viernes, 31 de julio de 2015

una condición intrínseca

"Hasta un niño sabría también por una ley intrínseca, tanto las comunidades como los individuos somos imitadores y que si se habla mucho de un linchamiento esto producirá otros linchamientos, aquí, allí y más allá; que con el tiempo eso se convertirá en manía, en una moda que se irá extendiendo más y mas, año tras año, estado por estado, como una enfermedad contagiosa.
Probablemente el incremento sea resultado del innato instinto humano de la imitación, sumado a la debilidad más frecuente en el hombre:  su aversión a ser desagradablemente notado, señalado y evitado por impopular dentro del grupo. El otro nombre de tal debilidad es cobardía moral y caracteriza a 9.999 de hombres de cada diez mil. No quiero decir que yo haya descubierto esto;  muy íntimamente,  hasta el más tonto de nosotros lo sabe. La historia no nos dejará olvidar ni ignorar este rasgo supremo de nuestro carácter. El que persistente y sardónicamente nos recuerda que, desde el comienzo del mundo, todas las revueltas contra la infamia y la opresión públicas han sido iniciadas por ese único hombre valiente entre los diez mil, mientras que el resto se ha limitado a esperar tímidamente, para luego adherir lenta y dubitativamente, bajo la influencia de ese hombre y de sus compañeros de los otros grupos de diez mil. "

Antiimperialismo patriotas y traidores - Mark Twain


miércoles, 29 de julio de 2015

porque también somos un cuerpo

" ¿Qué haces? - me preguntó mi mujer cuando vio que me demoraba más que lo habitual ante el espejo.
- Nada - le respondí-, me miro aquí, dentro de la nariz, en este orificio. Al apretar, noto cierto dolorcito.
Mi mujer sonrió y dijo:
- Creí que mirabas de qué lado se te inclina.
Me volví como un perro al que le hubiesen pisado la cola :
- ¿Se me inclina? ¿A mí? ¿ La nariz ?
Y mi mujer plácidamente:
- Sí, querido. Míratela bien: se te inclina hacia la derecha.
Tenía veintiocho años y siempre, hasta entonces, había considerado mi nariz, si no exactamente bella, al menos muy decente, como todas las otras partes de mi cuerpo. Para mí, había sido fácil admitir y sostener lo que normalmente admiten y sostienen todos aquellos que no han tenido la desgracia de recibir un cuerpo deforme: que es una estupidez envanecerse de la propia contextura. Por eso, el descubrimiento imprevisto e inesperado de aquel defecto me irritó como un inmerecido castigo.
Vio tal vez mi mujer mucho más en aquella irritación mía y agregó enseguida que si reposaba yo en la certeza de ser en todo sin falla, me levantase ya, pues así como tenía la nariz inclinada hacia la derecha...
- ¿Qué más?
¡Otras cosas más, algunas otras! ... Mis cejas parecían dos acentos circunflejos, ^^, mis orejas estaban mal colocadas, una más sobresaliente que la otra... Y otros defectos...
- ¿Otros?
Y sí, otros; en las manos, el dedo meñique; y las piernas (¡ no torcidas, no!); la derecha un poco más arqueada que la otra... hacia la rodilla, un poquito.
Después de un atento examen, tuve que reconocer verdaderos todos estos defectos. Y solo entonces, trocada la certidumbre en dolor y humillación, inesperadamente mi mujer me exhortó para consolarme, a no afligirme tanto, que así y todo, en conjunto, era yo un lindo hombre"

Uno, ninguno y cien mil - Luigi Pirandello


lunes, 27 de julio de 2015

death restored the truth

"In fear and shame she looked at his naked body, that she had known falsely. And he was the father of her children. Her soul was torn from her body and stood apart. She looked at his naked body and was ashamed, as if she had denied it. After all, it was itself. It seemed awful to her. She looked at his face, and she turned her own face to the wall. For his look was other than hers, his way was not her way. She had denied him what he was - she saw it now. She had refused him as himself. - And this had been her life, and his life. - She was grateful to death, which restored the truth. And she knew she was not dead.
And all the while her heart was bursting with grief and pity for him. What had he suffered? What stretch of horror for this helpless man! She was rigid with agony. She had not been able to help him. He had been cruelly injured, this naked man, this other being, and she could make no reparation. There were the children - but the children belonged to life. This dead man had nothing to do with them. He and she were only channels through which life had flowed to issue in the children. She was a mother - but how awful she knew it now to have been a wife. And he, dead now, how awful he must have felt it to be a husband. She felt that in the next world he would be a stranger to her. If they met there, in the beyond, they would only be ashamed of what had been before. The children had come, for some mysterious reason, out of both of them. But the children did not unite them. Now he was dead, she knew how eternally he was apart from her, how eternally he had nothing more to do with her. She saw this episode of her life closed. They had denied each other in life. Now he had withdrawn. An anguish came over her. It was finished then: it had become hopeless between them long before he died. Yet he had been her husband. But how little! "

