sábado, 27 de julio de 2013

una cuestión de palabras


 "De todas formas, no sintieron necesidad alguna de hablar. Se quedaron largo rato sentados, inmóviles; Askenasi recordaría más tarde que en la habitación contigua oía entrechocar platos - estaban poniendo la mesa, o quitándola después del desayuno- , percibió también la voz de su hija cuchicheando con la criada.  Pensó que no sólo Anna sino también su hijita, la criada y el mundo entero sabían -sin palabras ni explicaciones- lo que había ocurrido, que todo el mundo estaba ya al tanto de que Viktor Henrik Askenasi le había sucedido, a la edad de cuarenta y siete años, algo tan inexplicable e irreversible como si el día anterior lo hubiera atropellado un tranvía o le hubieran diagnosticado un cáncer mortal; ya nadie podía hacer nada, había que mantener la calma y la disciplina, y aguardar hasta el desenlace final.  En realidad le hubiera gustado iniciar una conversación amigable con Anna, compartir con ella aquella experiencia, al igual que lo habían compartido todo en la vida; le pareció imposible que ella no se sintiera feliz de que su marido, por fin, le hubiera sucedido algo singular, excepcional y extraordinario.  Pero no lograba dar con las palabras adecuadas para comunicarle la magnífica noticia. Aunque conocía las palabras hasta sus raíces más profundas y era capaz de seguir el rastro de las etimologías más oscuras, aunque trabajaba con las palabras como un albañil con los ladrillos, ahora le parecían instrumentos chapuceros, burdos e inútiles, hechos de una materia cruda y extraña"

La extraña  - Sándor Márai