viernes, 29 de julio de 2016

Newton: un sabio creyente

"-Es verdad que sus fotos son muy bonitas.
-Sí, el universo es muy bello y, sobre todo, su gigantismo es asombroso. Cientos de miles de galaxias, compuestas cada una de cientos de miles de estrellas, algunas de las cuales se hallan a miles de años luz, cientos de miles de kilómetros cuadrados. Y, a la escala del millón de años luz, empieza a constituirse un orden:  los amasijos galácticos se distribuyen hasta formar un gráfico laberíntico. Exponga esos hechos científicos a cien personas elegidas al azar por la calle, ¿cuántas tendrán el valor de sostener que todo eso se ha creado por casualidad? Más aún puesto que el universo es relativamente joven, quince millones de años como mucho. Es el célebre argumento del mono mecanógrafo:  ¿cuánto tiempo le llevaría a un chimpancé, tecleando al azar el teclado de una máquina, para reescribir la obra de Shakespeare? ¿cuánto tiempo necesitaría un azar ciego para reconstruir el universo? ¡seguro que más de quince millones de años? Y no sólo es el punto de vista del ciudadano de a pie, también es el de los grandes científicos; seguramente no ha habido mente más brillante en la historia de la humanidad que la de Isaac Newton:  ¡piense en ese extraordinario esfuerzo intelectual, inusitado, que consistió en unir en una misma ley la caída de los cuerpos terrestres y el movimiento de los planetas! Y Newton creía en Dios, era firmemente creyente, hasta el punto que consagró los últimos años de su vida a estudios de exégesis bíblica, el único texto sagrado que le era realmente accesible. Einstein tampoco era ateo, aunque la naturaleza exacta de su creencia sea más difícil de definir; pero cuando le objeta a Bohr que "Dios no juega a los dados" no está bromeando, le parece inconcebible que las leyes del universo están gobernadas por el azar. El argumento de "Dios relojero", que Voltaire juzgaba irrefutable, sigue siendo tan sólido como en el siglo XVIII, incluso ha ganado en pertinencia a medida que la ciencia teje vínculos cada vez más estrechos entre la astrofísica y la mecánica de partículas. ¿No es en el fondo un poco ridículo ver a esa criatura enclenque, que vive en un planeta anónimo de un brazo periférico de una galaxia ordinaria alzarse sobre sus patitas para proclamar "Dios no existe" "

Sumisión - Michel Houellebecq


viernes, 22 de julio de 2016

discordante en armonía

"Llamó mi atención un chino de unos sesenta años que desentonaba con sus compatriotas, uniformemente vestidos con camisas de manga corta; él llevaba el atuendo tradicional: un traje de satén azul marino con botones laterales largo hasta los pies que, en esa época del año, le daba un aire absurdo pero conmovedor.  Fue el único que se inclinó para saludar a los anfitriones de la reunión, pero sin servilismo; de vez en cuando levantaba una de sus elegantes manos y, con un gesto de una lentitud anticuada, se acariciaba la larga barba blanca, que el aire del ventilador del techo hacía oscilar ligeramente. Parecía que el tiempo se hubiera detenido en él, que encarnaba por sí solo una época en su conjunto, un universo aparte.  Cuando pronunció las dos sílabas de su nombre, me sorprendieron por su sencillez y familiaridad, que en mi mente se asociaban a....Busqué y busqué, mientras escrutaba su rostro, pero fue inútil:  el recuerdo siguió oculto en algún pliegue de mi memoria, embotada por el nerviosismo de hallarme ante mi primera experiencia profesional. Cuando traduje el sobrenombre que le daban sus colegas chinos, Diccionario Viviente de la Ciudad Prohibida, el representante del director se echó a reír y, en tono condescendiente, prometió contratar  a aquel "señor" como figurante, o incluso ofrecerle un pequeño papel.  Los otros chinos se indignaron, pero él no. Se oía el zumbido de los mosquitos que el viento artificial del ventilador hacía danzar en las franjas de luz que penetraban en la sala.  Al otro lado de la pared, el sonido de un violín, una sonata o un concierto de Mendelssohon, suave y un tanto melifluo, servía de música de fondo a la reunión.

Una noche sin luna - Dai Sijie



viernes, 8 de julio de 2016

rituales de vida y muerte


 "Ahora, cincuenta años después de su muerte, me parece oír su voz diciendo esas palabras, o algunas parecidas, qué tensa mezcla de lucidez, escepticismo, sarcasmo agudo y sutil y eterna tristeza.
     Por aquellos años ya la corroía algo. Una cierta lentitud, comenzó a notarse en sus movimientos, o más que lentitud, algo parecido a una ligera dispersión. Dejó de dar clases particulares de literatura e historia. A veces, por una cantidad miserable, se comprometía a corregir el lenguaje y el estilo y a preparar para la imprenta un artículo científico que algún profesor  del barrio de Rehavia había escrito en un hebreo salpicado de alemán. Seguía haciendo sola cada día, con eficacia y habilidad, todas las tareas domésticas : hasta el mediodía cocinaba, freía y horneaba, compraba, cortaba, mezclaba, secaba, limpiaba, frotaba, hacía la colada, tendía, planchaba y doblaba hasta que toda la casa resplandecía, y por la tarde se sentaba en su silla y leía… "

Una historia de amor y oscuridad - Amos Oz


viernes, 1 de julio de 2016

¿todo tiempo pasado fue mejor?

Los descubrí al fondo de la biblioteca, sin buscarlos: veintiocho volúmenes en cuerpo grande, encuadernados en piel de color castaño claro desvaída por el tiempo, maltratada por dos siglos y medio de uso. No sabía que estaban allí —buscaba otra cosa y había estado curioseando en los estantes—, y me sorprendió leer en su lomo: Se trataba de la primera edición. La que empezó a salir de la imprenta en 1751 y cuyo último volumen Encyclopédie, ou dictionnaire raisonné.  vio la luz en 1772. Yo conocía la obra, por supuesto. Al menos, razonablemente. Hasta había estado a punto de comprársela a mi amigo el librero anticuario Luis Bardón cinco años atrás, quien me la ofreció en caso de que otro cliente que la tenía apalabrada se echara atrás. Para mi desgracia —o fortuna, porque era muy cara—, el cliente había cumplido. Era Pedro J. Ramírez, entonces director del diario El Mundo. Una noche, cenando en su casa, la vi orgullosamente expuesta en su biblioteca. El propietario conocía mi episodio con Bardón y bromeamos sobre ello. «Más suerte la próxima vez», me dijo. Pero no hubo una próxima vez. Es una obra rara en el mercado del libro antiguo. Muy difícil de conseguir completa.