Odour of chrysanthemums - D.H.Lawrence


viernes, 24 de julio de 2015

¿cómo ha sido educado ese muchacho?

"El otro día en San Francisco, "un muchacho bien vestido, camino de la escuela dominical, fue arrestado y encarcelado por haber apedreado a un chino". ¡Qué comentario sobre la justicia humana! ¡Qué modo tan triste de subrayar nuestra humana disposición a tiranizar a los débiles ! San Francisco no tiene derecho a sentirse muy orgullosa por el tratamiento dado a ese pobre chico. ¿Cómo ha sido educado el muchacho?
¿Cómo iba él a saber que apedrear a un chino no está bien?  Antes de tomar partido en su contra y ponernos de parte de la ultrajada San Francisco, debemos darle una oportunidad:  escuchemos el testimonio de la defensa. Era un chico "bien vestido y frecuentaba la escuela dominical; por tanto, es probable que tenga unos padres inteligentes, de posición acomodada, con la suficiente villanía natural en su ánimo como para sentir un gran interés por la prensa diaria y disfrutar de ella, de modo que ese muchacho ha tenido oportunidad de aprender cómo actuar correctamente durante la semana, así como los domingos. Es así cómo ha descubierto que la rica comunidad de California impone a Juan el extranjero una tasa ilegal de minería, y que impone a Pedro el extranjero extraer oro sin pagar nada, probablemente porque el degradado mongol no gasta nada en whisky , mientras que el refinado celta no puede pasarse sin él. Es así como ha descubierto que un número respetable de cobradores de impuestos -sería descortés decir que todos ellos- cobran dos veces en lugar de una, y que, como sólo lo hacen para desalentar la migración de chinos hacia las minas, se trata de una actividad que merece el aplauso, y que incluso puede ser considerada divertida. Es así como ha descubierto que, cuando un hombre blanco roba oro de la mesa  de la mesa de lavar de un buscador de oro (el término "hombre blanco" designa a españoles, portugueses, irlandeses, hondureños, peruanos, chilenos y otros) es expulsado de la explotación minera, y que cuando es un chino quien lo hace, lo cuelgan. Y es así como ha descubierto que en muchos distritos de la extensa costa del Pacífico el amor por la justicia es tan agreste y libre en los corazones de los hombres que siempre que se comete algún crimen misterioso la gente dice "Que se haga justicia, así el cielo caiga sobre nuestras cabezas", y ahorcan a algún chino. Es así como ha descubierto, estudiando a diario la mitad de la sección "Noticias locales", que la policía de San Francisco vivía adormecida o muerta, y que, estudiando a diario la otra mitad, los reporteros habían enloquecido de admiración por la energía, la virtud, la gran eficiencia y la temeraria intrepidez de esa misma policía, haciendo numerosas referencias a cómo "el incansable agente Fulanito" detuvo a un peligroso chino que estaba robando gallinas y lo llevó gloriosamente a la cárcel; a cómo el "el bravo  detective Menganito" vigiló silenciosamente los movimientos de un hijo de Confucio de ojos almendrados" (el periodista tiene un gran sentido del humor) , siguiéndole con aquella mirada distante y vacía que siempre ha sido característica del policía de cuarenta dólares durante sus horas de vigilia, y finalmente lo capturó en el acto de meter mano a un puñado de agujas dejadas en una situación expuesta por su propietario; a cómo un agante realizó tal proeza y otro otra y aún otro otra - y todas esas proezas tenían como elemento central un chino, acusado de un crimen de centavos, un infeliz  cuya infracción debe ser convertida en una enormidad para evitar que el público sepa cuántos bandidos realmente importantes han dejado de ser presos mientras tanto y hasta qué punto esos policías son sobrevalorados. Es así cómo el chico ha descubierto que el Congreso, a pesar de saber que la Constitución ha hecho de los Estados Unidos el refugio de los pobres y los oprimidos de todas las naciones y que, por lo tanto, no se puede cobrar a los pobres y oprimidos que buscan protección en nuestro suelo ninguna tasa de admisión, aprobó una ley que establece que todo chino, al pisar suelo estadounidense, tendrá que ser vacunado en el muelle y pagar al funcionario designado por el Estado una tasa de 10 dólares por el servicio, cuando existen en San Francisco muchísimos médicos que lo harían por menos de 50 centavos.  Es así cómo ha descubierto que ningún chino tenía los derechos que todos deben respetar, que el sufrimiento de los chinos no causa pesar, que su vida y su libertad no valen ni un centavo si algún hombre blanco necesita un chivo expiatorio, que nadie quiere a los chinos, que nadie es su amigo, que nadie le ahorra sufrimiento cuando es conveniente inflingirle sufrimiento; que todo el mundo - individuos, comunidades, e incluso el Estado soberano . se unen en el odio, el abuso y la persecución de esos extranjeros humildes. O sea, nada podría haber sido más natural, para ese chico de corazón puro camino de la iglesia, que decirse, después de tomar nota de todos esos incentivos para su virtuosa acción "Ah ¡Por ahí viene un chino! Dios no me querrá si no lo apedreo!"

