viernes, 22 de julio de 2016

discordante en armonía

"Llamó mi atención un chino de unos sesenta años que desentonaba con sus compatriotas, uniformemente vestidos con camisas de manga corta; él llevaba el atuendo tradicional: un traje de satén azul marino con botones laterales largo hasta los pies que, en esa época del año, le daba un aire absurdo pero conmovedor.  Fue el único que se inclinó para saludar a los anfitriones de la reunión, pero sin servilismo; de vez en cuando levantaba una de sus elegantes manos y, con un gesto de una lentitud anticuada, se acariciaba la larga barba blanca, que el aire del ventilador del techo hacía oscilar ligeramente. Parecía que el tiempo se hubiera detenido en él, que encarnaba por sí solo una época en su conjunto, un universo aparte.  Cuando pronunció las dos sílabas de su nombre, me sorprendieron por su sencillez y familiaridad, que en mi mente se asociaban a....Busqué y busqué, mientras escrutaba su rostro, pero fue inútil:  el recuerdo siguió oculto en algún pliegue de mi memoria, embotada por el nerviosismo de hallarme ante mi primera experiencia profesional. Cuando traduje el sobrenombre que le daban sus colegas chinos, Diccionario Viviente de la Ciudad Prohibida, el representante del director se echó a reír y, en tono condescendiente, prometió contratar  a aquel "señor" como figurante, o incluso ofrecerle un pequeño papel.  Los otros chinos se indignaron, pero él no. Se oía el zumbido de los mosquitos que el viento artificial del ventilador hacía danzar en las franjas de luz que penetraban en la sala.  Al otro lado de la pared, el sonido de un violín, una sonata o un concierto de Mendelssohon, suave y un tanto melifluo, servía de música de fondo a la reunión.

Una noche sin luna - Dai Sijie



No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.