El caso es que allí estaba esa mañana, en la biblioteca de la Real Academia Española —ocupo el sillón de la letra T desde hace doce años—, parado frente a la obra que compendiaba la mayor aventura intelectual del siglo XVIII: el triunfo de la razón y el progreso sobre las fuerzas oscuras del mundo entonces conocido. Una exposición sistemática en 72.000 artículos, 16.500 páginas y 17 millones de palabras que contenía las ideas más revolucionarias de su tiempo, que llegó a ser condenada por la Iglesia católica y cuyos autores y editores se vieron amenazados con la prisión y la muerte. Me pregunté cómo esa obra, que durante tanto tiempo había estado en el Índice de libros prohibidos, había llegado hasta allí. Cuándo y de qué manera. Los rayos de sol, que al penetrar por las ventanas de la biblioteca formaban grandes rectángulos luminosos en el suelo, creaban una atmósfera casi velazqueña en la que relucían los añejos lomos dorados de los veintiocho volúmenes en sus estantes.

Arturo Pérez Reverte -  Hombres buenos



viernes, 24 de junio de 2016

ateos confundidos

"- Hay una condición, sin embargo...-dije prudentemente-, Una condición que no es anodina.
Asintió lentamente con la cabeza.
-¿Cree...? ¿Cree que soy una persona que podría convertirse al islam?
Agachó la cabeza, como si se abismara en intensas reflexiones personales, luego, alzando la mirada hacia mí, respondió:
- Sí.
Acto seguido me dedicó de nuevo una sonrisa luminosa, cándida. Era la segunda vez que me la ofrecía y la impresión no fue tan fuerte pero, de todas formas, su sonrisa seguía siendo terriblemente eficaz. En todo caso, ahora él tenía la palabra.  [........]
No es católico, cosa que hubiera podido suponer un obstáculo...-prosiguió lentamente.
No, en efecto; eso no podría decirse.
- Y tampoco creo que sea realmente ateo. Los verdaderos ateos, en el fondo, escasean.
-¿ Eso cree? A mí me daba la impresión, en cambio, de que el ateísmo estaba universalmente extendido por el mundo occidental.
- En mi opinión, es superficial. Los únicos verdaderos ateos a los que he conocido eran rebeldes,; no se contentaban constatando fríamente la no existencia de Dios, rechazaban esa existencia, a la manera de Bakunin; " Y aunque Dios existiera habría que deshacerse de él", eran ateos a la manera de Kirilov, rechazaban a Dios porque querían colocar al hombre en su lugar, eran humanistas, tenían una idea muy elevada de la libertad humana, de la dignidad humana. ¿Supongo que tampoco se reconoce en ese retrato?
No, en eso tampoco, en efecto; sólo oír la palabra humanismo ya sentía unas ligeras ganas de vomitar...
-Lo que ocurre- prosiguió- es que la mayoría de la gente vive la vida sin preocuparse de esas cosas, que les parecen demasiado filosóficas; sólo piensan en ello cuando se ven confrontados a un drama, como una enfermedad grave o la muerte de un allegado. Y eso es lo que ocurre en Occidente, porque en el resto del mundo los seres humanos mueren y matan en nombre de esas cuestiones, llevan a cabo guerras sangrientas, y eso desde los orígenes de la humanidad:  los hombres se matan por cuestiones metafísicas y no por puntos de crecimiento ni por el reparto de los territorios de caza. Pero, incluso en Occidente, en realidad el ateísmo no tiene ninguna base sólida. Cuando hablo de Dios a la gente, suelo comenzar prestándoles un libro de astronomía..."

Sumisión - Michel Houellebecq


viernes, 17 de junio de 2016

el calor del hogar

"Al llegar a mi casa me serví una buena copa de vino y me sumergí en En familia, la recordaba como una de las mejores novelas de Huysmans y de inmediato recuperé el placer de la lectura milagrosamente intacto, después de veinte años también en este caso. Tal vez nunca se había expresado con semejante dulzura la tibia felicidad de las parejas viejas:  "André y Jeanne pronto no tuvieron más que beatas ternuras, maternales satisfacciones durmiendo juntos algunas veces, tumbándose simplemente para estar uno al lado del otro, para charlar antes de volverse de espaldas y dormirse."  Era bonito, pero ¿era verosímil? ¿Era un horizonte factible hoy? A todas luces estaba ligado a los placeres de la mesa:  "La glotonería se había introducido en ellos como un nuevo interés, aportado por la creciente ausencia de de sus sentidos, como una pasión de sacerdotes que, privados de placeres carnales, relinchan ante manjares delicados y  vinos añejos".  Ciertamente, en la época en que la mujer compraba y pelaba ella misma la verdura, preparaba las  carnes y cocía a fuego lento los estofados durante horas, podía desarrollarse una relación tierna y alimenticia; la evolución de los condicionamientos alimentarios hizo olvidar esa sensación que, además, Huysmans lo confesaba con franqueza, no era más que una flaca compensación de la pérdida de los placeres carnales. Él mismo, en su propia vida, no había vivido en familia con una de esas mujeres "hogareñas", las únicas que, con las "muchachas", pueden convenir al literato según Baudelaire observación aún más acertada ya que la muchacha puede perfectamente con los años, transformarse en mujer hogareña, que es incluso su deseo secreto y su inclinación natural. Al contrario, y después de un período "disoluto" ciertamente relativo, se inclinó por la vida monástica y hasta ahí lo dejé.  Tomé En camino, intenté leer unas páginas y me sumergí de nuevo en En familia , decididamente la fibra espiritual era casi inexistente en mí y era una lástima porque la vida monástica aún existía, idéntica desde hacía siglos, mientras ¿dónde se podrían encontrar ahora mujeres hogareñas? En la época de Huysmans a buen seguro aún existían, pero el entorno literario en el que se movía no le permitió conocerlas. La facultad no era un entorno mucho más favorable, a decir verdad.   Myriam, por ejemplo, ¿hubiera podido, con el paso de los años, transformarse en una mujer hogareña?"

Sumisión - Michel Houellebecq


viernes, 10 de junio de 2016

de cuchillos y flores

"Hay una cosa que siempre me ha preocupado -continuó el doctor-.  Es eso de la guillotina. Dicen que el verdugo tiene que llevar su propia cuchilla, como se supone que el marido lleva su propia navaja.  Eso es suficiente para envenenarle el corazón antes de que haya cortado la primera cabeza. Una noche, mientras paseaba distraído por el Boul Mich" vi a uno que llevaba un clavel rojo en el ojal. Para entrar en conversación, le pregunté por qué lo llevaba, y él dijo:  "Es prerrogativa del verdugo" Me quedé tan mustio como un secante escamoteado del Senado. "Antiguamente, el verdugo lo sostenía entre los dientes"  Al oír esto, se me retorcieron las tripas, al imaginármelo afilando la hoja con un clavel en la boca, como Carmen. ¡Y también él es el único que puede estar en la iglesia con los guantes puestos! A veces acaban por degollarse a sí mismos. Es un ritmo que al fin les llega a su propio cuello.  Adelantó el cuerpo y pasó el dedo por el mío diciendo: "Con tanto pelo y tan grueso, resulta un poco difícil", y desde aquel momento tuve insuficiencia cardíaca para el resto de mi vida. Dejé un franco encima de la mesa y salí como alma que lleva el diablo, con el vello de la nuca más tieso que la gorguera de la reina Ana. Y no paré hasta que me vi en medio del Musée de Cluny, agarrado al potro."