Antiimperialismo Patriotas y Traidores (1870) - Mark Twain




miércoles, 22 de julio de 2015

Isabel y el humor

"Somos gente con sentido del humor y nos gusta reírnos, aunque en el
fondo preferimos la seriedad. Del presidente Jorge Alessandri (1958–1964),
un solterón neurótico, que sólo bebía agua mineral, no permitía que se
fumara en su presencia y andaba invierno y verano con abrigo y bufanda, la
gente decía con admiración: «¡Qué triste está don Jorge!». Eso nos
tranquilizaba, porque era signo de que estábamos en buenas manos: las de un
hombre serio, o mejor aún, las de un viejo depresivo que no perdía su
tiempo con alegría inútil. Esto no quita que la desgracia nos parezca
divertida; afinamos el sentido del humor cuando las cosas andan mal y como
siempre nos parece que andan mal, nos reímos a menudo. Así compensamos un
poco nuestra vocación de quejarnos por todo. La popularidad de un personaje
se mide por los chistes que provoca; dicen que el presidente Salvador
Allende inventaba chistes sobre él mismo –algunos bastante subidos de
color– y los echaba a rodar. Durante muchos años mantuve una columna en una
revista y un programa de televisión con pretensiones humorísticas, que
fueron tolerados porque no había mucha competencia, ya que en Chile hasta
los payasos son melancólicos. Años más tarde, cuando empecé a publicar una
columna similar para un periódico en Venezuela, cayó pésimo y me eché un
montón de enemigos encima, porque el humor de los venezolanos es más
directo y menos cruel.
 Mi familia se distingue por las bromas pesadas, pero carece de
refinamiento en materia de humor; los únicos chistes que entiende son los
cuentos alemanes de don Otto. Veamos uno: una señorita muy elegante suelta
una involuntaria ventosidad y para disimular hace ruido con los zapatos,
entonces don Otto le dice (con acento alemán): «Romperás un zapato,
romperás el otro, pero nunca harás el ruido que hiciste con el poto». Al
escribir esto, lloro de risa. He tratado de contárselo a mi marido, pero la
rima es intraducible y además en California un chiste racista no tiene la
menor gracia. Me crié con chistes de gallegos, judíos y turcos. Nuestro
humor es negro, no dejamos pasar ocasión de burlarnos de los demás, sea
quien sea: sordomudos, retardados, epilépticos, gente de color,
homosexuales, curas, «rotos», etc. Tenemos chistes de todas las religiones
y razas.
 Oí por primera vez la expresión politically correct a los cuarenta y
cinco años y no he logrado explicar a mis amigos o mis parientes en Chile
lo que eso significa. Una vez quise conseguir en California un perro de
esos que adiestran para los ciegos pero que son descartados porque no pasan
las duras pruebas del entrenamiento. En mi solicitud tuve la mala idea de
mencionar que quería uno de los canes «rechazados» y a vuelta de correo
recibí una seca nota informándome que no se usa el término «rechazado», se
dice que el animal «ha cambiado de carrera». ¡Vaya uno a explicar eso en
Chile!
Mi matrimonio mixto con un gringo americano no ha sido del todo malo;
nos avenimos, aunque la mayor parte del tiempo ninguno de los dos tiene
idea de qué habla el otro, porque siempre estamos dispuestos a darnos
 mutuamente el beneficio de la duda. El mayor inconveniente es que no
compartimos el sentido del humor; Willie no puede creer que en castellano
suelo ser graciosa y por mi parte nunca sé de qué diablos se ríe él. Lo
único que nos divierte al unísono son los discursos improvisados del
presidente George W. Bush."

