una tapadera de porcelana blanca,  Pero, en esta segunda visita, Muo se lleva un chasco:  la casa de té se ha transformado en sala de billar saturada de humo y atestada de gente que tan pronto permanece oculta en las sombras como sale a la luz para inclinarse sobre el verde tapete y golpear las bolas de marfil, que chocan, rebotan en las bandas y vuelven a chocar bajo las grandes pantallas suspendidas del techo. Muo tiene la sensación de estar en el lejano oeste de una mala película estadounidense de bajo presupuesto de los años sesenta. Todo es falso, mal interpretado, mal iluminado; incluso el ruido de las bolas al entrechocar suena hueco, vulgar, y hace pensar en los efectos de sonido de un estudio de tercera.  Muo se acerca a la barra con los andares de un Clint Eastwood. Por una vez en su vida, le apetece ser rumboso, hacer una locura, invitar a todo el mundo y brindar, no por su salud, sino por la del "imperialismo americano", así que pregunta al camarero por el precio de las consumiciones. Aunque la tarifa de los licores es razonable, Muo se asusta y pregunta por el precio de la cerveza local, mientras cuenta a los jugadores de billar. Espeluznado por el cómputo, desaparece sin probar una gota antes de que el barman pueda darle una respuesta."

El complejo de Di - Sijie Dai


viernes, 9 de octubre de 2015

de donde nacen las historias

 "O...pasaba recorriendo el puente de mando desde un extremo al otro, mirando distraídamente a lo lejos, comprendí también que quién no se aburre no sabe narrar.
 Pero el aburrimiento ya no tiene cabida en nuestro mundo. Han caído en desuso aquellas actividades secretas e íntimamente unidas a él. Ésta y no otra es la razón de que desaparezca el don de contar historias, porque mientras se escuchan, ya no se teje ni se hila, se rasca o se trenza. En una palabra, pues, para que florezcan las historias tiene que darse el orden, la subordinación y el trabajo. Narrar no es sólo un arte, es además un mérito, y en Oriente hasta un oficio. Acaba en sabiduría, como a menudo e inversamente la sabiduría nos llega bajo la forma del cuento. El narrador es, por lo tanto, alguien que sabe dar consejos, y para hacerlo hay que saber relatarlos. Nosotros nos quejamos y lamentamos de nuestros problemas, pero jamás los contamos."

El pañuelo - Walter Benjamin


miércoles, 7 de octubre de 2015

un canario travieso

"La siguiente emoción de mi vida fue el regalo de un canario. Se llamaba Goldie, y se volvió tan manso que saltaba por todo el aposento de los niños, posándose algunas veces sobre el gorro de Nursie  o en mi dedo cuando lo llamaba. No sólo era mi pájaro, sino el inicio de una nueva saga secreta. Los personajes principales eran Dickie y su amada. Cabalgaban en briosos corceles por todo el país (el jardín) y corrían grandes aventuras, escapando a duras penas de las garras de los bandidos.
Un día ocurrió la catástrofe suprema. Goldie desapareció. La ventana estaba abierta y la puerta de la jaula sin el pasador. Lo más probable es que hubiera escapado. Recuerdo aún lo terriblemente largo y lento que fue aquel día. Se alargaba más y más. Yo lloraba lloraba y lloraba. Pusieron la jaula fuera de la ventana con un terrón de azúcar entre las barras. Mi madre y yo recorríamos el jardín llamándole "Goldie, Goldie,Goldie" Mi madre amenazó a la criada con despedirla por comentar con ligereza: "Seguro que se lo ha zampado un gato", con lo que me hizo llorar de nuevo.
Cuando, en la cama ya, seguía sollozando espasmódicamente mientras apretaba la mano de mi madre, se oyó un débil pero alegre gorjeo. Desde lo alto de las barras de las cortinas descendió Goldie. revoloteó una vez más por la estancia y entró enseguida en la jaula. ¡Qué maravilla! Se habia pasado todo aquel día, interminable y aciago, allá arriba en la barra de las cortinas.
Mi madre aprovechó la ocasión para decirme:
- ¿Ves lo tonta que has sido? ¿Ves que inútil ha sido llorar tanto? Nunca llores por nada hasta que estés segura de lo ocurrido.
Le aseguré que no lo haría nunca más."

Autobiografía - Agatha Christie

lunes, 5 de octubre de 2015

visualizing the future

"Esmé was standing with crossed ankles again. "You´re quite sure you won´t forget to write that story for me?" she asked. "It doesn´t have to be exclusively for me. It can -"
I said there was absolutely no chance that I´d forget. I told her that I´d neve written a story for anybody, but that it seemed like exactly the right time to get down to it.
She nodded. "Make it extremely squalid and moving", she suggested. "Are you acquainted with squalor?"
I said not exactly but I was getting better acquainted with it, in one form or another, all the time, and that I´d do my best to come up to her specifications. We shook hands.
"Isn´t it a pity that we didn´t meet under less extenuating circumstances?"
I said it was, I said it certainly was.
"Goodbye," Esmé said. "I hope you return from the war with all your faculties intact."
I thanked her, and said a few other words, and then watched her leave the room. She left slowly, reflectively, testing the ends of her hair for dryness.