El bosque de la noche   - Djuna Barnes



viernes, 3 de junio de 2016

ha llovido

La lluvia, en el patio donde la miro caer, cae con apariencias muy diversas. En el
centro, forma una delgada cortina (o red) discontinua, de una caída implacable pero
relativamente lenta de gotas probablemente bastante livianas, una precipitación
sempiterna, sin vigor, una fracción intensa de meteoro puro. A poca distancia de los
muros a izquierda y derecha, caen ruidosamente gotas más pesadas, individuadas.
Aquí parecen tener el grosor de un grano de trigo, allí el de un guisante, más allá el de
una cuenta. Sobre los listeles, sobre las balaustradas de la ventana corre la lluvia
horizontal mientras que sobre la faz interior de estos mismos obstáculos queda
suspendida como caramelos de forma convexa. Según la superficie toda del pequeño
techo de zinc que domina la mirada, corre en pequeños arroyitos de colores
cambiantes a causa de las tan variadas corrientes que se desprenden de las
imperceptibles ondulaciones y resaltos del techo. Desde el canalón adyacente en el
cual se desliza contenida en un cauce hueco sin mayor pendiente, cae súbitamente
como un hilo perfectamente vertical, trenzado bastante groseramente, hasta chocarse
con el suelo donde resurge bajo la forma de brillantes agujas.
Cada una de estas formas tiene un apariencia particular, y a cada una responde un
ruido particular. El todo vive con una intensidad como si se tratara de un complicado
mecanismo, tan preciso como azaroso, como el de un reloj cuya cuerda es el peso de
una determinada masa de vapor en precipitación.
El timbre al tocar el suelo los hilos verticales, el gluglú de las goteras, los minúsculos
toques de gong se multiplican y resuenan a la vez en un concierto sin monotonía, no
sin delicadeza.
Cuando se le acaba la cuerda, algunos engranajes continúan funcionando por un
tiempo, se vuelven cada vez más lentos y luego toda la maquinaria se detiene.
Entonces, si el sol reaparece, todo se borra rápidamente, el aparato brillante se
evapora: ha llovido.

De parte de las cosas - Francis Ponge






viernes, 27 de mayo de 2016

alrededor de la mesa

"En la  versión paradigmática de la mesa familiar parece haber tres fases. En la primera te gradúas de la infancia para obtener un sitio en la mesa, donde te pasas varios años observando con cautela cómo se comporta la gente mayor que tú.  En la segunda te empiezas a rebelar contra el orden de la mesa, contra los "modales de la mesa", que ahora te parece que encarnan todo lo que tiene de falso y de hipócrita la sociedad y la familia en particular.  Tu rebelión puede llegar al punto de que te lleves un plato de comida al dormitorio y te lo comas ahí, o bien cojas la comida directamente de la nevera.
Luego, en la tercera fase -la fase que tú describes- vuelves a descubrir la mesa, como lugar de integración, y hasta empiezas a defender los valores de la mesa en contra de sus miembros más jóvenes y rebeldes.
Lo que me interesa son las costumbres que se han desarrollado alrededor de la mesa. Así  pues, pese al hecho de que la mesa es precisamente un lugar al que llevas tus apetitos para satisfacerlos, el protocolo dicta que hay que refrenar ese apetito y -por lo menos formalmente- ceder el paso a los apetitos ajenos. ("Por favor, después de ti") Además saciar los propios apetitos en silencio atenta contra los "buenos modales":  la mesa de la cena se convierte en una especie de cónclave donde se airean los asuntos familiares del tipo más superficial.  En estas conversaciones familiares, la primera norma es que no hay que dar rienda suelta a las pasiones, por mucho que bullan bajo la superficie. (Esto es, por supuesto, lo que a los niños que se acercan a la edad de rebelarse les resulta más insufrible de las comidas familiares :  lo que tienen de representación )
Tal vez haya otra fase en el paradigma. Los hijos ya han abandonado el nido y el padre y la madre se han quedado solos a ambos lados de la mesa. ¿Acaso hablarán entre ellos (obedeciendo, sin embargo, la norma que prohíbe el habla apasionada) o bien incurrirán en un silencio que se irá extendiendo, y enquistando, año tras año?."

Aquí y ahora - Cartas 2008-2011 - Paul Auster y J.M. Coetzee




viernes, 20 de mayo de 2016

desde el margen

He nacido en un tiempo en que la mayoría de los jóvenes habían perdido la creencia en
Dios, por la misma razón que sus mayores la habían tenido: sin saber por qué. Y entonces,
porque el espíritu humano tiende naturalmente a criticar porque siente, y no porque piensa,
la mayoría de los jóvenes ha escogido a la Humanidad como sucedáneo de Dios.
Pertenezco, sin embargo, a esa especie de hombres que están siempre al margen de aquello
a lo que pertenecen, no ven sólo la multitud de la que son, sino también los grandes
espacios que hay al lado. Por eso no he abandonado a Dios tan ampliamente como ellos ni
he aceptado nunca a la Humanidad. He considerado que Dios, siendo improbable, podría
ser; pudiendo, pues, ser adorado; pero que la Humanidad, siendo una mera idea biológica, y
no significando más que la especie animal humana, no era más digna de adoración que
cualquier otra especie animal. Este culto de la Humanidad, con sus ritos de Libertad e
Igualdad, me ha parecido siempre una resurrección de los cultos antiguos, en que los
animales eran como dioses, o los dioses tenían cabezas de animales

El libro del desasosiego - Fernando Pessoa


viernes, 13 de mayo de 2016

paseo inocente


“_Disculpe señorita ¿puedo invitarla a pasear?
-Sí-respondió atolondrada, deprisa, antes de que él cambiara de idea.
-Si me permite ¿cuál es su nombre?
-Macabea.
-Maca ¿qué?
-Bea- se vio obligada a completar.
Disculpe pero parece el nombre de una enfermedad, de una enfermedad de la piel.
Los dos ignoraban cómo se pasea. Caminaron bajo la lluvia densa y se detuvieron delante del escaparate de una ferretería donde había expuesto caños, latas, tornillos grandes y clavos.
Macabea, temerosa de que el silencio ya significase una ruptura, dijo al recién enamorado:
-A mí me gustan mucho los tornillos y los clavos ¿y a usted?"

