viernes, 30 de octubre de 2015

una fórmula de relajamiento

""Ya está arreglado", dijo tirando fuertemente de los nudos que había hecho, para probarlos. "Es un flamenco doble", dijo; le miré sin comprender. "Un flamenco doble" repitió. Ve usted, sirve también para los anzuelos. Cogió entonces un trozo de cuerda, sujetó uno de sus extremos y lo introdujo tres o cuatro veces en sí mismo hasta convertirlo en el eje de una espiral cuyas lazadas se hacían nudos dando un tirón. "En realidad -continuó- sólo es una variante del nudo doble de galera, y, en todo caso, enlazado o no, es preferible al del carpintero", y mientras hacía esta aclaración le daba rápidas vueltas y lo entrelazaba. Me sentí mareado. "Quien es capaz de hacer estos nudos en un santiamén ha alcanzado la perfección y puede echarse a dormir. Lo digo de veras, puede echarse a dormir, porque esto de los nudos es como el yoga, quizá el mejor de todos los sistemas de relajamiento. Se aprende practicando una y otra vez, primeramente en casa, no en el mar, en la tranquilidad del hogar, en los días lluviosos de invierno, y preferiblemente cuando uno tiene dificultades o está preocupado. No puede usted imaginarse cuántas veces he hallado de ese modo respuestas a problemas que me atosigaban".

La cerca de cactus - Walter Benjamin


viernes, 23 de octubre de 2015

cuando ya no hay preguntas sin contestar

"-¡Cuál es tu mayor felicidad? - le pregunto a un hombre  a quien amo. Estamos en la nueva casa de verano. Cae la lluvia de un cielo gris y sombrío. Yo me había imaginado que caminábamos los dos desnudos y morenos y hermosos al sol descubriendo cosas nuevas el uno del otro.
- ¿Mi felicidad? -contesta él, y levanta la vista de lo que está leyendo. No sabe en qué estoy pensando. Quizás tiene miedo de no decir lo que yo espero oír.
- Mi felicidad creo que se produce cuando trabajo con el sudor de mi frente todo el día en algo duro. Cuando he tenido que usar todo mi cuerpo cuando me he agotado y me duelen todos los músculos, y entonces finalmente termino. Entro y me siento. Descanso sabiendo que he cumplido con lo que me proponía hacer. Reposo con la alegría de un trabajo bien hecho.
Él no pregunta qué es mi felicidad. Pero al día siguiente yo lo sé. Hemos disfrutado de una espléndida comida. Alaba los platos y repite varias veces. Nos acostamos en la cama sintiéndonos muy unidos. Saciados de ternura. Ya no sentimos miedo, ni hay preguntas sin contestar entre nosotros. Sólo un tierno placer en el cuerpo del otro y en sus manos y su rostro y su expresión. Estoy con él, de la única manera en la que realmente vivo.
Cuando me despierto, aún hay luz afuera y él ha salido. Voy descalza al cuarto de estar, aún cálida y feliz, plena de él,  y veo que ha encendido la chimenea. En la cocina encuentro café que ha puesto sobre el hornillo para mí, y una taza al lado.
No llevo nada sobre el cuerpo cuando salgo al jardín.
Llueve aún y los dedos de mis pies se deslizan dentro de la tierra húmeda y fragante. Y entonces le veo junto al garaje cortando leña que yo tenga suficiente para el invierno. Ha hecho un tajo donde cortarla y ha comprado un hacha para la casa. No sé en lo que estará pensando. De pronto, recuerdo que está en plena felicidad.
Y yo vuelvo a entrar y siento mi felicidad que me fluye por todo el cuerpo."

Senderos - Liv Ullman


miércoles, 21 de octubre de 2015

acordes que encienden llamas

"El regimiento de caballería de N*** , que estaba de maniobras, se detuvo a hacer noche en la pequeña ciudad de K**.
Un hecho de tal magnitud como el que los señores militares pernocten en determinado lugar, actúa siempre sobre los habitantes de éste con una fuerza excitante e inspiradora. Ni los comerciantes que sueñan con dar salida a un viejo y mohoso salchichón y a unas sardinas de la mejor clase, que descansan hace ya diez años en las estanterías, ni los taberneros, ni demás industriales, cierran sus establecimientos, en toda la noche. El jefe militar, el ayudante y la guarnición de la localidad visten sus mejores uniformes. La Policía va de aquí para allá como atontada, ¡y en cuanto a las damas!...¡El diablo sabe lo que les pasa!
Las damas de la ciudad de K***, al oír que se acercaba el regimiento, abandonaron las calientes cacerolas en las que cocían sus mermeladas y salieron corriendo a la calle. Olvidadas de su deshabillé y aspecto desarreglado, jadeantes o suspenso el aliento, se apresuraron a salir al encuentro del regimiento, al tiempo que escuchaban con avidez los acordes de la marcha militar. Mirando sus pálidos e inspirados rostros, podía pensarse que aquellos sonidos que traía el aire no procedían de las trompetas de los soldados, sino del cielo.
- ¡El regimiento! -decían alegres-. ¡Viene el regimiento!
¿Qué podría importarles, en verdad, un regimiento arribado por puro azar y que a la mañana siguiente había de marcharse otra vez?."