For Esmé with love and squalor - J.D.Salinger


viernes, 2 de octubre de 2015

el arte de la estafa

"El arte de la estafa fue cambiando con el correr de las épocas. La simulación astuta de enfermedades falsas, cosa que estaba a la orden del día en la Edad Media, desapareció con el tiempo, cuando se debilitó la influencia de la Iglesia y escasearon las limosnas. Hoy ya no podemos ni imaginar la cantidad de trucos que ponía en práctica la gente, especulando con la compasión de sus semejantes. Estas dolencias aparentes tenían por supuesto la ventaja adicional de hacer que los asaltantes y asesinos más peligrosos parecieran inofensivos.
Había gente que se agolpaba a la hora de la misa en la iglesia, y cuando el sacerdote daba su bendición, se metían un pedazo de jabón en la boca, con lo cual generaban espuma. A fin de que se les creyera por completo, que eran víctimas de un espasmo, caían sobre la tierra a la vista de todo el mundo. De este modo podían estar seguros de obtener donaciones de los piadosos.
La escalinata frente a la iglesia estaba repleta de gente semejante. Se podían encontrar allí hombres mostrando brazos con huellas de cadena que en realidad estaban pintadas. Le hacia creer a la gente que habían caído en manos de paganos y habían estado languideciendo por años como esclavos en las galeras.
Otros se cortaban el pelo al modo de los clérigos y le contaban a la gente que eran sacerdotes en peregrinación a los que unos bandidos les habían quitado sus pertenencias. Otros hacían ruido con sonajeros, como los que por aquel entonces llevaban los leprosos, para que la gente no se acercara y les depositaran limosnas a cierta distancia."

Juicios a las brujas y otras catástrofes - Walter Benjamin


miércoles, 30 de septiembre de 2015

situaciones humanas

"Existe una clase de personas que, debido a una excesiva despreocupación, a sus pocos desvelos, se ven obligadas a llevar una vida sorprendentemente artificiosa. No hay muchas, pero a veces, cuando menos se lo espera, uno se topa con una de ellas. El doctor Tokai pertenecía a esa clase de personas.
Para poder ser fieles a sí mismas (por decirlo así) en el mundo torcido y complejo que las rodea, estas personas necesitan entregarse a una serie de operaciones de ajuste, aunque, por lo general, ellas mismas ni siquiera se dan cuenta de las penosas artimañas a las que tienen que recurrir para sobrevivir. Están convencidas de que viven de un modo totalmente natural y honesto, sin trampas ni máscaras. Y cuando, por algún capricho del destino, un rayo de luz especial procedente de alguna parte se filtra e incide sobre lo artificial o antinatural de su comportamiento, la situación adopta un cariz trágico y, otras, cómico. Por supuesto, también existen numerosas personas afortunadas (no pueden expresarse de otra manera) que mueren sin llegar a ver esa luz o que, pese a verla, no les afecta."

Hombres sin mujeres  - Haruki Murakami


lunes, 28 de septiembre de 2015

de hombre a marioneta

"El tiempo corre. Gracias a él, primero vivimos, lo cual quiere decir que ya hemos sido acusados y juzgados por la gente. Luego morimos y permanecemos aún unos años entre los que nos han conocido, pero muy pronto se produce otro cambio:  los muertos pasan a ser muertos viejos, de los que ya nadie se acuerda y que desaparecen en la nada; tan sólo unos cuantos, muy, muy pocos, imprimen su nombre en la memoria de la gente, pero, ya sin testigos fehacientes, sin un solo recuerdo real, pasan a ser marionetas... Amigos, me fascina la historia que cuenta Jrushchov en sus memorias y no puedo quitarme las ganas de inventar a partir de ella una obra para el teatro de marionetas.
-¿Teatro de marionetas? ¿No te gustaría más la Comédie Francaise - se burló Calibán.
- No - contestó Charles -, porque sería un engaño si esa historia de Stalin y Jrushchov la representaran seres humanos. Nadie tiene el derecho de simular la restitución de una existencia humana que ha dejado de ser. Nadie tiene el derecho de crear un hombre a partir de una marioneta."

La fiesta de la insignificancia - Milan Kundera


viernes, 25 de septiembre de 2015

cuando se ama la tierra

"El estilo indio era disolverse en el paisaje, no sobresalir en él. Los poblados hopis que se alzaban en lo alto de las mesas rocosas estaban hechos para que parecieran como la misma roca, imperceptibles en la distancia. Las cabañas de los navajos, entre arena y sauces, se hacían con arena y sauces. Ningún pueblo indio admitía en aquella época ventanas de cristales en sus viviendas. El reflejo del sol en el vidrio les resultaba feo, antinatural, hasta peligroso. Además, a aquellos indios les disgustaban los cambios y novedades. Iban y venían por los viejos senderos trazados en la roca por los pies de sus padres, usaban la vieja escalera natural de piedra para trepar hasta sus poblados en la cima de las mesas, acarreaban el agua de las mismas fuentes de siempre, después incluso de que los blancos hubieran abierto pozos.
Los indios tenían una paciencia inagotable para el repujado de la plata o la talla de turquesas, prodigaban destreza y afanes en sus mantas, cinturones y trajes de ceremonia. Pero su idea de decoración no se extendía al paisaje. No parecían compartir el deseo europeo de "amaestrar" la naturaleza, organizarla y recrearla. Empleaban de modo distinto su ingenio:  eran ellos los que se acomodaban al escenario. Y no era tanto por indolencia, pensó el obispo, como por una cautela y respeto heredados. Era como si aquel inmenso territorio estuviese dormido y ellos desearan vivir la vida sin despertarlo, o como si los espíritus de la tierra, el aire y el agua fueran algo que no había que provocar ni turbar. Cuando cazaban, lo hacían con esa misma discreción:  una cacería india nunca era una matanza. No asolaban los bosques ni ríos y, si regaban, utilizaban sólo el agua necesaria. Trataban con respeto el paisaje y todo lo que contenía:  como no intentaban mejorarlo, nunca lo profanaban."