Mi país inventado - Isabel Allende



lunes, 20 de julio de 2015

lo que influye en nosotros

"Hasta que tuve cuarenta y tantos años -podría dar una fecha más precisa viendo cuando escribí Al faro, pero la tranquilidad con que escribo no me induce a tomarme tal molestia -, la presencia de mi madre me obsesionó. Podía oír su voz, verla a ella, imaginar lo que haría o diría, mientras yo hacía mis tareas cotidianas. Fue una de esas invisibles presencias que, a fin de cuentas, tanta importancia todavía tiene en nuestras vidas. Esta influencia -con esto quiero decir la conciencia de que otros grupos influyen en nosotros, la opinión pública, lo que prójimo dice y piensa, todos esos imanes que nos atraen para que seamos de esa manera, o que nos repelen para que seamos  de la otra - nunca ha sido analizada ni siquiera en una de esas vidas con cuya lectura disfruto tanto, o lo ha sido de modo muy superficial.
Sin embargo, gracias a esas invisibles presencias "el tema de estas memorias" deriva hacia aquí o hacia allá, día tras día de su vida; son esas influencias las que determinan su posición. Consideremos lo inmensas que son las fuerzas que la sociedad proyecta sobre cada uno de nosotros, cómo cambia la sociedad de una década a otra; bien, también de una clase social a otra, y si no podemos analizar esas invisibles presencias, muy poco sabremos del tema de las memorias, y, en ese caso qué trivial se vuelve la escritura de vidas. Me veo como un pez en una corriente, desviado, detenido en un sitio, pero no puedo explicar las corrientes."

 Momentos de vida - Virginia Woolf


viernes, 17 de julio de 2015

no sé qué es lo que no sé

"Te confieso, Señor, que sigo desconociendo qué es el tiempo. Por otra parte, te confieso, Señor, que sé que pronuncio estas palabras por el tiempo, y que hace ya mucho que vengo hablando del tiempo, y que este mucho no sería mucho a no ser por la duración del tiempo. ¿Y cómo sé esto, si desconozco qué es el tiempo? ¿O es que quizá no sé expresar lo que sé? ¡Ay de mi que ni siquiera sé que es lo que no sé! Aquí estoy Dios mío, delante de ti, a quien no miento. Cuales son mis palabras tal es mi corazón. Tú alumbrarás mi lámpara. Señor Dios mío, tú alumbrarás mis tinieblas."

Confesiones - San Agustín



miércoles, 15 de julio de 2015

correct mistakes

"My son´s schoolbag lay abandoned on the rug. The light in the Professor´s study was dim. Outside the window, the blossoms on the apricot tree were heavy with rain.
The Professor never really seemed to care whether we figured out the right answer to a problem. He prefered our wild, desperate guesses to silence, and he was even more delighted when those guesses led to new problems that took us beyond the original one. He had a special feeling for what he called "correct miscalculation" for he believed that mistakes were often as revealing as the right answers. This gave us confidence even when our last efforts came to nothing".

The housekeeper and the Professor - Yoko Ogawa


lunes, 13 de julio de 2015

ese baile

"Hacíamos el baile apache, que según entiendo yo, en otro país fuera de aquí, es de una mujer de la  calle; una trotona, yo así lo entiendo porque antes de salir al entablado Manuel me daba un monedero. El hombre quiere que la mujer le entregue el dinero y entonces, bailando, bailando, le jala los cabellos, la avienta, la estruja, la apachurra, le da sus cates, y queda una toda desgreñada y llena de moretones. Cuando por fin me tiraba al suelo, era un descanso. Quedaba yo culimpinada, y él me alzaba la falda y me sacaba los centavos de la media. No sé quién inventó ese baile pero ha de haber sido un bárbaro. Manuel me lo enseñó muy  bien y se mandaba tanto en los malos tratos, que la gente aplaudía tupido cuando me veía hecha cisco; querían la repetición pero yo ya no podía ni ponerme en pie para recibir el aplauso.
Me tenía que enfundar un traje especial, y un bonito decorado de cara de mujer fatal.  Él  traía un pantalón blanco, camisa negra, cachucha de cuadritos y un paliacate rojo aquí en el pescuezo. A mí me daban como una mascada que me la terciaba así, bailando, bailando y luego me la enredaba en el brazo. A veces él hacía como que me iba a ahorcar con la mascada. ¡Uy, a mí me gustaba rete harto esa movida!  Me regustaba porque era cosa de parranda, de sinvergüenzada y de bailar macizo."

