Mostrando las entradas con la etiqueta Capote Truman. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Capote Truman. Mostrar todas las entradas

viernes, 5 de febrero de 2016

argucia femenina

"Una noche, bastante más tarde de las doce, me despertó la voz de Mr. Yunioshi, que gritaba por el hueco de la escalera. Como él vivía en el último piso, su voz bajaba por toda la casa, exasperada y severa.
- ¡Miss Golightly! ¡Tengo que presentarle mis quejas!
La voz  que regresó, emergiendo desde el fondo de la escalera, era juvenil y guasona.
- ¡Ay, chico, no sabe cuánto lo siento! He vuelto a perder la maldita llave.
- No debe seguir llamando a mi timbre. Por favor, se lo pido por favor, encargue una llave nueva.
- Es que las pierdo todas.
-Yo trabajo. Tengo que dormir. -gritó Mr Yunioshi -, Y usted siempre está llamando a mi timbre...
-Oh, pero no se enfade, buen hombre, que no volveré a hacerlo. Y si me promete que no se va a enfadar -su voz se iba acercando a medida que subía la escalera-, dejaré que me haga esas fotos de las que hablamos.
En ese momento ya me había levantado de la cama y abierto la puerta un centímetro. Pude oír el silencio de Mr. Yunioshi: oírlo porque estaba acompañado por un audible cambio de respiración.
-¿Cuándo? - dijo por fin.
La chica se puso a reír.
-Algún día- contestó la chica, arrastrando las palabras.
Salí al rellano y me asomé a la barandilla, lo suficiente para ver sin ser visto. Ella seguía subiendo la escalera, llegó a su piso, y la luz del rellano iluminó la mescolanza de colores de su pelo cortado a lo chico, con franjas leonadas, mechas de rubio albino y rubio amarillo. Era una noche calurosa, casi de verano, y Holly llevaba un fresco vestido negro, sandalias negras, collar de perlas. Pese a su distinguida delgadez, tenía un aspecto casi tan saludable como un anuncio de cereales para el desayuno, una pulcritud de jabón al limón, una pueblerina intensificación de rosa en las mejillas. Tenía la boca grande, la nariz respingosa. Era una cara que ya había dejado atrás la infancia, pero que aún no era de mujer. Pensé que podría tener entre dieciséis y treinta años; resultó finalmente que le faltaban dos tímidos meses para cumplir los diecinueve."

Desayuno en Tiffany´s - Truman Capote



viernes, 25 de diciembre de 2015

dulces recuerdos

"Una mañana de fines de noviembre. Un amanecer de invierno, hace más de veinte años. La cocina de una vieja casa espaciosa, en una aldea. Constituye su rasgo principal una gran estufa negra; pero hay también una gran mesa redonda y una chimenea con dos mecedoras colocadas ante ella. Aquel día comenzaba en la chimenea el rugir invernal.
Una mujer de pelo corto y canoso está de pie ante la ventana de la cocina. Lleva zapatos de tenis y un informe suéter gris sobre un vestido de algodón veraniego. Es pequeña  y vivaracha como una gallinita de Bantam; pero, debido a una larga enfermedad de la infancia, sus hombros son lastimosamente gibosos. Su rostro es notable...., parecido al de Lincoln, así de áspero, curtido por el sol y el viento; pero también es delicado, de finos trazos, y sus ojos son tímidos, color de cereza.
- ¡Oh madre mía! exclama, empañando el vidrio de la ventana con su aliento -, Llegó el tiempo de los pasteles de frutas!
La persona a quien habla soy yo. Tengo siete años; ella, sesenta y tantos.  Somos primos, muy distantes, y hemos vivido juntos...., bueno, desde que yo puedo recordar. Viven en la casa otras personas, parientes; y aunque tienen poder sobre nosotros, y con frecuencia nos hacen llorar, en general no advertimos mucho su existencia. Somos el mejor amigo uno de otro. Me llama Buddy, en recuerdo de un muchacho que fue antes su mejor amigo. El otro Buddy murió en 1880 y tantos, cuando ella era todavía una niña. Ahora es todavía una niña."

Recuerdo navideño - Truman Capote