La muerte llama al arzobispo - Willa Cather


miércoles, 23 de septiembre de 2015

choque con otra memoria

"Mary Hector (42 años), vecina del estado de Texas, después de un accidente de tráfico desarrolló una doble memoria. La mujer llevaba una existencia tranquila junto a su marido, profesor de instituto, y sus dos hijos, cuando un día, mientras se dirigía a buscar a su marido, el coche que conducía fue embestido por un automóvil que iba en dirección contraria y cuyo conductor se había quedado dormido. La mujer sufrió diversas heridas, pero ninguna lesión en el cerebro. Sin embargo, dos meses despues, cuando fue dada de alta en el hospital, se dio cuenta que junto a su memoria de siempre tenía otra completamente distinta. Esta segunda memoria pertenecía a una joven llamada Mary Sonton, vecina del estado de Ohio y muerta a los diecisiete años de una pulmonia. Como poseía muchos recuerdos nítidos, empezando por el nombre de la madre de Mary Sonton y por el de la escuela a la que iba, la mujer se armó de valor y se lo contó a su marido. La "otra memoria" de la mujer era extremadamente coherente, por lo que el marido hizo algunas investigaciones y descubrió que en Ohio, Columbus, había existido en efecto una tal Mary Sonton. Y que, tres años antes del accidente de su mujer, había muerto de una pulmonía. De vez en cuando se dan estos casos de personas que recuerdan una existencia anterior, pero un caso como éste era realmente raro. Lo único que las dos mujeres tenían en común era el nombre, Mary, un elemento a todas luces insuficiente para explicar este fenómeno."

Amrita - Banana Yoshimoto

lunes, 21 de septiembre de 2015

vida versus nombre

"Si el nombre es la cosa; si el nombre es para nosotros un concepto de la cosa puesta fuera, sin nombre no hay concepto, y la cosa se vuelve ciega en nosotros, no distinta y no definida; y bien, el nombre que llevé entre los hombres cada uno lo grabe, como epígrafe funerario, sobre la frente de aquella imagen con la que aparecí, y la deje tranquila y no le hable nunca más.  No es más que eso, un epígrafe funerario, el nombre.
Conviene a los muertos. Al que ha concluído. Yo estoy vivo y no concluyo. La vida no concluye. Y no sabe de nombres la vida. Ese árbol, respiración trémula de hojas nuevas.
Soy ese árbol. Árbol, nube; mañana, libro o viento:  el libro que leo, el viento que bebo.
Todo afuera, vagabundo."

Uno, ninguno y cien mil - Luigi Pirandello


viernes, 18 de septiembre de 2015

la tierra es grande y afable

"Un día Sofía vio el mar por primera vez.
Habían subido a un monte, era bien entrada la tarde y los pies de Sofía estaban hinchados y tenían heridas.
Entonces vio el mar por primera vez. Un río sin playa al otro lado. Un agua brillante de color turquesa que ningún puente podía cruzar.
Aun sin haber visto nunca antes el mar, Sofía tuvo enseguida la sensación de haber llegado a casa. Era como si, a pesar de todo, hubiese algo familiar incluso en lo desconocido. Quizá era que acababa de descubrir uno de los secretos de los que le hablara Muazena, uno de los secretos del fuego. Quizá era que todas las personas que tenían que huir de sus hogares por culpa de bandidos o de monstruos tienen otra tierra esperándolos. Sólo se trataba de no sentarse como lo había hecho la anciana. Justo antes de que las últimas fuerzas dejaran a una persona, ésta llegaba al hogar que no sabía que tenía."

El secreto del fuego - Henning Mankell


lunes, 14 de septiembre de 2015

Banderas del pueblo

"Esta era una fortaleza política y emocional de Salvador Allende. En 1958 hubo allí lo que entonces se conoció como "la marcha del carbón" cuando los mineros cruzaron el puente Bío Bío en una muchedumbre compacta, oscura, silenciosa, que se tomó la ciudad de Concepción con banderas y pancartas, y con una determinación de lucha que puso en jaque al gobierno. El episodio fue registrado en la película Banderas del pueblo, del chileno Sergio Bravo, y es uno de los más emocionantes del cine documental chileno. Allende estaba allí, y creo que fue entonces cuando tuvo la constancia decisiva del apoyo de un pueblo entero. Después, cuando fue presidente, uno de sus primeros viajes fue para dialogar con los mineros en la plaza de Lota.
Yo estaba en su comitiva. Me llamó la atención que un hombre como él, que siempre se preció de su vitalidad juvenil a los sesenta años, dijo aquel día algo que le salió de las entrañas : "Yo he pasado la edad más temprana, ya soy casi un anciano". Los mineros  pequeñitos, percudidos, herméticos, curados de promesas incumplidas durante tantos años, conversaron con él sin reservas y se constituyeron en un bastión definitivo para su victoria. Una de las primeras medidas que él tomó desde el gobierno tal como lo había prometido aquella tarde en Lota y Schwager, fue la nacionalización de las minas. Una de las primeras medidas de Pinochet fue privatizarlas otra vez, como hizo con casi todo: los cementerios, los trenes, los puertos y hasta la recolección de basura."