Hasta no verte Jesús mío - Elena Poniatowska


viernes, 10 de julio de 2015

una teoría interesante

"Nunca llegamos a entender por qué a las chicas les preocupaba tanto hacerse mayores ni por qué se sentían obligadas a dedicarse cumplidos, pero a veces, cuando uno de nosotros había leído en voz alta una larga parte del diario, debíamos reprimir la necesidad de echarnos los unos en brazos de los otros o de decirnos que estábamos guapísimos. Supimos de esa cárcel que es ser chica, de los impulsos y sueños que genera y por qué acaban sabiendo qué colores combinan y cuáles no.  Supimos que las chicas eran gemelas nuestras, que todos existíamos en el espacio como animales con idéntica piel y que si ellas lo sabían todo de nosotros, nosotros en cambio no podíamos sacar nada en claro de ellas. Supimos, finalmente, que las hermanas Lisbon eran en realidad mujeres disfrazadas de niñas, que sabían del amor e incluso de la muerte y que nuestra función se reducía simplemente a emitir una especie de ruido que parecía fascinarlas."

Las vírgenes suicidas  - Jeffrey Eugenides


miércoles, 8 de julio de 2015

la eterna injusticia

"Ayer estuve en los talleres tipográficos del Panóptico, a corregir unas pruebas de imprenta.El jefe de ellos es un penitenciado, un bueno, como lo son todos los delincuentes del mundo. Joven, inteligente, muy cortés; Solís, que así se llama el preso, pronto ha hecho grandes inteligencias conmigo, y hame referido su caso, hame expuesto sus quejas, su dolor. –De los quinientos presos que hay aquí –afirma–, apenas alcanzarán a una tercera parte quienes merezcan ser penados de esta manera. Los demás no; los demás son quizás tan o más morales que los propios jueces que los condenaron. Arcenan sus ojos el ribete de no sé qué platillo invisible, y de amargura. ¡La eterna injusticia! Viene hacia mí uno de los obreros.  Alto, fornido, acércasecomo alborozado y me dice: –Señor, buenas tardes. Cómo está usted–.  Y me tiende la mano con viva efusión. No le reconozco. Le pregunto por su nombre. –¿No recuerda usted? Soy Lozano. Usted estuvo en la cárcel de Trujillo cuando yo también estuve en ella. Supe que lo absolvió el Tribunal y tuve mucho gusto. En efecto. Ya le recuerdo. Pobre hombre. Fue condenado a nueve años de penitenciaría, por ser uno de los coautores de un homicidio."

Liberación - César Vallejo


lunes, 6 de julio de 2015

una figura poco clara

"Era antes de la cena. Bebimos vermut. Los que conocían personalmente a Rothenstein lo señalaban a quienes sólo lo conocían de nombre. Sin interrupción entraban por las puertas giratorias hombres que ambulaban lentamente en busca de mesas vacías u ocupadas por amigos. Uno de estos errabundos me interesó, porque yo estaba seguro de que pretendía llamar la atención de Rothenstein.  Había pasado dos veces ante nuestra mesa, con expresión vacilante; pero Rothenstein, sumido en lo más denso de una disquisición sobre Puvis de Chavannes, no lo vio. Era un individuo encorvado, de paso inseguro, más bien alto, muy pálido, con largos cabellos parduscos. Tenía una barba rala, o más bien una barbilla que se batía en retirada al abrigo de unos cuantos pelos arracimados y tímidamente rizados. Era un sujeto de extraña catadura; pero en el noventa, las apariciones raras eran más frecuentes, creo, que en la actualidad. Los jóvenes escritores de aquella época —y yo estaba seguro de que éste lo era— trataban de singularizarse por su aspecto. Mas los esfuerzos de este hombre habían sido infructuosos. Usaba un sombrero negro, blando, de corte clerical, pero de intención bohemia, y una capa impermeable de color gris que, acaso porque era impermeable, no llegaba a ser romántica. Arribé a la conclusión de que “borroso” era le mot juste para él. Yo había hecho mis primeras armas en la literatura y buscaba siempre fervorosamente le mot juste, ese Santo Grial de la época.

