sábado, 24 de mayo de 2014

a pesar de todo

"En vano los hombres, amontonados por cientos de miles sobre un pequeño espacio de terreno, esterilizaron la tierra que los sustentaba, la cubrieron de piedra a fin de que nada pudiera germinar; en vano arrancaron hasta la última brizna de hierba; en vano saturaron el aire de carbono y petróleo; en vano arrasaron los árboles y exterminaron a los pájaros y a las bestias. Todo en vano; la primavera es siempre la primavera. El sol brilla, la hierba reverdece, no sólo en los prados  y en los bordes de los caminos, sino entre las piedras de las calles; los abedules, los álamos y los cerezos silvestres despliegan su follaje resplandeciente y perfumado; en los tilos se hinchan las yemas dispuestas a estallar; los gorriones, las palomas, las golondrinas construyen alegremente sus nidos; las  abejas y las moscas zumban en el espacio extasiadas al sentir el nuevo calor del sol; todo respira alegremente:  árboles, pájaros, insectos y niños. Sólo los hombres continúan engañándose y atormentándose a sí mismos y a los demás.  No se detienen a admirar en esta mañana de primavera las divinas galas del universo, creado para la dicha de los seres humanos, a los que invita a la paz, a la unión, al amor. No estiman esos dones, no comprenden su carácter sagrado; únicamente piensan en aquello que han imaginado para engañarse y atormentarse mutuamente."

Resurrección - León Tolstoi


miércoles, 21 de mayo de 2014

para aprender

"_  Mamá, ¿allá atrás se acaba el mundo?
_  No, no se acaba.
_  Demuéstramelo.
_  Te voy a llevar más lejos de lo que se ve a simple vista.
Lorenzo miraba el horizonte enrojecido al atardecer mientras escuchaba a su madre. Florencia era su cómplice, su amiga, se entendían con solo mirarse. Por eso la madre se doblegó a la urgencia de la voz del hijo y al día siguiente, su pequeño de la mano, compró un pasaje y medio de vagón de segunda para Cuautla en la estación de San Lázaro.
Que la locomotora arrancara emocionó a Lorenzo, pero ver huir el paisaje en sentido inverso, despidiéndose de él, lo llenó de asombro. ¿Porqué los postes pasaban a toda velocidad y las montañas no se movían? Nada le preocupaba tanto como la línea del horizonte, porque seguramente llegarían al fin del mundo y caerían con todo y tren al abismo. Cuando se iban acercando a la parte más alta de la montaña, Lorenzo se levantó varias veces del asiento. "Allí viene el barranco; ahí se acaba todo". En los ojos del niño Florencia leyó el horror al vacío.
_ No , Lorenzo , vas a ver que todo recomienza. Vas a encontrarte con un valle y a continuación otro valle. Después del Popo y del Itza hay otras montañas, otro horizonte, la Tierra es redonda y gira, no tiene fin, sigue, sigue, y sigue, las puestas de sol dan la vuelta y van a otros países. Nunca se acaban."

La piel del cielo - Elena Poniatowska





martes, 20 de mayo de 2014

música corporal

"Con el objeto de hacer lo que haces, necesitas caminar. En movimiento es como te vienen las palabras, lo que te permite oír su ritmo mientras las escribes en tu cabeza. Un pie, y luego el otro, y el repicar en síncope de tu corazón.  El acto de escribir empieza en el cuerpo, es música corporal, y aunque las palabras tienen significado, es en la música de las palabras donde arrancan los significados. Te sientas en el escritorio con el objeto de transcribir las palabras, pero en tu cabeza sigues caminando, y lo que escuchas es el ritmo de tu corazón. Mandelstam: "Me pregunto cuántos pares de sandalias gastó Dante mientras trabajaba en su Comedia".   Escribir es una forma menor de la danza."