La aventura de Miguel Littin clandestino en Chile - Gabriel García Márquez

viernes, 11 de septiembre de 2015

fotos borradas

debido a problemas con el correo que tenía este blog lo he cambiado y después me di cuenta que se habían borrado las fotos ...en todo caso trataré de ir poniendo de a poco nuevas fotos ya que me gusta complementar lo escrito con una foto alusiva

la candidez de los adultos

"- ¿Y puede ser éste mi obispo, tan joven? - preguntó.
Entraron en la casa cural por un jardín cercado por una tapia, detrás de la iglesia, lleno de cactos cultivados, muy distintos y de buen tamaño (al parecer le gustaban mucho al padre), entre los que colgaban jaulas hechas con ramitas de sauce, todas llenas de loros.  Habían incluso algunos que andaban sueltos por los senderos de arena, con un ala sujeta para que no escaparan. El padre Jesús explicó que sus indios tenían en gran estima las plumas del loro porque adornaban con ellas los trajes de ceremonia, y hacía mucho que había descubierto que podía complacer a sus parroquianos con la cría de aquellos pájaros.
La casa del sacerdote era blanca por dentro y por fuera como todas las de Isleta, y estaba casi tan desnuda como una vivienda india. El anciano era pobre y con demasiado buen corazón para sacarle a la gente unos pesos. Una muchacha india le preparaba alubias y las gachas de maíz: poco más necesitaba. Cuando el obispo comentó que todo en el pueblo aparecía limpio, hasta las calles,  el padre le contó que cerca de Isleta  había una colina de cierto mineral blanco, que los indios molían y usaban para enjalbegar. Lo hacían de tiempos inmemoriales, y el pueblo siempre fue conocido por su blancura. Una breve conversación bastó para revelar que el padre Jesús  era de una candidez casi infantil y muy superticioso. Pero con un corazón de oro. En el ojo derecho tenía una catarata y ladeaba la cabeza como si tratara de sortearla. Todos sus movimientos eran hacia la izquierda, como si al andar estuviera evitando algún obstáculo.
El entrar en la casa desde el jardín lleno de loros, el padre Latour encontró gracioso que el único adorno de la sala, pobre y desnuda, fuera un loro de madera, encaramado en una percha y colgado de una viga. Mientras en la cocina el padre Jesús daba instrucciones a la muchacha india, el obispo cogió el loro de la percha para examinarlo. Estaba tallado de una sola pieza con el tamaño exacto de un pájaro de verdad, rígido el cuerpo y la cola, la cabeza un poco ladeada. Las alas, la cola y las plumas del cuello aparecían apenas insinuadas y escasas trazas de color. Le sorprendió lo poco que pesaba; tenía la blancura y la suavidad atorciopelada de la madera muy vieja. Aunque poco acabado, sugeridas apenas las formas, extrañaba su apariencia de vida: era como un prototipo de los loros en madera.
El padre sonrió al ver al obispo con el pájaro.
-¡Veo que ha dado con mi tesoro! Quizás sea eso, Ilustrísimo, lo más viejo que hay por aquí...más viejo que el propio pueblo.
El loro, dijo el padre Jesús, siempre había sido para estos indios símbolo de lo deseable y maravilloso. En tiempos antiguos sus plumas fueron más preciadas que las turquesas y los collares de conchas. Antes incluso de las llegada de los españoles, los pueblos del norte de Méjico enviaban al trópico, por rutas difíciles y peligrosas, expedicionarios que luego traían a cuestas fardos con plumas de loro. Para comprarlas, llevaban bolsas llenas de turquesas de los Cerrillos, unas colinas cerca de Santa Fe. Sólo muy de vez en cuando lograban volver con un pájaro vivo, y entonces se le rendían honores divinos y su muerte sumía al pueblo en la más honda tristeza. Hasta los huesos conservaban con devoción. Había en Isleta un cráneo de loro muy antiguo. El loro de madera se lo había comprado el padre a un anciano que le debía muchos favores y que estaba a punto de morir sin descendencia."

La muerte llama al arzobispo - Willa Cather


miércoles, 9 de septiembre de 2015

¿dónde estará la verdad?

"-Todo el mundo muere- dijo el hombre pausadamente, mirándome a los ojos. Su modo de hablar sugería que había captado a la perfección cuanto se agitaba en mi interior-. Toda persona tiene que morir un día u otro- añadió.
Tras concluir esta breve frase, el hombre volvió a sumirse en un pesado silencio. Las cigarras continuaban cantando:  como si quisieran infundir renovados bríos en la ya agonizante estación, frotaban sus cuerpos con el frenesí de la muerte.
- Me he propuesto hablarte con la mayor franqueza posible - me dijo. Su tono era el de quien traduce directamente un formulario. Su elección de vocablos y frases, así como su sintaxis, eran correctas, pero la expresividad brillaba por su ausencia-. No obstante -prosiguió-, hablar con franqueza y decir la verdad son cosas distintas. La relación que media entre la franqueza y verdad se asemeja a la existente entre la proa y la popa de un barco. La franqueza asoma en primer lugar, para acabar mostrándose la verdad. Esa diferencia temporal está en proporción directa con la envergadura del barco. La verdad, cuando concierne a cosas grandes, es reacia a aparecer. Ocurre a veces que no hace acto de presencia hasta después de la muerte. Por lo tanto, si se da el caso de que no llegue a mostrarte la verdad, no será culpa mía, ni tampoco tuya."