El marido - Antón Chéjov


lunes, 19 de octubre de 2015

una comprensión indefinida

"Tres años después de que se conocieron, nací yo, el primer hijo de mi padre, el último para mi madre. Debieron estar muy ansiosos. Mi padre sólo quería un varón; le aterraba la idea de tener una niña. En una época en que no se anticipaba el sexo de los fetos, no pudo saber qué género tendría hasta el día del parto. Envilecido por la incertidumbre, ni siquiera fue a la maternidad; mandó a un auxiliar para que corriera a informarle. Y cuando el muchacho volvió con la novedad, lo despidió a palmotazos, cerró la casa y se fue al hospital. Y después, probablemente, de juerga.
No sé que pasó en esos días de gloria. Los hijos no tenemos la capacidad para comprender las alegrías de la paternidad. Incluso cuando nosotros mismos somos padres, tendemos a considerar esa experiencia de manera tan exclusiva, que no llega a conectarse con lo que fue para otros nuestra aparición sobre el planeta, esa expulsión del paraíso que lanza a un bebé de bruces sobre nuestro mundo que invariablemente resultará más salvaje que la muy aparente protección uterina. Los hijos somos un milagro de indiferencia."

Historia de mi madre muerta - Ascanio Cavallo




viernes, 16 de octubre de 2015

el pasado se devela

"Había estado observando a la mujer todo el tiempo, mientras ésta, de espaldas, se concentraba en las tareas del hogar. Había visto su fragilidad y sus uñas ennegrecidas, la piel bronceada y arrugada como la corteza de un árbol, bajo la cual se distinguían claramente las venas azuladas. Había buscado algo familiar en ella, pero la anciana que se afanaba en aquella cocina no se parecía en nada a la chica de la fotografía, menos aún a la abuela, así que Zara se había concentrado en observar la casa. Cuando Aliide no la veía, aprovechó para tocar la tijera de esquilar que colgaba de la pared y una llave grande y oxidada. ¿Sería del establo? Colgaba de la pared de la habitación, justo al lado de la estufa, cuando la abuela vivía allí. Encima del marco de la puerta había un diente de madera de un rastrillo fabricado por el padre de la abuela. Había un mueble que se utilizaba para el aseo, y un perchero negro del que ahora colgaba las chaquetas de Aliide.  ¿Sería en ese armario donde la abuela había guardado su ajuar bien doblado? Allí estaba la estufa a la que la abuela se arrimaba cuando tenía frío, y por detrás del armario habían metido una rueca. ¿Sería con la que hilaba? Allí estaba la lanzadera de su abuela, aquí el pedal y el huso.
Cuando Zara fue a buscar unos tarros de cristal vacíos a la despensa, se topó con un cuenco de madera tras el recipiente de enfriar leche. Lo había tocado y olisqueado. En los bordes del cuenco había algo áspero al tacto. Era levadura de centeno ¿Sería parte de la que su abuela había usado para hacer pan? Dos días y medio, le había explicado ésta. La masa tenía que reposar y fermentar dos días y medio en la habitación de atrás, bajo un paño, a fin de que estuviese lista para amasar. Entonces, el olor del pan se extendía por toda la habitación trasera y al tercer día empezaban a amasar. Amasaban con la frente perlada de sudor, dándole vueltas y vueltas. Aquella misma masa reseca y cubierta de polvo que probablemente no se había usado en décadas, esa misma levadura, la habían amasado las manos jóvenes de la abuela cuando el abuelo y ella vivían allí felices. A la que amasaba había que acercarle de vez en cuando agua para que se mojase las manos. Calentaban el horno con leña de abedul, y más tarde metían dentro un cuenco con carne salada, la grasa se derretía chisporroteando y mojaba en ella el pan recién hecho. ¡Ese sabor! ¡Ese olor! ¡El centeno de su propio campo! Todo aquello le parecía extraño y triste, y el cuenco de madera se le antojó de repente algo muy cercano, como si hubiese tocado la mano de su abuela joven. ¿Cómo había sido aquella mano juvenil? ¿Se acordaría de ponerse cada noche grasa de ganso? Zara había querido curiosear también en el jardín, se había ofrecido a sacar agua del pozo, pero la anciana le había dicho que mojor se quedase dentro. Tenía razón pero, aún así, Zara tenía ganas de salir. Quería dar una vuelta alrededor de la casa, ver todos aquellos sitios, oler la tierra y la hierba, llegarse hsta el cobertizo y mirar por debajo................
Zara quería ver si el árbol de manzanas de la abuela aún estaba en pie, si era el más cercano al cobertizo. Al lado del manzano blanco tendría que haber otro de manzanas ácidas que a lo mejor reconocía, aunque nunca las hubiera probado. Y quería ver la pavía y el ciruelo y las piedras que se erguían en medio del terreno detrás del cobertizo, allí donde había serpientes, que a la abuela le daban miedo, pero donde también había moras y por eso siempre iba. Y las alcaraveas, ¿las tendría Aliide aún en el mismo lugar?"