La hora de la estrella - Clarice Lispector


viernes, 6 de mayo de 2016

innocent and shy as magnolias


I am convinced that most people do not grow up. We find parking spaces and honor our credit cards. We marry and dare to have children and call that growing up. I think what we do is mostly grow old. We carry accumulation of years in our bodies and on our faces, but generally our real selves, the children inside, are still innocent and shy as magnolias.
We may act sophisticated and worldly but I believe we feel safest when we go inside ourselves and find home, a place where we belong and maybe the only place we really do.

Letter to my daughter - Maya Angelou


viernes, 29 de abril de 2016

una cuestión de miradas

"En la casualidad de la calle - porque las calles son un lugar ideal para las casualidades que ofrece la vida moderna -, en una estrecha callejuela que desemboca en el paseo de Borne, se cruzó ese día Mayol con una mujer alta y de mediana edad, vestida de negro de los pies a cabeza, luto riguroso, hasta el paraguas era negro:  luto de antaño, luto de otros tiempos llevado por una transeúnte casual que cautivó a Mayol, que de pronto, como si estuviera viviendo una segunda adolescencia, se enamoró de ella.  Se cruzó con la mujer de luto y poco después la perdió de vista posiblemente para siempre, lo cual no fue un obstáculo para que Mayol se quedara enamorado de ella mientras reflexionaba de este modo. En ocasiones no es más que una cuestión de un instante, a veces el amor sólo exige el tiempo necesario para que una persona desconocida se cruce en nuestro camino y nos mire y nosotros al devolverle la mirada descubramos el sentido de la más profunda pasión."

El viaje vertical  - Enrique Vila-Matas




viernes, 22 de abril de 2016

las circunstancias del poder

"El poder de control que Ana ejercía en la casa de la señora Lehntman no era el mismo que había tenido antes que llegara el pequeño Johnny de Lily.  Esto no había sido para Ana una derrota.  No hubo una pelea a fondo, pero la señora Lehntman había ganado.
La señora Lehntman necesitaba de Ana tanto como Ana de ella, pero la señora Lehntman estaba más dispuesta a arriesgar la pérdida de Ana, y así el poder de control de la buena Ana fue debilitándose.
En la amistad, el poder siempre llega a una curva descendente. El poder que uno tiene para dirigir va creciendo hasta que llega un momento en que uno ya no gana, y aún cuando no haya perdido en realidad, desde el momento en que la victoria no es segura, el poder de uno deja de ser fuerte. Sólo en una relación tan íntima como el matrimonio puede esa influencia ascender y volverse cada vez más fuerte con el paso de los años, sin declinar nunca. Sólo sucede así cuando no hay manera de escapar.
La amistad se basa en el favor. Siempre hay peligro de una ruptura o de que un poder mayor se interponga.  La influencia solo sigue una marcha ascendente cuando ninguno de los dos puede zafarse."

Tres vidas - Gertrude Stein


viernes, 15 de abril de 2016

Walser o la estética del desconcierto

"Toda la obra de Walser, incluído su ambiguo silencio de veintiocho años, comenta la vanidad de toda empresa, la vanidad de la vida misma.  Tal vez por eso sólo deseaba ser un cero a la izquierda.  Alguien ha dicho que Walser es como un corredor de fondo que, a punto de alcanza la meta codiciada, se detiene sorprendido y mira a maestros y condiscípulos y abandona, es decir, que se queda en lo suyo, que es una estética del desconcierto.  A mí Walser me recuerda a Piquemal, un curioso sprinter, un ciclista de los años sesenta que era ciclotímico y a veces se olvidaba de terminar la carrera.
Robert Walser, amaba la vanidad, el fuego del verano y los botines femeninos, las casas iluminadas por el sol y las banderas ondeantes al viento. Pero la vanidad que él amaba nada tenía que ver con la ambición del éxito personal, sino con ese tipo de verdad que es una tierna exhibición de lo mínimo y lo fugaz.  No podía estar  Walser más lejos de los climas de altura, allí donde impera la fuerza y el prestigio :  "Y si alguna vez una ola me levantase y me llevase hacia lo alto, allí donde impera la fuerza y el prestigio, haría pedazos las circunstancias que me han favorecido y me arrojaría yo mismo abajo, a las ínfimas e insignificantes tinieblas. Sólo en las regiones inferiores consigo respirar."
Walser quería ser un cero a la izquierda y nada deseaba tanto como ser olvidado.  Era consciente de que todo escritor debe ser olvidado apenas ha cesado de escribir, porque esa página ya la ha perdido, se le ha ido literalmente volando, ha entrado ya en un contexto de situaciones y de sentimientos diferentes, responde a preguntas que otros hombres le hacen y que su autor no podía ni siquiera imaginar."

Bartleby y compañía - Enrique Vila-Matas


viernes, 8 de abril de 2016

libros vivos

Lo único abundante en casa eran los libros: había libros de pared a pared,
en el pasillo, en la cocina, en la entrada, en los alféizares de las ventanas, en
todas partes.  Miles de libros en cada rincón de la casa.  Se tenía la sensación
de que si las personas iban y venían, nacían y morían, los libros eran
inmortales.  Cuando era pequeño, quería crecer y ser libro. No escritor, sino
libro:  a las personas se las puede matar como a hormigas. Tampoco es difícil
matar a los escritores. Pero un libro, aunque se los elimine sistemáticamente,
tiene la posibilidad de que un ejemplar se salve y siga viviendo eterna y
silenciosamente en una estantería olvidada de cualquier biblioteca perdida de
Reykjavik, Valladolid o Vancouver.
Cuando tenía unos seis años, llegó un gran día para mí:  mi padre me hizo
un hueco en una de sus vitrinas y me permitió trasladar allí mis libros. (...) 
Abracé todos mis libros, que hasta entonces habían estado tendidos en una
banqueta junto a mi cama, los llevé en brazos a la vitrina de mi padre y los
puse de pie, como es debido, de espaldas al mundo exterior y de cara a la 
pared.  Fue toda una ceremonia de iniciación: una persona cuyos libros están
de pie ya no es un niño, sino un hombre.  Yo ya era como mi padre. Mis libros ya
estaban de pie.
Si alguna vez, como ocurrió en dos o tres ocasiones, no había suficiente dinero
para comprar lo necesario para el Shabbat,  mi madre miraba a mi padre, y mi padre
comprendía que había llegado el momento de elegir la víctima sacrificial y se acercaba a la
vitrina:  era una persona de principios y sabía que el pan era más importante que los libros
y que el bienestar del niño estaba por encima de todo. Recuerdo su espalda curvada al
dirigirse hacia la puerta con tres o cuatro libros queridos bajo el brazo, con el corazón
dolorido iba a la tienda del señor Meyer a vender algunos volúmenes tan preciados como
un pedazo de su propia carne.
  Mi  padre  tenía  una  relación  sensual  con  los libros.  Le  gustaba
escudriñarlos,  acariciarlos,  olerlos.  Le  excitaban los  libros,  no  podía
contenerse,  enseguida  les  metía  mano,  incluso  a  los libros  de  personas
desconocidas.  Es cierto que los libros de antes eran mucho más sensuales que los
de ahora:  tenían qué oler y qué acariciar y tocar.  Había libros con letras de
oro estampadas sobre las aromáticas pastas de piel, algo ásperas al tacto,
pero que hacían que te recorriera un  escalofrío  como  cuando se  toca  algo
íntimo  e  inaccesible  algo  que  se  estremece  y  tiembla  al  contacto 
de  tus dedos.  Y había libros que tenían tapas de cartón forradas de tela y pegadas
con una cola que tenía un olor asombrosamente sensual.  Cada libro tenía un
olor  propio,  secreto  y  excitante.  Algunas  veces  la tela  estaba  un  poco
separada del  cartón y  se  movía  como  una  falda  atrevida;  era  difícil  evitar
mirar por el espacio oscuro que había entre el cuerpo y la ropa y respirar allí
aromas de vértigo. 