La caza del carnero salvaje - Haruki Murakami


lunes, 7 de septiembre de 2015

el que pide perdón tiene 100 años de sanción

"¿Porqué será que aprovecho cualquier ocasión para sentirme culpable?
- Eso no es grave.
- Sentirse o no sentirse culpable. Creo que todo radica en eso. La vida es una lucha de todos contra todos. Es sabido. Pero ¿cómo puede darse esa lucha en una sociedad más o menos civilizada? No deberíamos tirarnos unos contra otros a primera vista. En cambio, intentamos proyectar en los demás el oprobio de nuestra culpabilidad. Vencerá el que consiga hacer que el otro se sienta culpable. Perderá el que confiese su culpa. Vas por la calle inmerso en tus pensamientos. Caminando hacia ti, viene una chica que, como si estuviera sola en el mundo, sin mirar a los lados, camina recto hacia delante. Chocáis. Éste es el momento de la verdad. ¿Quién insultará al otro, y quién pedirá perdón? Esta situación me sirve de ejemplo: en realidad, los dos son a la vez el embestido y el que embiste. No obstante, los hay que, inmediata y espontáneamente, se consideran los causantes del choque y,  por tanto, culpables. Y los hay también que siempre se consideran, inmediatamente y espontáneamente, las víctimas del choque y, por tanto, en su derecho de acusar en el acto al otro y de hacer que lo castiguen. Tú, en esa situación ¿pedirías perdón o acusarías?
- Sin duda alguna, yo pediría perdón.
- ¡Ay pobre, de modo que tú también perteneces a la legión de los perdonazos! Crees que podrás ablandar al otro con tus disculpas.
- Claro que sí.
- Pues te equivocas. El que pide perdón se declara culpable. Y si te declaras culpable, animas al otro a seguir insultándote y a denunciarte públicamente hasta la muerte. Éstas son las consecuencias fatales del que pide perdón primero."

La fiesta de la insignificancia - Milan Kundera



viernes, 4 de septiembre de 2015

pequeños grandes secretos

"Había un huerto rodeado por un muro alto que daba a la calzada. Sólo me interesaba porque me proveía de frambuesas y manzanas verdes. No era más que el huerto. No tenía ningún encanto.
Luego estaba el jardín propiamente dicho, una extensión de césped en declive con algunos seres interesantes: el acebo, el cedro, la wellingtonia (tremendamente alta) y dos abetos, que asociaba con mis hermanos, no sé por qué. Se podía trepar al árbol de Monty (es decir subir con cuidado hasta la tercera rama). El árbol de Magde, penetrando a gatas en el tronco, ofrecía un asiento: una gruesa rama doblada en forma incitante, donde uno podía sentarse y mirar al exterior sin ser visto. Estaba también "el árbol de la  trementina", que exudaba una goma pegajosa de olor penetrante, que yo recogía cuidadosamente en unas hojas, porque era "un bálsamo muy gracioso". Finalmente, lo mejor, el haya, él árbol más grande del jardín, con su grata lluvia de hayucos que me hartaba de comer. Había un haya cobriza, pero no sé por qué motivo, nunca perteneció al mundo de mis árboles.
En tercer lugar, había un bosque. Me parecía, y aún me lo parece, tan grande como New Forest. Estaba formado por los fresnos y lo atravesaba una senda retorcida. Tenía todo lo que se suele relacionar con los bosques: misterio, terror, deleite secreto, inaccesibilidad y distancia...
La senda conducía a las pistas de tennis y de croquet que estaban en un alto, frente a la ventana del comedor. Al llegar allí se acababa el encanto. Uno se encontraba de nuevo en el mundo cotidiano, donde señoras con las faldas recogidas con una mano  y tocadas con sombreros de paja jugaban al croquet o al tenis.
Cuando había agotado "las delicias del jardín", volvía al aposento de los niños donde estaba Nursie, la nodriza, como algo fijo e inmutable. Quizá porque era una señora mayor y reumática, jugaba a su alrededor o junto a ella más que con ella. Recuerdo que siempre me rodeaba de compañeros imaginarios. Del primer grupo, sólo recuerdo el nombre: "los Gatitos" Ya no sé quiénes eran, ni si yo misma era uno de ellos, pero me acuerdo bien de sus nombres: Trébol, Negrito, y otros tres. Su madre era la señora Benson.
Nursie era demasiado lista para comentar nada o para intervenir en los murmullos que se oían a su alrededor. Probablemente estaba muy contenta de que me divirtiera sola tan fácilmente.
Pero un día recibí un golpe muy duro; regresando del jardín para merendar, al subir la escala, oí que Susan, la criada le decía:
- No le gustan mucho los juguetes ¿verdad? ¿Con qué juega?
Nursie respondió:
- Juega a ser un gatito con otros gatitos.
¿Porqué habrá esa exigencia innata de secreto en la mente de un niño? Saber que alguien, aunque fuera Nursie, conocia lo de los Gatitos, me afectó en lo más hondo. Desde aquel día procuré que no se oyeran mis murmullos cuando jugaba. Los Gatitos eran míos y de nadie más."