Purga - Sofi Oksanen



martes, 13 de octubre de 2015

en nombre de la razón se produce confusión

"Comprenderá usted ahora lo que quiero decir cuando sostengo que si la carta robada hubiese estado escondida en cualquier parte dentro de los límites de la investigación del prefecto hubiera sido descubierta sin la más mínima duda. Pero nuestro funcionario ha sido mistificado por completo, y la remota fuente de su derrota yace en su suposición de que el ministro es un loco porque ha logrado renombre como poeta. Todos los locos son poetas en el pensamiento del prefecto, de donde cabe considerarlo culpable de un non distributio medii por inferir de lo anterior que todos los poetas son locos y esto es lo que el jefe de policía percibe. Y él es sencillamente culpable de un non distributio medii al deducir, en consecuencia, que todos los poetas están chiflados.

—¿Pero se trata realmente del poeta? —pregunté—. Sé que D… tiene un hermano, y que ambos han logrado reputación en el campo de las letras. Creo que el ministro ha escrito una obra; notable sobre el cálculo diferencial. Es un matemático y no un poeta.

—Se equivoca usted. Lo conozco bien, y sé que es ambas cosas. Como poeta y matemático es capaz de razonar bien, en tanto que como mero matemático no hubiera sido capaz de hacerlo y habría quedado a merced del prefecto.

—Me sorprenden esas opiniones —dije—, que el consenso universal contradice. Supongo que no intentará usted reducir a la nada  las ideas perfectamente asentadas a través de los siglos. El razonamiento matemático es considerado desde hace mucho tiempo el razonamiento per excellence.

Il y a á parier —replicó Dupin, citando a Chamfort— que toute idée publique, toute convention reçué est une sottise, car elle a convenu au plus grand nombre.(toda idea pública, toda convención aceptada, es una tontería, porque ella convino al número mayor). Le aseguro que los matemáticos han sido los primeros en difundir el error popular al cual alude usted, y que no por difundido deja de ser un error. Con arte digno de mejor causa han introducido, por ejemplo, el término “análisis” en las operaciones algebraicas. Los franceses son los causantes de este engaño, pero si un término tiene alguna importancia, si las palabras derivan su valor de su aplicación, entonces concedo que “análisis” abarca “álgebra”, tanto como en latín ambitus implica “ambición”; religio, “religión”, u homines honesti, un puñado de "hombres honorables".

—Me temo que se malquiste usted con algunos de los algebristas de París. Pero continúe.

