sábado, 23 de noviembre de 2013

un momento crucial

"Pero lo que fundamentalmente ocupaba mi mente era el problema de cómo debía yo actuar, una vez convertido en confidente de esta revelación. Había comprobado que el hombre era inteligente, vigilante, concienzudo y exacto. ¿Pero durante cuánto tiempo podía seguir así en su estado de ánimo? A pesar de lo humilde de su cargo tenía una importantísima responsabilidad. ¿Me gustaría a mí, por ejemplo, arriesgar mi propia vida confiando en la posibilidad de que continuase ejerciendo su labor con precisión? Incapaz de no sentir que sería una especie de traición si informase a sus superiores de lo que me había dicho sin antes hablar claramente con él para proponerle una postura intermedia, resolví por fin ofrecerme para acompañarlo (conservando de momento el secreto) al mejor médico que pudiéramos encontrar por aquellos alrededores y pedirle consejo. Me había advertido que la noche siguiente tendría un cambio de turno, y saldría una hora o dos después del amanecer, para empezar de nuevo después de anochecer. Yo había quedado en regresar de acuerdo con este horario."

El guardavías - Charles Dickens







lunes, 18 de noviembre de 2013

unclaimed

"X sat looking at the door for a long while, then turned his chair around toward the writing table and picked up his portable typewriter from the floor. He made space for it on the messy table surface, pushing aside the collapsed file of unopened letters and packages. He thought if he wrote  letter to an old friend of his in New York there might be some quick, however slight, therapy in it for him. But he couldn´t insert his notepaper into the roller properly, his fingers were shaking so violently now. He put his hands down at sides for a minute, then tried again, but finally crumpled the notepaper in his hand.
He was aware that he ought to get the wastebasket out of the room, but instead of doing anything about it, he put his arms on the typewriter and rested his head again, closing his eyes."

For Esmé , with love and squalor - J.D.Salinger


sábado, 16 de noviembre de 2013

¿el final existe o se hace?

"En el barco teníamos un entretenimiento que nos ayudaba a pasar el tiempo..., al menos por la noche, en el salón de fumadores, cuando los hombres se recuperaban de la monotonía y el aburrimiento del día. Consistía en terminar historias inacabadas. Es decir, alguien contaba una historia menos el final, y luego los demás trataban de proporcionar un final inventado por ellos mismos.  Cuando todos los que querían probar suerte terminaban, el hombre que había contado la historia relataba el final verdadero.  , y luego se podía elegir.  A veces los finales nuevos resultaban mejores que los antiguos. Pero la historia que requirió un esfuerzo más insistente, decidido y ambicioso fue una que no tenía final, por lo que no teníamos nada con lo que comparar los finales nuevos."

Un cuento sin final - Mark Twain


lunes, 11 de noviembre de 2013

una novela contundente

"La prosa narrativa extensa denominada novela, a falta de un mejor nombre, aún ha de sacudirse al mandato de su propia normalidad tal como se promulgó en el siglo XIX : relatar una historia poblada de personajes cuyas opciones y destinos son  los de la presunta vida real corriente.  Las narraciones que se desvían de esta norma artificial y cuentan otra clase de historias, o parecen no contar ninguna, se inspiran en tradiciones más venerables que la del siglo XIX, pero aún, hasta la fecha, parecen innovadoras, ultraliterarias o excéntricas.
Pienso en las novelas que se desarrollan sobre todo por medio del diálogo, novelas despiadadamente jocosas (y que por ende parecen exageradas) o didácticas; novelas cuyos personajes pasan la mayor parte del tiempo cavilando o discutiendo con un interlocutor cautivo sobre asuntos intelectuales o espirituales; novelas que se refieren a la iniciación, de una persona joven e ingenua, en una sabiduría desconcertante o en una abyección reveladora; novelas con personajes que cuentan con opciones sobrenaturales, como la transformación y la resurrección; novelas que evocan una geografía imaginaria. Parece extraño calificar los Viajes de Gulliver, el Cándido, Tristam Shandy, Jacques el fatalista y su amo, Alicia en el país de las maravillas, o la Correspondencia a través de la habitación de Gershenzon e Ivanov, El castillo de Kafka, El lobo estepario de Hesse, Las olas de Woolf, Juan Raro de Olaf Stapledon, Ferdyduke de Gombrowicz, Las ciudades invisibles de Calvino, o incluso las narraciones pornogáficas, simplemente de novelas. Para plantear que estas se encuentran en los distritos periféricos de la tradición principal de la novela, se invocan etiquetas especiales:
Ciencia-ficción
Cuento, fábula, alegoría
Novela filosófica
Novela onírica
Novela visionaria
Literatura fantástica
Literatura de sabiduría
Parodia
Excitante sexual