El hombre borroso se acercaba nuevamente a nuestra mesa, y esta vez resolvió detenerse.

—Usted no me recuerda —dijo con voz inexpresiva.  Rothenstein lo miró vivamente.

—Sí, lo recuerdo —repuso al cabo de un momento, con menos efusión que orgullo: orgullo de su memoria—. Edwin Soames.

—Enoch Soames —dijo Enoch.

—Enoch Soames —repitió Rothenstein, dando a entender por el tono de su voz que ya era bastante haber acertado con el apellido—. Nos encontramos dos o tres veces en París, cuando vivía usted allí.  En el Café Groche.

—Y una vez yo fui a su estudio.

—Oh, sí; lamenté haber estado ausente.
—¿Ausente? No. Me mostró algunos de sus cuadros, ¿recuerda? ... Tengo entendido que ahora reside en Chelsea.
—Sí.
Me extrañó que después de este monosílabo el señor Soames no siguiera de largo. Se quedó, pacientemente, como un animal obtuso, como un asno que mira por encima de una cerca. Triste figura la suya. Se me ocurrió que hambriento era quizá le mot juste para él. Pero, ¿hambriento de qué? No parecía apetecer gran cosa. Le tuve lástima. Y Rothenstein, aunque no lo invitara a Chelsea, le pidió que se sentara y bebiera algo. Una vez sentado, pareció más seguro de sí mismo. Echó atrás las alas de la capa con un gesto que —si la capa no hubiera sido impermeable— podía interpretarse como un desafío lanzado al mundo en general. Y pidió un ajenjo."

Enoch Soames - Max Beerbohm


viernes, 3 de julio de 2015

convertida en persona

-Vamos, Gilberta, ven aquí; qué es lo que estás haciendo .gritó
con voz penetrante y autoritaria una señora de blanco, que yo no había
visto, y que tenía detrás, a alguna distancia, a un señor con traje de dril,
para mí desconocido, el cual me miraba con ojos saltones; y la chica
dejó de sonreír; bruscamente, cogió su azada y se marchó, sin volverse
hacia mí, con semblante dócil impenetrable y solapado.
Y así pasó junto a mí ese nombre de Gilberta, dado como un
talismán, con el que algún día quizá podría encontrar a aquel ser,
que por gracia suya ya se había convertido en persona, cuando un
momento antes no era más que una vaga imagen. Y así pasó,
pronunciado por encima de los jazmines y de los alhelíes, agrio y
fresco como las gotas de agua de la manga verde; impregnando,
irisando la zona de aire que atravesó .y que había aislado con todo el
misterio de la vida de la que lo llevaba, ese nombre que servía
para que la llamaran los felices mortales que vivían y viajaban con ella;
y desplegó bajo la planta del espino rosa, y a la altura de mi hombro, la
quintaesencia de su familiaridad, para mí dolorosa, con su vida, con la
parte desconocida de su vida, en donde yo no podía penetrar.

Por el camino de Swann - Marcel Proust



miércoles, 1 de julio de 2015

old friendships

"The Contesse was still looking at him.
"Come M le Curé, tell me about it; tell me how you made up your mind to renounce all that makes the rest of us love life, all that comforts and consoles us. What decided you not to follow the normal path of marriage and family life?   You are neither a mystic nor a fanatic, neither a kil-joy nor a pessimist. Was it something that happened, a great sorrow, that made you take life vows?"
The Abbé Mauduit got up and went to the fire, holding out the heavy shoes of a country priest to the flames. He still seemed to hesitate about answering.
He was a tall, white haired old man, who had been the parish priest of Saint-Antoine-du-Rocher and the neighbourhood for twenty years. The peasantes always said of him: "He´s a real good sort"
He was a good man, kindly, good-tempered, accesible and, above all, generous. He would have divided his cloack like Saint Martin. He was ready to laugh and equally ready to cry, like a woman, which lowered his reputation a little in the eyes of  the dour peasants.
The old Contesse de Saville, who had retired to her castle at Rocher to bring up her grandchildren after the deaths in close sucession of her son and daughter in law, was very fond of her curé and used to say of him: "He´s got a good heart".
He came every Thursday and spent the evening at the castle, and he and the Contesse had become close friends with the genuine, open-hearted friendship possible only to the old."

Miss Harriet and other stories - Guy de Maupassant