 Una historia de amor y oscuridad - Amos Oz



viernes, 1 de abril de 2016

bajo una visión estándar

"No recuerdo nada de los primeros años de mi vida, solo cuando fui creciendo lo que era obvio para el resto me comenzó a  parecer obvio.  Había algo raro en mí, algo misterioso. La gente me trataba de una manera extraña a veces.
Qué raro.
Creía que mi mano se la había comido la Panchita, mi gata.
Qué raro.
Había algo malo en mí, lo sentía a veces, algo no estaba bien. Oía susurrar a mis padres cosas sobre mí que no entendía.  Los niños hablaban al oído con los adultos y luego me señalaban.
Era como si todos supieran un secreto.
Yo tenía algo que no se podía decir."

El cuaderno de Ana María - Ana María Haebig


viernes, 25 de marzo de 2016

una búsqueda que nos define

"La felicidad es indefinible, pero es también una evidencia irrefutable cuando se la ha experimentado. Dice Ladislaus Boros que si pudiéramos describir la felicidad, "habríamos descubierto la lengua para hablar sobre el cielo" y se lamenta del contraste que existe entre la habitual elocuencia del hombre para referirse al dolor y su pobreza expresiva para hablar de la alegría.  Pero si bien es imposible decir lo que la felicidad es, se puede, en cambio, indicar lo que no es, mostrando de este modo indirecto tanto lo que nos aleja de ella como lo que nos permite alcanzarla. Ya Séneca enseñaba que todos los hombres quieren vivir felices, pero que en su búsqueda de la felicidad van a tientas y que no es fácil lograrla, si han errado el camino.  De hecho, cada cual parecería concebirla a su manera.  Muchos la buscan en el éxito y en los logros exteriores; en la gloria y en el poder del mundo.  Otros, en el placer y en la satisfacción sensual de los apetitos.  Sólo algunos la perciben como el premio de la plenitud de una vida y de la autorealización personal. El bien, señaló Aristóteles, es casi indefinible, porque es diferente para los distintos hombres.  Y Ortega decía que todo lo que el hombre hace lo hace para ser feliz y que, precisamente por eso, las circunstancias, de su felicidad nos permiten conocer "el íntimo perfil de su yo".  Tal vez ningún propósito humano defina mejor, con mayor hondura y sutileza, la calidad del nivel de ser de una vida, que su personal búsqueda de la felicidad."

El temor y la felicidad - Sergio  Peña y Lillo


viernes, 18 de marzo de 2016

cuando la sangre es alegría

"Yo era pequeña y delgada y bastante egocéntrica, perdida en divagaciones y sueños. Buenas notas y un gran aburrimiento. A veces mis pechos eran los guantes de mamá que rellenaban un sujetador comprado con mis ahorros. Clases de gimnasia, de las que la mayor parte de las niñas se excusaban una vez al mes alegando "el motivo de siempre" con voz indiferente cuando oían que las llamaban por sus nombres. Y como nunca me pasaba a mí, fingía que me había pasado, pero nunca podía llevar bien la cuenta de las fechas.  Durante todo un año fui la impostora, sin darme cuenta que todas las demás lo sabían, sólo que la profesora les había pedido que tuviesen tacto e hicieran como si no lo supieran.
"El motivo de siempre":  la mágica expresión que distingue a las iniciadas separándolas de las demás. Y, finalmente, llega el momento ¡Qué felicidad!  ¡Qué agonía!  La mujer feliz, cuando las primeras manchas de sangre la apartan de la tierra de la inocencia para trasladarla a un mundo cada vez más lleno de misterios."

Senderos - Liv Ullman


viernes, 11 de marzo de 2016

acciones realistas

"Desde la muerte de mi madre, cada vez que venía a Conneticut a pasar una temporada con nosotros nos traía algo en una bolsa de papel o de la compra o en una maletita normal y corriente que llevaba a su lado durante las tres horas que tardaba en traerlo el conductor local que, por encargo nuestro, lo recogía en Elizabeth.   Dejando aparte los vasos de jerez, por lo general eran regalos que les había hecho yo a mi madre y a él, o que les habíamos hecho Claire y yo, y que ahora, años más tarde, nos iba devolviendo, como si sólo se los hubiéramos dejado en préstamo, o a título de depósito. "Ahí van las servilletas" "Las de Irlanda" [...] "También va un mantel" añadía "de España", 1971. La Barcelona de Gaudí. [...] Al principio, cuando yo aún me resistía, explicándole "Pero si son tuyos, son regalos que te hicimos", él replicaba, sin pasársele siquiera por la cabeza que pudiera haber una brizna de insulto en su descarga de objetos: "Y ¿para qué diablos los quiero yo?  Mira qué reloj. Un reloj precioso, regalo de alguien. Debió de costar una fortuna. ¿De qué me sirve a mí?
El reloj había costado unos doscientos dólares, en la Hungría de 1973. Se lo había regalado yo a mi madre:  un relojito de porcelana, de un diseño floral que a ella le gustaba mucho, que compré en un anticuario de Budapest, cuando iba de regreso a casa, en primavera, tras haber estado en Praga visitando a unos amigos.  Pero lo acepté sin decir nada.  Poco a poco, fui recogiéndolo todo, sin que dejara de sorprenderme, en cada ocasión, la poca relevancia que para él tenía el valor sentimental -y material también - de unas cosas que le habían entregado las personas a quienes él más quería, como muestra de su afecto. Resultaba extraño, me decía yo, descubrir esta laguna concreta en un hombre para quien, al mismo tiempo, las obligaciones familiares constituían una tiranía emocional; o quizá no hubiera de qué extrañarse ¿cómo podían esos objetos, meras representaciones, llevar dentro, para él, la todopoderosa fuerza de los vínculos familiares?  Cosa por cosa, lo fui recogiendo todo, como un encargado de departamento de devoluciones de unos grandes almacenes de primera clase a quien han dado instrucciones de no rechistar, pero preguntándome si lo que él pensaba, en realidad, mientras envolvía los regalos en periódicos viejos y los metía en cajas de todo tipo, era que así no tendríamos tantas posesiones suyas de que ocuparnos después del entierro. Mi padre podía ser despiadadamente realista, pero yo también podía serlo, en no poca medida, porque no en balde era su hijo."