La convención dicta que adjudiquemos muchas proezas literarias perdurables de los últimos siglos a una u otra de estas categorías.
La única novela que conozco que se ajusta a todas ellas es la extremadamente original, taciturna y divertidísima Bajo el glaciar de Halldór Laxness."

Al mismo tiempo (Ensayos y Conferencias) - Susan Sontag


miércoles, 6 de noviembre de 2013

la fuerza bruta

"La mujer de Curley se separó un poco del hombre y opinó: -Me parece que usted está loco.
-No, no es cierto -explicó diligentemente Lennie- George dice que no estoy loco.  Me gusta acariciar cosas lindas con los dedos, cosas suaves.
- Bueno, dijo la mujer, algo tranquilizada - ¿ a quién no le gusta? A todo el mundo le gusta.  A mí me gusta palpar la seda y el terciopelo. ¿A usted le gusta tocar terciopelo?
- Claro que sí, por Dios. - repuso Lennie riendo de placer - Y también tuve un poco, hace tiempo. Una señora me dio un poco, y esa señora era.... mi tía Clara. Me lo regaló.... un pedazo así de grande. Me gustaría ahora tener ese terciopelo - Se le arrugó el ceño - Lo perdí. Hace mucho que no lo veo.
- Está loco de remate - rió la mujer de Curley - Pero no es malo. Como un niño grande. Pero una puede comprender lo que dice. A veces, me peino, me quedo sentada acariciándome el cabello porque es tan suave. -Para mostrar cómo lo hacía, se pasó los dedos sobre lo alto de la cabeza. -Hay quienes tienen el pelo muy áspero. -comenzó complacida- Como Curley. Tiene el pelo como alambre. Pero el mío es lindo y sedoso. Claro que me lo cepillo mucho. Por eso es lindo. Vea... pase la mano por aquí. -Tomó la mano de Lennie y se la llevó sobre la cabeza. - Toque aquí y vea qué sedoso es.
Los grandes dedos de Lennie empezaron a acariciarle el cabello.
- No me lo enrede - pidió la mujer.
- Oh ¡qué lindo ! . -exclamó Lennie, y acarició con más fuerza- ¡Qué lindo!
- Cuidado, ahora me lo va a enredar . - Y luego gritó furiosa la mujer: -¡Basta ya, me va a enredar todo el cabello! -Hizo bruscamente a un lado la cabeza, y los dedos de Lennie se cerraron en sus cabellos y los apretaron.
- ¡Suelte, suélteme, le digo !
Lennie estaba en pánico. Se contorsionó su rostro. Gritó entonces la mujer, y la otra mano de Lennie se cerró sobre su boca y su nariz.
- No, por favor, - rogó - ¡Oh! por favor, no haga eso, George se va a enojar.
Ella luchó violentamente bajo las manos enormes. Se sacudieron sus pies sobre el heno y serpenteó todo su cuerpo para liberarse; y por debajo de la mano de Lennie surgió un chillido ahogado. Lennie empezó a gritar de terror.
- Oh, por favor no haga eso -volvió a rogar - George va a decir que hice un disparate. No me va a dejar cuidar los conejos. - Movió un poco la mano, y surgió un áspero grito. Entonces Lennie se encolerizó -Le he dicho que no. No quiero que grite. Me va a meter en un lío, como dijo George. No haga eso -Y ella continuó luchando , desorbitados los ojos de terror. -No siga gritando -dijo Lennie y la sacudió, y el cuerpo de la mujer se movió flácidamente como un pez. Y luego quedó quieto, porque Lennie le había quebrado el cuello."