Autobiografía - Agatha Christie


miércoles, 2 de septiembre de 2015

a matter of public concern


"The train was approaching it at an angle, and the apex was Yellow Sky. Presently it was apparent that, as the distance from Yellow Sky grew shorter, the husband became commensurately restless. His brick-red hands were more insistent in their prominence. Occasionally he was even rather absent-minded and far-away when the bride leaned forward and addressed him.
     As a matter of truth, Jack Potter was beginning to find the shadow of a deed weigh upon him like a leaden slab. He, the town marshal of Yellow Sky, a man known, liked, and feared in his corner, a prominent person, had gone to San Antonio to meet a girl he believed he loved, and there, after the usual prayers, had actually induced her to marry him, without consulting Yellow Sky for any part of the transaction. He was now bringing his bride before an innocent and unsuspecting community.
     Of course, people in Yellow Sky married as it pleased them, in accordance with a general custom; but such was Potter's thought of his duty to his friends, or of their idea of his duty, or of an unspoken form which does not control men in these matters, that he felt he was heinous. He had committed an extraordinary crime. Face to face with this girl in San Antonio, and spurred by his sharp impulse, he had gone headlong over all the social hedges. At San Antonio he was like a man hidden in the dark. A knife to sever any friendly duty, any form, was easy to his hand in that remote city. But the hour of Yellow Sky, the hour of daylight, was approaching."

Stephen Crane - The bride comes to Yellow Sky

















lunes, 31 de agosto de 2015

no era de hierro

"El jueves 18 de septiembre de 1689 a las 3 de la tarde, el director de la Bastilla, señor de Saint-Mars, llegó aquí por primera vez proveniente de la Isla Santa Margarita (donde había otra cárcel grande). En su coche trajo a un prisionero cuyo nombre se mantiene en secreto y que está siempre  enmascarado. Primero lo metieron en la torre de la Bassinerie (todas las torres de la Bastilla tenían nombres especiales) A las nueve de la noche, cuando ya había oscurecido, me ordenaron llevarlo a la tercera habitación de la torre, una habitación que antes había tenido que equipar cuidadosamente con todos los muebles imaginables.

Este testimonio es lo único que tenemos por escrito sobre el hombre de la máscara de hierro. Hasta la noticia de su muerte, que encontramos asentada en el diario del mismo subteniente cinco años más tarde, el lunes 19 de noviembre de 1703.:


El prisionero desconocido, que anda constantemente velado tras una máscara de terciopelo negro y que el director trajo consigo hace cinco años desde la isla Santa Margarita, ha fallecido hoy a eso de las diez, luego de haberse sentido un poco mal ayer al volver de misa, pero sin haber estado realmente enfermo antes.

Al día siguiente lo sepultaron, y el subteniente anotó meticulosamente en su diario que el entierro costó 40 francos. Se sabe también que el cuerpo fue enterrado sin cabeza, a la que cortaron en varios pedazos y enterraron en lugares diferentes para asegurarse de que resultara irreconocible. Tanto miedo tenía el rey de Francia y el director de la Bastilla de que, tras su muerte, finalmente se develara quién había sido el hombre de la máscara de hierro, que dieron orden de quemar absolutamente todo lo que había usado, su ropa interior, sus vestidos, el colchón, las sábanas, etc. Blanquearon las paredes de la celda que había ocupado, no sin antes rasquetearlas esmeradamente. La precaución se llevó al extremo de aflojar todas las piedras de los muros y levantarlas una tras otra, por temor de que el hombre de la máscara de hierro hubiese escondido un papel o dejado otro signo por medio del cual pudiera ser identificado. Su máscara no era de hierro, aunque a ella debía su nombre, sino que estaba hecha de terciopelo negro, endurecido con barba de ballena."


Juicios a las brujas y otras catástrofes - Walter Benjamin



viernes, 28 de agosto de 2015

por eso nos amamos

"Mi querido Hermengardo,
En verdad te digo: felizmente existes. A mí me bastaría sólo con la existencia de una criatura sobre la tierra para satisfacer mi deseo de gloria, que no es más que un profundo deseo de cercanía. Porque me engañé cuando hace tiempo imaginé que era real mi antiguo deseo de "salvar a la humanidad" malgré ella. Ahora sólo deseo a alguien, además de a mí misma, para que pueda probarme... Y en ese regreso a Idalina comprendí que tan bello y tan imposible como aquel otro sueño es el de intentar salvarse a sí mismo. Y si es tan imposible, ¿por qué encaminarme entonces hacia esa nueva ciudadela que sería ahora una pobre mujer perturbada? No lo sé. Tal vez porque es necesario salvar algo. Tal vez por la conciencia tardía de que somos la única presencia que no nos dejará hasta la muerte. Y por eso nos amamos y nos buscamos a nosotros mismos. Y porque, mientras existamos, existirá el mundo y existirá la humanidad. Es así como, después de todo, nos unimos a ellos."