Patrimonio: una historia verdadera - Philip Roth



viernes, 4 de marzo de 2016

a strange dimension

 Time is of the essence and yet there is no sense of time. Not as we know it. No fear of the coming, inevitable unknown; these are prehistoric creatures of the present, 300 years in the making. An order older than dinosaurs. Time to them is in the frequencies of the surrounding birdsong, the fluttering of wings, the sun moving through the foliage, the colours that move across their compound eyes, the vibrations that spill down from a passing heron's croak.  Light spills down too, a hot afternoon light that fractures the wood, falling in shards between trees and water. The infinite motion of the river runs in one direction; the endless flux of sky meeting wood in another, and into this strange dimension, as though an irresistible force possesses them, the spinners* rise on stained-glass wings, like angels.
* spinner - adult mayfly

Common ground - Rob Cowen


sábado, 27 de febrero de 2016

cada cosa a su tiempo

"Si cada uno de los instantes de nuestra vida se va a repetir infinitas veces, estamos clavados a la eternidad como Jesucristo a la cruz. La imagen es terrible. En el mundo del eterno retorno descansa sobre cada gesto el peso de una insoportable responsabilidad. Ese el el motivo por el cual Nietzsche llamó a la idea del eterno retorno la carga más pesada (das schwerste Gewicht). Pero si el eterno retorno es la carga más pesada, entonces nuestras vidas pueden aparecer, sobre ese telón de fondo, en toda su maravillosa levedad.
¿Pero es de verdad terrible el peso y maravillosa la levedad?
La carga más pesada nos destroza, somos derribados por ella, nos aplasta contra la tierra. Pero en la poesía amatoria de todas las épocas la mujer desea cargar con el peso del cuerpo del hombre. La carga más pesada es por lo tanto, la imagen de la más intensa plenitud de la vida. Cuanto más pesada sea la carga, más a ras de tierra estará nuestra vida, más real y verdadera será.
Por el contrario, la ausencia absoluta de carga hace que el hombre se vuelva más ligero que el aire, vuele hacia lo alto, se distancie de la tierra, de su ser terreno, que sea real sólo a medias y sus movimientos sean tan libres como insignificantes.
Entonces ¿qué hemos de elegir? ¿El peso o la levedad?
Este fue el interrogante que se planteó Parménides en el siglo sexto antes de Cristo. A su juicio todo el mundo estaba dividido en principios contradictorios:  luz-oscuridad, sutil-tosco, calor-frío, ser-no ser. Uno de los polos de la contradicción era, según él, positivo (la luz, el calor, lo fino, el ser), y el otro negativo. Semejante división entre polos positivos y negativos puede parecernos puerilmente simple. Con una excepción: ¿qué es lo positivo, el peso o la levedad?
Parménides respondió: la levedad es positiva, el peso es negativo.
¿Tenía razón o no? Es una incógnita. Sólo una cosa es segura:   la contradicción entre peso y levedad es la más misteriosa y equívoca de todas las contradicciones."

La insoportable levedad del ser - Milan Kundera






viernes, 19 de febrero de 2016

certezas

"Encontré respeto cuando me volví independiente, dejé de aferrarme. Conseguí que mi propia felicidad no dependiera desesperadamente de los demás.
Se desvanecieron las esperanzas y exigenciasa en la conducta de los demás para alcanzar mi propia seguridad. No totalmente. Pero, nunca volví al estado anterior.
El dolor se convirtió -si se quiere- en alegría.
Creo que ciertas experiencias son ahora menos frecuentes, pero llevo una vida más armoniosa.
Así es como funciona para mí.
Creo que esa felicidad abrumadora, cuando todo el mundo está lleno de fragancia y el sol brilla y uno se siente casi inconsciente por efecto de la emoción, me sobreviene con menos frecuencia.
Pero existe. Siempre tendré conciencia de que existe. Sin embargo, no me preocupa  que no forme parte de mi vida cotidiana.
Ya no creo en un estado permanente de felicidad. ¿Cómo puede medirse la felicidad?
Yo creo que es bueno reconocer el sentido del momento y saber aceptarlo como un regalo.
Doy a luz a un niño por primera vez. Este suceso de proporciones ilimitadas no se repetirá, pero engrandece todo lo que llegaré a sentir más tarde.
Me siento a la luz de una vela y creo que nunca hubiera percibido su llama temblorosa como lo hago ahora si no hubiera visto a Linn venir al mundo.
Abandoné Farö y mis raíces no pudieron aferrarse a la tierra, pero están plantadas para siempre en las experiencias que me aportó la isla.
La felicidad no  es el único don. Creo que acepto eso.
Yo creo que éste es el cambio más importante que he experimentado."