Diario de invierno - Paul Auster


domingo, 18 de mayo de 2014

límites definidos

"Nuestra casa se encontraba en el centro de Calcuta, en la calle Park Street, que sale de Chowringhee. En nuestra casa de dos plantas de color crema, aparte de nosotros solo vivían ingleses. La sala de estar y el dormitorio eran muy espaciosos y los muebles modernos habían sido elegidos precisamente por una pareja joven. Antaño aún no existía el aire acondicionado y en su lugar había un pankha en un rincón moviéndose de un lado a otro. Sobre la cama pendía una hermosa mosquitera blanca  y yo me sentía como las princesas de los cuentos. Teníamos dos chicos; uno se encargaba de la comida y el otro de la habitación y otras tareas.
Los indios de los estratos sociales más bajos tienen su propio código de valores. Por ejemplo, los sirvientes roban. Cuando uno se daba cuenta por casualidad de que una persona concreta había hurtado algo, lo mejor era decirle muy de pasada "Seguro que el anillo que ha desaparecido mañana volverá a aparecer en el tocador", y volvía a aparecer. Si uno no hacía nada, se quedaban con lo robado. Incluso cuando se pillaba a alguien birlando algo, no se le consideraba un ladrón, ya que entonces devolvía lo robado, aun cuando lo hiciera por obligación.
Además, si al comer a uno se le caía la servilleta, nunca debía recogerla por sí mismo. Había que llamer "Boy, boy" y señalar la servilleta con gravedad para que el sirviente la levantara. Y si alguna vez se cometía el error de lavar uno mismo un pañuelo en el baño, al día siguiente los muchachos ya no obedecían, pues entonces para ellos el memsahib pertenecía a la casta de los que recogen por sí mismos las servilletas y se lavan los pañuelos:  a la suya propia."

Kiharu Vida de una geisha - Kiharu Nakamura




viernes, 16 de mayo de 2014

desafiando los siglos

"La finca le pareció bastante importante:  dos bosques, uno de olmos, otro de pinos, flanqueaban como dos alas, una clara, otra oscura, la casa de madera con entresuelo, tejado rojo y muros de color gris sucio. Parecía una edificación para colonos alemanes o militares. Se podía adivinar que, al construirla, el arquitecto, pedante defensor de la simetría, había chocado con los gustos del dueño. Este, dado a la vida cómoda, había condenado todas las ventanas de un lado, sustituyéndolas por un tragaluz que daba sin duda a una oscura despensa. El frontón no ocupaba el centro de la fachada. El arquitecto había tropezado aquí con la tozudez del propietario.  Se había suprimido una columna. Solo quedaban tres. Una verja de madera con gruesos barrotes rodeaba el patio.
El dueño parecía apreciar la soledad por encima de todo. Las cuadras, las cocheras, las dependencias estaban construidas con vigas macizas que desafiaban los siglos. Las casas de los campesinos atraían muchas miradas:  hermosas isbas de madera, sin adornos calados, pero muy bien armadas. El brocal del pozo había sido tallado de madera de roble, en forma de molino o de navío. En una palabra, todo lo que vio Chichikov estaba muy en su sitio y revelaba solidez, anchura y fuerza."

Almas muertas - Nikolái Gógol


jueves, 15 de mayo de 2014

el influjo de la novela

"Cuando, en mi juventud, empecé a tomarme las novelas en serio, aprendí también a tomarme la vida en serio. Las novelas literarias nos convencen de que debemos tomarnos la vida en serio demostrando que tenemos poder para influir en los acontecimientos y que nuestras decisiones personales moldean nuestras vidas.  En sociedades cerradas o semicerradas, donde la elección individual está restringida, el arte de la novela sigue subdesarrollado. Pero cuando el arte de la novela se desarrolla en estas sociedades, invita a la gente a examinar sus vidas, y lo logra mediante la presentación meticulosa de narraciones literarias elaboradas sobre decisiones, sensaciones y rasgos personales del individuo. Cuando dejamos a un lado las narraciones tradicionales y empezamos a leer novelas, sentimos que nuestro propio mundo y nuestras elecciones pueden ser tan importantes como acontecimientos históricos, guerras internacionales y decisiones de reyes, bajás, ejércitos, gobiernos y dioses, y que nuestras sensaciones y pensamientos tienen el potencial de ser mucho más interesantes que todos ellos, lo cual resulta aún más sorprendente.  En mi juventud, mientras devoraba novelas, sentía una asombrosa sensación de libertad y confianza en mí mismo."