De ratones y hombres - John Steinbeck

lunes, 4 de noviembre de 2013

el rigor de lo normal

" Se sentó en la cama y me explicó que habían tomado informes sobre mi vida privada. Se había sabido que mi madre había muerto recientemente en el asilo. Se había hecho entonces una investigación en Marengo. Los instructores se habían enterado de que «yo había dado pruebas de insensibilidad» el día del entierro de mamá. «Usted comprenderá», me dijo el abogado, «me molesta un poco tener que preguntarle esto. Pero es muy importante. Si no encuentro alguna propuesta será un sólido argumento para la acusación». Quería que le ayudara. Me preguntó si había sentido pena aquel día. Esta pregunta me sorprendió mucho y me parecía que me habría sentido muy molesto si yo hubiera tenido que formularla. Sin embargo, respondí que había perdido un poco la costumbre de interrogarme y que me era difícil informarle. Sin duda quería mucho a mamá, pero eso no quería decir nada. Todos los seres normales habían deseado más o menos la muerte de aquellos a quienes amaban. Aquí el abogado me interrumpió y pareció muy agitado. Me hizo prometer que no diría tal cosa en la audiencia ni ante el juez instructor. Le expliqué que tenía una naturaleza tal que las necesidades físicas alteraban a menudo mis sentimientos. El día del entierro de mamá estaba muy cansado y tenía sueño, de manera que no me di cuenta de lo que pasaba. Lo que podía afirmar con seguridad es que habría preferido que mamá no hubiese muerto. Pero el abogado no pareció conforme. Me dijo: «Eso no es bastante.» "

El extranjero - Albert Camus







viernes, 1 de noviembre de 2013

self discovery


The shadow, then, of the life of the college passed gravely over his consciousness. It was a grave and ordered and passionless life that awaited him, a life without material cares. He wondered how he would pass the first night in the novitiate and with what dismay he would wake the first morning in the dormitory. The troubling odour of the long corridors of Clongowes came back to him and he heard the discreet murmur of the burning gasflames. At once from every part of his being unrest began to irradiate. A feverish quickening of his pulses followed, and a din of meaningless words drove his reasoned thoughts hither and thither confusedly. His lungs dilated and sank as if he were inhaling a warm moist unsustaining air and he smelt again the moist warm air which hung in the bath in Clongowes above the sluggish turf-coloured water.
Some instinct, waking at these memories, stronger than education or piety, quickened within him at every near approach to that life, an instinct subtle and hostile, and armed him against acquiescence. The chill and order of the life repelled him. He saw himself rising in the cold of the morning and filing down with the others to early mass and trying vainly to struggle with his prayers against the fainting sickness of his stomach. He saw himself sitting at dinner with the community of a college. What, then, had become of that deep-rooted shyness of his which had made him loth to eat or drink under a strange roof? What had come of the pride of his spirit which had always made him conceive himself as a being apart in every order?
The Reverend Stephen Dedalus, S.J.
His name in that new life leaped into characters before his eyes and to it there followed a mental sensation of an undefined face or colour of a face. The colour faded and became strong like a changing glow of pallid brick red. Was it the raw reddish glow he had so often seen on wintry mornings on the shaven gills of the priests? The face was eyeless and sour-favoured and devout, shot with pink tinges of suffocated anger. Was it not a mental spectre of the face of one of the jesuits whom some of the boys called Lantern Jaws and others Foxy Campbell?
He was passing at that moment before the jesuit house in Gardiner Street and wondered vaguely which window would be his if he ever joined the order. Then he wondered at the vagueness of his wonder, at the remoteness of his own soul from what he had hitherto imagined her sanctuary, at the frail hold which so many years of order and obedience had of him when once a definite and irrevocable act of his threatened to end for ever, in time and in eternity, his freedom. The voice of the director urging upon him the proud claims of the church and the mystery and power of the priestly office repeated itself idly in his memory. His soul was not there to hear and greet it and he knew now that the exhortation he had listened to had already fallen into an idle formal tale. He would never swing the thurible before the tabernacle as priest. His destiny was to be elusive of social or religious orders. The wisdom of the priest's appeal did not touch him to the quick. He was destined to learn his own wisdom apart from others or to learn the wisdom of others himself wandering among the snares of the world.
The snares of the world were its ways of sin. He would fall. He had not yet fallen but he would fall silently, in an instant. Not to fall was too hard, too hard; and he felt the silent lapse of his soul, as it would be at some instant to come, falling, falling, but not yet fallen, still unfallen, but about to fall."

A portrait of the Artist as a Young Man - James Joyce