Senderos - Liv Ullman



viernes, 12 de febrero de 2016

amor joven

"Cierta primavera, una repentina e inesperada riada soltó los hielos del río Berounka antes que las de otros ríos, y cerca del pueblo de Modrany se creó una enorme barrera de hielo que amenazaba con una inundación.  Tuvieron que acudir los soldados y partir a tiros los témpanos de hielo amontonados. Las detonaciones se sentían hasta en Praga y los puentes estaban repletos de gente.
Yo también miraba desde un puente, lleno de curiosidad, la desierta pista de hielo donde precisamente aquel invierno iba a patinar casi a diario. A veces incluso con una encantadora muchacha, que llevaba un precioso peinado pero ya un poco pasado de moda. Dos moñitos color avellana sobre las orejitas. Se entregó a mí y a mi dudoso arte de patinar y cogidos de la mano circulábamos por la espaciosa pista.  Estaba limitada por la nieve barrida,  y en las esquinas había unos frescos árboles de Navidad, adornados con cintas de papel coloreado.
Sobre el largo banco en que atábamos los patines o nos calzábamos los zapatos con patines había también un viejo tocadiscos, con una enorme trompeta azul celeste.  Al lado estaba una barraca, en la que cobraban una entrada mínima y preparaban el té.
Al cabo de un momento, después de las detonaciones, llegaron las primeras olas y, con un tremendo estampido, se rompió la placa de hielo sobre la superficie.  Fue un espectáculo fascinante. Los abetos cayeron a la corriente y los témpanos de hielo, que jugaban flotando, a veces los sujetaban y los ponían de pie con sus cantos, llevándoselos luego a toda prisa. Pero también se llevaban todo lo demás. Incluso la alegría de los momentos fugaces en que se sentía muy dentro la proximidad de una chica bonita y el placer de circular con elegancia; al menos, eso me parecía a mí. [...] Con el hielo flotante se me escapaba también la jovencita, y en el preciso momento en que ya estaba a punto de enamorarme de ella. Después de una larga vacilación, me reveló su nombre. Confesó que vivía en el barrio de Hradcany, pero no me dijo dónde. Manifestó de paso que estudiaba en el instituto, pero no me dijo cuál. Me permitió acompañarla al barrio de Klarov. Allí se subió a un tranvía, me sonrió dulcemente, y no la vi hasta al cabo de unos días, cuando la descubrí, feliz, entre la muchedumbre de gente que patinaba en el hielo. Tenía miedo de su estricta madre, que la cuidaba como oro en paño y que seguramente le tenía prohibido patinar, y le asustó la idea irreflexiva de esperarla delante de su casa. [...] Es verdad que lo de patinar no era mi fuerte, pero en cambio sabía hablar bien. Y por eso no dudaba que lograría convencer a la chica. Como ya he revelado la primavera se me anticipó.
La muchacha se marchó flotando con las aguas primaverales. ¡Lástima! Así que sólo me quedaron los recuerdos de cómo me arrodillaba a sus pies y le abrochaba torpemente las botas altas, lamentando que las botas de patinar no fueran más altas todavía.
Tuve la suerte de, puesto de rodillas, entrever bajo su falda plisada, allí donde acababa la media, un pequeño círculo de su desnudez que involuntariamente dejaba descubierta la orla de su media, un poco arrugada. Aquél era el único premio por mis servicios y por las bellas palabras que susurraba entre aquellos dos moñitos.
Cuando al atardecer ya había llevado a la chica al banco, se me aparecía en la oscuridad el círculo luminoso que en el cielo del cuerpo de la muchacha me hacía pensar en la luna creciente."

Toda la belleza del mundo - Jaroslav Seifert


viernes, 5 de febrero de 2016

argucia femenina

"Una noche, bastante más tarde de las doce, me despertó la voz de Mr. Yunioshi, que gritaba por el hueco de la escalera. Como él vivía en el último piso, su voz bajaba por toda la casa, exasperada y severa.
- ¡Miss Golightly! ¡Tengo que presentarle mis quejas!
La voz  que regresó, emergiendo desde el fondo de la escalera, era juvenil y guasona.
- ¡Ay, chico, no sabe cuánto lo siento! He vuelto a perder la maldita llave.
- No debe seguir llamando a mi timbre. Por favor, se lo pido por favor, encargue una llave nueva.
- Es que las pierdo todas.
-Yo trabajo. Tengo que dormir. -gritó Mr Yunioshi -, Y usted siempre está llamando a mi timbre...
-Oh, pero no se enfade, buen hombre, que no volveré a hacerlo. Y si me promete que no se va a enfadar -su voz se iba acercando a medida que subía la escalera-, dejaré que me haga esas fotos de las que hablamos.
En ese momento ya me había levantado de la cama y abierto la puerta un centímetro. Pude oír el silencio de Mr. Yunioshi: oírlo porque estaba acompañado por un audible cambio de respiración.
-¿Cuándo? - dijo por fin.
La chica se puso a reír.
-Algún día- contestó la chica, arrastrando las palabras.
Salí al rellano y me asomé a la barandilla, lo suficiente para ver sin ser visto. Ella seguía subiendo la escalera, llegó a su piso, y la luz del rellano iluminó la mescolanza de colores de su pelo cortado a lo chico, con franjas leonadas, mechas de rubio albino y rubio amarillo. Era una noche calurosa, casi de verano, y Holly llevaba un fresco vestido negro, sandalias negras, collar de perlas. Pese a su distinguida delgadez, tenía un aspecto casi tan saludable como un anuncio de cereales para el desayuno, una pulcritud de jabón al limón, una pueblerina intensificación de rosa en las mejillas. Tenía la boca grande, la nariz respingosa. Era una cara que ya había dejado atrás la infancia, pero que aún no era de mujer. Pensé que podría tener entre dieciséis y treinta años; resultó finalmente que le faltaban dos tímidos meses para cumplir los diecinueve."

Desayuno en Tiffany´s - Truman Capote



viernes, 29 de enero de 2016

criminal minds

It was years since he had been here, but it was impossible for his feet not to follow in his old footsteps. The watchmaker Vilmos and his watches, and his famous garden, these were perhaps his most vivid childhood memories.
Even before reaching the door, he seemed to recognize the smell of the house, which had always had old people in it, since as far as he was concerned the watchmaker Vilmos and his sister had never been young.
Frank took a dark handkerchief out of his pocket and tied it around his face below his eyes. Stan was about to protest.
"You don't need one. They don't know you. But if you like . . ."
He handed him a similar handkerchief; he had thought of everything.
He still remembered Mademoiselle Vilmos's cakes, like nothing else that he had ever eaten, tasteless, thick, decorated with pink-and-blue sugar.  She always kept them in a box with pictures from the adventures of Robinson Crusoe on it.
And she insisted on calling him "my little angel."
Vilmos must be over eighty now, his sister around seventy-five. It was hard to tell exactly, since children have a different way of judging age. For him they had always been old, and Vilmos had been the first person he had ever seen who could remove all his teeth at once, since he wore dentures.
They were misers, brother and sister, each as bad as the other.
"Should I ring the bell?" asked Stan, who was uneasy standing there in the deserted square under the moonlight.
Frank rang, surprised to find the bell rope so low, when once he had had to stand on tiptoe to reach it. He held his automatic in his right hand. His foot was ready to keep the door from closing, like the first time he had gone to Sissy's.  Footsteps could be heard inside, a sound like in a church.  He remembered that, too.  The hall, long and wide, with dark walls and mysterious doors like those of a sacristy, was paved with gray tiles, and two or three were always loose.