El novelista ingenuo y el sentimental  - Orhan Pamuk




lunes, 12 de mayo de 2014

creemos reconocer

"Las novelas son segundas vidas.  Como los sueños de los que habla el poeta francés Gérard de Nerval, las novelas ponen al descubierto los colores y las complejidades de nuestras vidas y están llenas de gente, rostros y objetos que creemos reconocer.  Cuando nos sumergimos en una novela, y al igual que sucede con los sueños, a veces es tan honda la impresión que nos causa la extraordinaria naturaleza de las cosas que leemos, que olvidamos dónde estamos y es como si estuviésemos rodeados de la gente y los acontecimientos imaginarios que estamos presenciando. En esas ocasiones, tenemos la sensación de que el mundo ficticio que descubrimos es más real que el propio mundo real.  El hecho de que esas segundas  vidas puedan parecernos más reales que la realidad significa a menudo que sustituimos las novelas por la realidad, o al menos que las confundimos con la vida real.  Sin embargo, nunca nos quejamos de esta ilusión, de esta ingenuidad. Al contrario, al igual que en algunos sueños, queremos que la novela que estamos leyendo continúe y esperamos que esta segunda vida siga evocando en nosotros un sentido constante de realidad y autenticidad."

El novelista ingenuo  y el sentimental - Orhan Pamuk






lunes, 5 de mayo de 2014

pensamientos de mujer

"En cuanto terminó de comer, Shinji empezó a prepararse para salir de nuevo.  Al verle salir por segunda vez con aquel tiempo tormentoso, la madre, que estaba fregando platos, hizo una pausa y le miró fijamente, pero no se atrevió a preguntarle a dónde iba:  algo en la actitud de su hijo, incluso de espaldas, le advertía que guardara silencio.  Cuánto lamentaba no haber tenido por lo menos una hija, que estaría siempre en casa para  ayudarla en las tareas domésticas...
Los hombres van a pescar. Suben a bordo de sus barcos de cabotaje y transportan mercancías a diversos puertos. Las mujeres, que no están destinadas a lanzarse al ancho mundo, cuecen arroz, recogen algas y, cuando llega el verano, se sumergen hasta el fondo del mar. Incluso para una madre veterana entre las  buceadoras, ese mundo crepuscular del fondo marino era el mundo de las mujeres...
Ella sabía todo esto. El interior oscuro de una casa incluso a mediodía, los severos dolores del parto, la penumbra del fondo del mar: ésa era la sucesión de mundos estrechamente relacionados en los que transcurría su vida.
Recordó lo sucedido dos veranos atrás a una de las mujeres, también viuda, una mujer frágil que tenía un niño de pecho. Se había zambullido para recoger orejas de mar y, cuando se estaba secando junto a la fogata, perdió el conocimiento. Puso los ojos en blanco, se mordió los labios azulados y se desplomó. En el crepúsculo, cuando incineraron su cuerpo en el pinar, la desolación de las buceadores era tal que no podían mantenerse en pie, y permanecían acuclilladas sollozando.
Circuló un extraño rumor acerca de ese incidente, y algunas mujeres temieron seguir buceando.  Se decía que la fallecida había sido castigada porque había visto algo temible en el fondo del mar, algo que los seres humanos no pueden ver.
La madre de Shinji hizo oídos sordos al rumor y se zambulló cada vez a más profundidad para obtener mayores capturas de la temporada.  Nunca le habían inquietado las presencias desconocidas.
Ni siquiera estos recuerdos podían hacer mella en su buen humor:  presumía de su buena salud, y el rugido de la tormenta en el exterior aumentaba su sensación de bienestar, como le sucedía a su hijo.
Cuando terminó de fregar los platos, abrió las anchas faldas de su kimono, se sentó con las piernas desnudas extendidas hacia adelante y examinó minuciosamente a la luz que penetraba por las crepitantes ventanas. No había una sola arruga en los muslos maduros, espléndidamente torneados y cuya piel casi reluciente tenía el color del ámbar.
"A juzgar por cómo me conservo, aún podría tener otros cuatro o cinco hijos" , pensó, pero en seguida el arrepentimiento embargó su virtuoso corazón.
Se apresuró a cubrirse con la prenda de vestir e hizo una reverencia ante la tablilla funeraria de su marido en el altarcillo doméstico."