Donde se enseñará a ser feliz y otros escritos - Clarice Lispector


















foto Sergio Larraín

miércoles, 26 de agosto de 2015

vistiendo para matar

"Cada mujer exige una ropa distinta. Se requiere una atención suprema para sentirlo: hay que escuchar, mirar. Sobre todo no imponer los propios gustos. Para Émeline, fue un vestido color de día. Ese detalle del cuento Piel de asno la tenía obsesionada. Faltaba decidir de qué día se trataba: un día parisino, un día chino, ¿y de qué estación?  Dispongo aquí del Catálogo universal de los colores, taxonomía establecida en 1867 por la metafísica Amélie Casus Belli: un compendio indispensable. Para Prosperine, fue una chistera de encaje Calais. Me dejé las cejas confiriéndole a tan frágil material la rigidez adecuada, pero también la capacidad de escamoteo que exige ese tipo de sombrero. Me atrevo a decir que lo conseguí. Séverine, una sévrienne algo severa, tenía la delicadeza del cristal de Sévres: cree para ella una capa catalpa cuyo tejido tenía el sutil azul de la caída de las flores de ese árbol en primavera. Incarna merecía una chaqueta llama, auténtica pirotecnia de organdí. Cuando se la ponía me incendiaba. Térébenthine había escrito una tesis sobre el hevea. Pinché un neumático para recuperar la dúctil sustancia y poder realizar un cinturón-corpiño que confería un porte admirable. Mélusine tenía los ojos y la silueta de una serpiente: completé su figura con un vestido tubo sin mangas, de cuello alto, que le llegaba a los tobillos. Estuve a punto de aprender a tocar la flauta para encantarla cuando se vestía así. Albumine, por motivos que no creo que deba explicar, fue la razón que me llevó a concebir una blusa cáscara de huevo de cuello merengue, en poliestireno expandido: una auténtica gorguera. Soy partidario del regreso de la gorguera española, no hay nada más apropiado. En cuanto a Digitaline, de venenosa belleza, inventé para ella el guante medidor. Unos largos guantes de tafetán púrpura que ascendían hasta más allá del codo y que gradué para ilustrar el adagio latino de Paracelso "Dosis sola facit venenum" : sólo la dosis hace el veneno."

Barba azul - Amélie Nothomb


lunes, 24 de agosto de 2015

quillay rey de las flores


"Habíamos salido a recorrer el jardín. Mi madre se veía contenta. En su rostro se mezclaba la usual expresión nostálgica con una vitalidad que dibujaba en sus rasgos líneas de alegría y hasta de cierto optimismo. Las camelias, azaleas y rododendros habían alcanzado su esplendor. Desde que tenía recuerdo, me había admirado su tesón para reunir y cultivar esos arbustos indóciles al clima y los suelos de Santiago. Cada año en esa época volvía a asombrarme ante la rara belleza de esa congregación de plantas acidófilas, reunidas bajo la sombra de un bosquete de tres quillayes, colonos de esas tierras desde antes que la ciudad los alcanzara."

Jardín - Pablo Simonetti



viernes, 21 de agosto de 2015

miedo de querer

"Todas las semanas sin falta, la muchacha ponía a calentar un brasero de metal negro, arrojaba en él unas semillas de ruda silvestre y echaba el humo en dirección al bebé para protegerlo de la maldad.
Pese a que a Mariam le resultaba agotador observar el torpe intusiasmo de la muchacha, debía admitir, aunque fuera en privado y a regañadientes, que también le inspiraba cierta admiración. Le maravillaba que los ojos de la muchacha brillaran de adoración, incluso por la mañana, cuando su rostro se veía apagado y pálido como la cera tras haberse pasado la noche entera acunando a la criatura. La joven tenía ataques de risa cuando el bebé expulsaba los gases. Los más pequeños cambios de su hija la tenían embelesada y todo lo que hacía lo encontraba espectacular.
-¡ Mira! Alarga la manita para coger el sonajero. Qué lista es.
- Llamaré a los periódicos - mascullaba Rashid.
Todas las noches habia demostraciones. Cuando la muchacha insistía en que Rashid presenciara alguna cosa, él alzaba el mentón y lanzaba una impaciente mirada de reojo por encima de su aguileña nariz cruzada por venas azules.
- Mira. Mira cómo se ríe cuando hago chasquear los dedos. ¿Lo ves? ¿Lo has visto?
Rashid soltaba un gruñido y volvía a fijar su atención en el plato. Mariam recordaba que antes Rashid se sentia abrumado ante la mera presencia de la muchacha. Todo lo que decía la muchacha le complacía, le intrigaba, le hacía levantar la cabeza del plato y asentir.
Lo extraño era que la caída en desgracia de la muchacha debería haber satisfecho a Mariam, quién debería haberse sentido vengada, pero no era así. No, no lo era. Sorprendida de sí misma, Mariam descubrió que la compadecía.
También era durante la cena cuando la muchacha soltaba toda una retahíla de preocupaciones. Encabezaba la lista con una posible neumonía, de la que sospechaba al oír la más mínima tos del bebé. Luego estaba la disentería, cuyo espectro despertaba cada vez que hallaba una deposición un poco líquida. Y cualquier salpullido tenía que ser la viruela o el sarampión.
- No deberías encariñarte tanto con ella - espetó Rashid una noche.
¿Qué quieres decir?
- La otra noche estaba escuchando la radio. La Voz de América. Y oí una estadística interesante. Dijeron que en Afganistán uno de cada cuatro niños morirá antes de cumplir cinco años."