—Niego la validez y, por tanto, los resultados de una razón cultivada por cualquier procedimiento espe­cial que no sea el lógico abstracto. Niego, en particu­lar, la razón extraída del estudio matemático. Las mate­máticas constituyen la ciencia de la forma y la cantidad; el razonamiento matemático es simplemente la lógica aplicada a la observación de la forma y la cantidad. El gran error está en suponer que incluso las verdades de lo que se denominan álgebra pura constituyen verdades abstractas o generales. Y este error es tan enorme que me asombra se lo haya aceptado universalmente. Los axiomas matemáticos no son axiomas de validez general. Lo que es cierto de la relación (de la forma y la cantidad) resulta con frecuencia erróneo aplicado, por ejemplo, a la moral. En esta última ciencia suele no ser cierto que el todo sea igual a la suma de las partes. También en química este axioma no se cumple. En la consideración de los móviles falla igualmente, pues dos móviles de un valor dado no alcanzan necesariamente al sumarse un valor equivalente a la suma de sus valores. Hay muchas otras verdades matemáticas que sólo son tales dentro de los límites de la relación. Pero el matemático, llevado por el hábito, arguye, basándose en sus verdades finitas, como si tuvieran una aplicación general, cosa que por lo demás la gente acepta y cree. En su erudita Mitología, Bryant alude a una análoga fuente de error cuando señala que, “aunque no se cree en las fábulas paganas, solemos olvidarnos de ello y extraemos consecuencias como si fueran realidades existentes”. Pero, para los algebristas, que son realmente paganos, las “fábulas paganas” constituyen materia de credulidad, y las inferencias que de ellas extraen no nacen de un descuido de la memoria sino de un inexplicable reblandecimiento mental. Para resumir: Jamás he encontrado a un matemático en quien se pudiera confiar fuera de sus raíces y sus ecuaciones, o que no tuviera por artículo de fe que x2 + px es absoluta e incondicionalmente igual a q. Por vía de experimento, diga a uno de esos caballeros que, en su opinión, podrían darse casos en que x2 + px no fuera absolutamente igual a q; pero, una vez que le haya hecho comprender lo que quiere decir, sálgase de su camino lo antes posible, porque es seguro que tratará de golpearlo."

La carta robada - Edgar Allan Poe

lunes, 12 de octubre de 2015

la casa de té

"Muo entra en la casa de té que hay enfrente de la fábrica. Ya estuvo en ella la semana pasada, con uno de sus guías locales, en el curso de su estéril búsqueda. Le gusta su inclinada cubierta de tejas, sus pequeños patios descubiertos, sus mesas bajas de madera, sus sillas de bambú, que crujen perezosamente, su suelo de negra y húmeda tierra batida, cubierto de colillas y cáscaras de cacahuetes y pipas, y su olor dulzón y familiar, que le recuerda el país de su infancia. El momento que más saborea es cuando llega el camarero para servirle el té en una tetera de cobre que tiene un pico fino y brillante de un metro de largo por el que vierte, como cascada caída del cielo, un chorro de agua hirviendo en un cuenco de procelana colocado sobre un platillo de hierro; lo llena hasta el borde sin derramar una gota y, con la punta de los dedos, lo cubre con una tapadera de porcelana blanca,  Pero, en esta segunda visita, Muo se lleva un chasco:  la casa de té se ha transformado en sala de billar saturada de humo y atestada de gente que tan pronto permanece oculta en las sombras como sale a la luz para inclinarse sobre el verde tapete y golpear las bolas de marfil, que chocan, rebotan en las bandas y vuelven a chocar bajo las grandes pantallas suspendidas del techo. Muo tiene la sensación de estar en el lejano oeste de una mala película estadounidense de bajo presupuesto de los años sesenta. Todo es falso, mal interpretado, mal iluminado; incluso el ruido de las bolas al entrechocar suena hueco, vulgar, y hace pensar en los efectos de sonido de un estudio de tercera.  Muo se acerca a la barra con los andares de un Clint Eastwood. Por una vez en su vida, le apetece ser rumboso, hacer una locura, invitar a todo el mundo y brindar, no por su salud, sino por la del "imperialismo americano", así que pregunta al camarero por el precio de las consumiciones. Aunque la tarifa de los licores es razonable, Muo se asusta y pregunta por el precio de la cerveza local, mientras cuenta a los jugadores de billar. Espeluznado por el cómputo, desaparece sin probar una gota antes de que el barman pueda darle una respuesta."

El complejo de Di - Sijie Dai


viernes, 9 de octubre de 2015

de donde nacen las historias

 "O...pasaba recorriendo el puente de mando desde un extremo al otro, mirando distraídamente a lo lejos, comprendí también que quién no se aburre no sabe narrar.
 Pero el aburrimiento ya no tiene cabida en nuestro mundo. Han caído en desuso aquellas actividades secretas e íntimamente unidas a él. Ésta y no otra es la razón de que desaparezca el don de contar historias, porque mientras se escuchan, ya no se teje ni se hila, se rasca o se trenza. En una palabra, pues, para que florezcan las historias tiene que darse el orden, la subordinación y el trabajo. Narrar no es sólo un arte, es además un mérito, y en Oriente hasta un oficio. Acaba en sabiduría, como a menudo e inversamente la sabiduría nos llega bajo la forma del cuento. El narrador es, por lo tanto, alguien que sabe dar consejos, y para hacerlo hay que saber relatarlos. Nosotros nos quejamos y lamentamos de nuestros problemas, pero jamás los contamos."