El rumor del oleaje - Yukio Mishima


viernes, 2 de mayo de 2014

¿lealtades compulsivas?

"El comunismo apela a los impulsos más nobles del corazón humano, pero en su naturaleza hay algo que "engendra falsedad, que hace que la gente mienta y distorsione las cosas, que impone el engaño en las personas. ¿Porqué tiene que ser así? Lessing no lo sabe. "El fondo de estas aguas es más profundo que lo que yo he sido capaz de alcanzar" (p.92) Lo que sí sabe es que juró lealtad al Partido, que el partido la eligió para visitar Rusia como miembro de lo que se suponía que era una delegación de representantes de los intelectuales británicos, y que ella viajó allí.  Por su dedicación a la gran causa, no publicó más tarde la verdad de lo que había visto en Rusia, aunque sí recuerda (ahora) que al menos un ciudadano ruso corriente estuvo dispuesto a arriesgar su vida para contar a la delegación que lo que les estaban mostrando era mentira. Ella no era simplemente un miembro de las bases del Partido, sino que pertenecía al grupo de escritores del Partido. "Acostumbrada  como estoy a encontrarme en posiciones falsas ( a veces pienso que fui objeto de una maldición cuando estaba en la cuna) , aquella era la que superaba a todas", escribirá cuarenta años más tarde.  Incluso llegó a escribir ficción de acuerdo con la prescripción del Partido, por ejemplo, en el muy antologado relato "Hambre" (sobre el que ahora escribe "Me avergüenzo de él" (pp131,108) .
"Stalin era mil veces peor que Hitler" . Si se ha investigado y denunciado a intelectuales como Martin Heidegger y Paul de Man por el apoyo que prestaron al nazismo, ¿qué ha de hacerse con los intelectuales que apoyaron a Stalin o al sistema estalinista, a los que prefirieron creer las mentiras soviéticas antes que las pruebas que tenían ante sus ojos?  Lessing ejercita su conciencia moral sobre esta cuestión de gran calado, que lleva aparejada una segunda cuestión, igualmente perturbadora: ¿porqué esto ya no le importa a nadie?
Aunque Lessing despierta admiración por plantear estas preguntas que ya nadie hace, no puede decirse que las responda satisfactoriamente. Resulta extraño que explore en paralelo su pasado como miembro del Partido y su pasado como hija.  En ambos casos, al mirar atrás comprende que su comportamiento no fue correcto, que fue incluso culpable.  Además, en algún plano oscuro, en algún momento ella sabía que no estaba haciendo lo correcto. Pero aun con la mejor voluntad del mundo, no puede llegar al fondo del porqué  hizo lo que hizo, y sólo puede extraer la conclusión de que fue presa de una compulsión, una compulsión de la que no fue víctima ella misma, sino que afectó a miles de personas. Como dice en el primer volumen, todo formaba parte del Zeitgeist."

Costas extrañas - J.M.Coetzee