Mis soles espléndidos - Khaled Hosseini

miércoles, 19 de agosto de 2015

falsificando con verdad

"Muy pocos coleccionistas sabrán cuál es el país con la mejor reputación entre los falsificadores de estampillas, o sea aquel del cual provienen las falsificaciones mejor logradas.  Es Bélgica. Los belgas falsifican no sólo sus propias estampillas (la falsificación más famosa es la de la estampilla belga de cinco francos), sino que con el mismo gusto falsifican estampillas extranjeras, por ejemplo la estampilla alemana de Marruecos de una peseta.
Para desprenderse de su producción, los falsificadores descubrieron un truco grandioso, que por un lado les permite obtener mayores ganancias y por otro lado los protege contra las sanciones. Lo que hacen es señalar expresamente a sus falsificaciones como lo que son. De este modo renuncian a cobrar sumas astronómicas, puesto que no venden las estampillas falsas como si fueran verdaderas. Pero como sus compradores son en su mayoría personas que sí tienen la honorable intención de hacer eso, los productores pueden pedir un precio muy conveniente por esas estampillas que no han sido falsificadas, según dicen, sino que fueron reproducidas con fines científicos. Lo que hacen es enviar a pequeñas filatelias unas ofertas en las que elogian sus impecables imitaciones de estampillas fuera de circulación, la admirable ejecución con un procedimiento totalmente novedoso, la matemática fidelidad de los dibujos, sus sobresellos, los colores, el papel, las marcas de agua, el dentado y -no debemos olvidar - los sellos."

Juicios a las brujas y otras catástrofes - Walter Benjamin

lunes, 17 de agosto de 2015

el corazón del hogar

"Creo que la cocina es el lugar del mundo que más me gusta. En la cocina, no importa de quién ni cómo sea, o en cualquier sitio donde se haga comida, no sufro. Si es posible, prefiero que sea funcional y que esté muy usada. Con los trapos secos y limpios, y los azulejos blancos y brillantes.
Incluso las cocinas muy sucias me encantan. Aunque haya restos de verduras esparcidos por el suelo y esté tan sucio que la suela de las zapatillas quede ennegrecida, si la cocina es muy grande, me gusta. Si allí se yergue una nevera enorme, llena de comida como para pasar un invierno, me gusta apoyarme en su puerta plateada. Cuando levanto los ojos de la cocina grasienta y del cuchillo oxidado, en la ventana brillan estrellas solitarias.
Sólo estamos la cocina y yo. Pero creo que es mejor que pensar que en este mundo estoy yo sola."

Kitchen - Banana Yoshimoto



viernes, 14 de agosto de 2015

la imagen fugitiva

"Aquel cajón estaba lleno de fotografías suyas. Me mostró muchas de ellas, antiguas y recientes.

- Todas muertas - le dije.

Se volvió de golpe para mirarme.

- ¿Muertas?

- Por cuánto quieren parecer vivas.

- ¿ Incluso ésta, con la sonrisa?

- Y ésta, pensativa; y ésta otra, con los ojos bajos.

- ¿ Pero cómo muerta, si estoy aquí, viva?

- Ah, usted sí; porque ahora no se ve. Pero cuando está delante del espejo, en el momento en que se contempla, no está más viva.
- ¿Y por qué?
- Porque hace falta que usted detenga un momento su  vida para verse. Como delante de una máquina fotográfica. Usted se compone. Y componerse es como volverse estatua por un momento. La vida se mueve continuamente, y no puede nunca verse realmente a sí misma.

- ¿Entonces, yo, viva, no me veo nunca?

- Jamás del mismo modo en que puedo verla yo. Pero yo veo una imagen suya que es solamente mía; no es por cierto la suya. La suya, viva, tal vez habrá podido usted entreverla, apenas, en alguna foto instantánea que le hayan hecho. Pero le habrá dado una ingrata sorpresa. Le habrá, tal vez, costado reconocerse allí, no compuesta, en movimiento.

- Es verdad.

- Usted no puede reconocerse más que arreglada:  estatua, no viva.

Cuando uno vive, no se ve. Conocerse es morir. Usted se dedica tanto a mirarse en este espejo, en todos los espejos, porque no vive; no sabe, no puede o no quiere vivir. Quiere demasiado conocerse, y no vive.

- ¡Pero para nada ! No llego a detenerme nunca ni por un momento yo.

- Pero quiere verse siempre. En cada acto de su vida. Como si tuviese siempre frente a usted la imagen de usted misma, en cada acto, en cada movimiento. Y su carencia proviene tal vez de esto. Usted no quiere que su sentimiento sea ciego. Lo obliga a abrir los ojos y a verse en un espejo que le pone siempre delante. Y el sentimiento, súbito, así como se ve, se congela. No se puede vivir delante de un espejo. Procure no mirarse más. Porque no llegará nunca a saber cómo la ven los otros. ¿Y de qué vale que se conozca sólo para usted misma? Le puede suceder que no comprenda ya por qué debe mantener siempre la imagen que el espejo le devuelve."

Uno, ninguno y cien mil - Luigi Pirandello