El pañuelo - Walter Benjamin


miércoles, 7 de octubre de 2015

un canario travieso

"La siguiente emoción de mi vida fue el regalo de un canario. Se llamaba Goldie, y se volvió tan manso que saltaba por todo el aposento de los niños, posándose algunas veces sobre el gorro de Nursie  o en mi dedo cuando lo llamaba. No sólo era mi pájaro, sino el inicio de una nueva saga secreta. Los personajes principales eran Dickie y su amada. Cabalgaban en briosos corceles por todo el país (el jardín) y corrían grandes aventuras, escapando a duras penas de las garras de los bandidos.
Un día ocurrió la catástrofe suprema. Goldie desapareció. La ventana estaba abierta y la puerta de la jaula sin el pasador. Lo más probable es que hubiera escapado. Recuerdo aún lo terriblemente largo y lento que fue aquel día. Se alargaba más y más. Yo lloraba lloraba y lloraba. Pusieron la jaula fuera de la ventana con un terrón de azúcar entre las barras. Mi madre y yo recorríamos el jardín llamándole "Goldie, Goldie,Goldie" Mi madre amenazó a la criada con despedirla por comentar con ligereza: "Seguro que se lo ha zampado un gato", con lo que me hizo llorar de nuevo.
Cuando, en la cama ya, seguía sollozando espasmódicamente mientras apretaba la mano de mi madre, se oyó un débil pero alegre gorjeo. Desde lo alto de las barras de las cortinas descendió Goldie. revoloteó una vez más por la estancia y entró enseguida en la jaula. ¡Qué maravilla! Se habia pasado todo aquel día, interminable y aciago, allá arriba en la barra de las cortinas.
Mi madre aprovechó la ocasión para decirme:
- ¿Ves lo tonta que has sido? ¿Ves que inútil ha sido llorar tanto? Nunca llores por nada hasta que estés segura de lo ocurrido.
Le aseguré que no lo haría nunca más."

Autobiografía - Agatha Christie

lunes, 5 de octubre de 2015

visualizing the future

"Esmé was standing with crossed ankles again. "You´re quite sure you won´t forget to write that story for me?" she asked. "It doesn´t have to be exclusively for me. It can -"
I said there was absolutely no chance that I´d forget. I told her that I´d neve written a story for anybody, but that it seemed like exactly the right time to get down to it.
She nodded. "Make it extremely squalid and moving", she suggested. "Are you acquainted with squalor?"
I said not exactly but I was getting better acquainted with it, in one form or another, all the time, and that I´d do my best to come up to her specifications. We shook hands.
"Isn´t it a pity that we didn´t meet under less extenuating circumstances?"
I said it was, I said it certainly was.
"Goodbye," Esmé said. "I hope you return from the war with all your faculties intact."
I thanked her, and said a few other words, and then watched her leave the room. She left slowly, reflectively, testing the ends of her hair for dryness.

For Esmé with love and squalor - J.D.Salinger


viernes, 2 de octubre de 2015

el arte de la estafa

"El arte de la estafa fue cambiando con el correr de las épocas. La simulación astuta de enfermedades falsas, cosa que estaba a la orden del día en la Edad Media, desapareció con el tiempo, cuando se debilitó la influencia de la Iglesia y escasearon las limosnas. Hoy ya no podemos ni imaginar la cantidad de trucos que ponía en práctica la gente, especulando con la compasión de sus semejantes. Estas dolencias aparentes tenían por supuesto la ventaja adicional de hacer que los asaltantes y asesinos más peligrosos parecieran inofensivos.
Había gente que se agolpaba a la hora de la misa en la iglesia, y cuando el sacerdote daba su bendición, se metían un pedazo de jabón en la boca, con lo cual generaban espuma. A fin de que se les creyera por completo, que eran víctimas de un espasmo, caían sobre la tierra a la vista de todo el mundo. De este modo podían estar seguros de obtener donaciones de los piadosos.
La escalinata frente a la iglesia estaba repleta de gente semejante. Se podían encontrar allí hombres mostrando brazos con huellas de cadena que en realidad estaban pintadas. Le hacia creer a la gente que habían caído en manos de paganos y habían estado languideciendo por años como esclavos en las galeras.
Otros se cortaban el pelo al modo de los clérigos y le contaban a la gente que eran sacerdotes en peregrinación a los que unos bandidos les habían quitado sus pertenencias. Otros hacían ruido con sonajeros, como los que por aquel entonces llevaban los leprosos, para que la gente no se acercara y les depositaran limosnas a cierta distancia."

Juicios a las brujas y otras catástrofes - Walter Benjamin