 Dirty snow - Georges Simenon







viernes, 22 de enero de 2016

lo que hay que hacer

"Creo que -más difícil de comprender y de nombrar - había otra motivación actuando en su interior cuando volvimos de enterrar a mi madre, en mayo de 1981, y, mientras la casa se iba llenando de parientes y amigos, mi padre desapareció en el dormitorio y se puso a vaciar los cajones de la cómoda de mi madre y a revisar la ropa de su armario.  Yo seguía a la puerta, con mi hermano, recibiendo a los visitantes que nos habían seguido desde el cementerio, de modo que no me habría enterado de lo que estaba haciendo si la hermana de mi madre, la tía Millie, no hubiera acudido corriendo desde el dormitorio, por el pasillo abajo, pidiendo socorro.
- Más vale que hagas algo, cariño - me susurró al oído - . Tu padre está tirándolo todo.
No bastó que yo abriese la puerta y entrara en el dormitorio y le dijese, con firmeza: "¿Qué estás haciendo papá?": siguió con lo suyo.  La cama ya estaba cubierta de vestidos, chaquetas, faldas y blusas procedentes del armario; y ahora andaba en la tarea de sacar las cosas que había en un rincón del cajón inferior de la cómoda y meterlas en una bolsa de basura.  Le puse la mano en el hombro y lo agarré con fuerza.
- La gente está aquí por tí - le dije - Todos quieren verte y hablar contigo...
- ¿Para qué sirve todo esto ya? No me hace bien que esté ahí colgando. Todo esto puede servir de ayuda a ls judíos... Está nuevo...
- Para, por favor....Déjalo ya.  Ya habrá tiempo para todo.  Luego lo haremos juntos. Deja de tirar cosas -insistí - Tranquilízate. Vente al salón, que es ahí donde haces falta.
Pero no necesitaba tranquilizarse. No parecía aturdido, ni presa de un ataque de histeria; estaba, sencillamente, haciendo lo que toda su vida había hecho:  superar la dificultad siguiente.  Media hora antes habíamos enterrado el cuerpo de mi madre; ahora tocaba deshacerse de sus cosas."

Patrimonio: una historia verdadera - Philip Roth


viernes, 15 de enero de 2016

tiempo y sentido

"Jean Baudrillard explica el final de la historia con la imagen de un cuerpo que, en virtud de la aceleración, se libera de la fuerza de gravedad: "De acuerdo con esta imagen cabe suponer que la aceleración de la modernidad, técnica, incidental, mediática, la aceleración de todos los intercambios económicos, políticos, sexuales, nos ha conducido a una velocidad de liberación tal que nos hemos salido de la esfera referencial de lo real y de la historia" Según Baudrillard es necesaria "cierta lentitud" para que los acontecimientos puedan condensarse o cristalizar en historia. La imagen de Baudrillard del cuerpo que se acelera sugiere que la aceleración es la  responsable del fin de la historia, que es la causa de la amenazante pérdida de sentido. En virtud de la aceleración -dice esta "convincente hipótesis" -, las cosas son expulsadas de la esfera referencial dotadora de sentido y se descomponen en fragmentos, en partículas de lo real, aisladas en sí mismas, que dan tumbos en un espacio vaciado de sentido. Esta inmensa energía cinética, cuyo origen no nos lo han dado a conocer, arranca a las cosas de su órbita, es decir, de su relación de sentido:

Más allá de este efecto gravitacional que mantiene a los cuerpos en órbita, todos los átomos de sentido se pierden en el espacio. Cada átomo prosige en su propia trayectoria hacia el infinito y se pierde en el espacio. Exactamente eso es lo que estamos viviendo en nuestras sociedades actuales, que se empeñan en acelerar todos los cuerpos, todos los mensajes, todos los procesos en todos los sentidos [...] Cada hecho,político, histórico, cultural, está dotado de una energía cinética que lo desgaja de su propio espacio y lo propulsa a un hiperespecio donde pierde todo su sentido, puesto que jamás regresará de allí."

 El aroma del tiempo - Byung-Chul Han



viernes, 8 de enero de 2016

un paseo por el cielo

"Nogales, cerezos y ciruelos daban al camino suave y curvilíneo un toque atrayente, distraído y decorativo. Un perro yacía  en mitad de la calle, que en sí misma yo encontraba bella y amaba.
Amaba en realidad la mayoría de lo que iba viendo, de manera fogosa e instantánea. Otra pequeña y bonita escena de perros y de niños fue la siguiente: un perro grande, pero gracioso, con sentido del humor, inofensivo, contemplaba en silencio a un retaco de muchacho,en cuclillas en la escalera de una casa, y que, debido a la atención que el bondadoso, aunque un poco imponente animal, tuvo a bien dedicarle, se puso a  llorar lamentablemente de miedo y organizó un fuerte griterío infantil. Yo encontré la escena encantadora;  pero casi más bonita y encantadora me pareció  otra escena infantil en el teatro del camino rural Dos niños muy pequeños estaban, en el camino bastante polvoriento, como en un jardín. Uno le dijo al otro: «Dame un besito». El otro niño le dio lo que con tanto énfasis se le pedía. Entonces el primero dijo: «¡Bueno! Ahora puedes levantarte del suelo». Muy probablemente, sin el dulce besito no le habría permitido lo que ahora le concedía. «¡Cuan adecuada es esta ingenua y pequeña escena al hermoso cielo azul, que tan divinamente sonríe a la alegre, ligera y luminosa tierra!», me dije. «Los niños son celestiales porque siempre están como en una especie de cielo. Cuando se hacen mayores y crecen se les escapa el cielo, y caen desde la infancia a la seca y calculadora esencia y a las aburridas concepciones de los adultos. Para los niños de la gente pobre, el veraniego camino rural es como un cuarto de juegos."

El paseo - Robert Walser


viernes, 1 de enero de 2016

estar en el camino

"El intervalo temporal se extiende entre dos situaciones o acontecimientos. El intermedio es un tiempo de transición, en el que uno no se encuentra en una situación definida. Nada puede definir este "en medio de". El exceso de indefinición genera un sentimiento de inquietud y angustia, más concretamente, un sentimiento límite. (Schwellengefühl). El paso a lo desconocido inquieta y angustia. En el umbral vacila. También el recelo forma parte de un sentimiento límite. El intermedio que separa la partida de la llegada es un tiempo indefinido, en el que hay que prever lo imprevisible. Pero también es el tiempo de la esperanza o de la espera que prepara la llegada.
El camino que separa el lugar de partida de la meta es un intervalo. Posee una semántica rica, como el propio lugar.  La peregrinación, por ejemplo, no es un espacio intermedio vacío que habría que recorrer lo más rápido posible.   Es, más bien, constitutivo de la meta a la que se llega. Estar en camino adquiere aquí una gran importancia.  El caminar apunta a la penitencia, la sanación o el agradecimiento.  Es una plegaria. El peregrinaje no es un mero andar, sino una transición a un lugar.  El peregrino se dirige, temporalmente, al futuro, en el que espera su curación.  En este sentido, no es un turista.  Éste no conoce ninguna transición.  En todos los sitios se trata del aquí y el ahora.  El turista no está en camino en sentido estricto.  Los caminos son reducidos a trayectos vacíos que no merecen visita alguna.  La totalización del aquí y el ahora despoja a los espacios intermedios de cualquier semántica. En la actualidad, esa experiencia se caracteriza por ser muy pobre en transiciones.
Cuando uno se dirige únicamente a un objetivo, el intervalo espacial hasta el destino solo es un obstáculo que debe superarse lo más rápido posible.  La orientación exclusiva a una meta hace que el espacio intermedio no tenga ninguna importancia, lo reduce a un pasillo sin valor propio. La aceleración conlleva un empobrecimiento semántico del mundo.  "

El aroma del tiempo - Byung-Chul Han