Mostrando las entradas con la etiqueta Christie Agatha. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Christie Agatha. Mostrar todas las entradas

miércoles, 7 de octubre de 2015

un canario travieso

"La siguiente emoción de mi vida fue el regalo de un canario. Se llamaba Goldie, y se volvió tan manso que saltaba por todo el aposento de los niños, posándose algunas veces sobre el gorro de Nursie  o en mi dedo cuando lo llamaba. No sólo era mi pájaro, sino el inicio de una nueva saga secreta. Los personajes principales eran Dickie y su amada. Cabalgaban en briosos corceles por todo el país (el jardín) y corrían grandes aventuras, escapando a duras penas de las garras de los bandidos.
Un día ocurrió la catástrofe suprema. Goldie desapareció. La ventana estaba abierta y la puerta de la jaula sin el pasador. Lo más probable es que hubiera escapado. Recuerdo aún lo terriblemente largo y lento que fue aquel día. Se alargaba más y más. Yo lloraba lloraba y lloraba. Pusieron la jaula fuera de la ventana con un terrón de azúcar entre las barras. Mi madre y yo recorríamos el jardín llamándole "Goldie, Goldie,Goldie" Mi madre amenazó a la criada con despedirla por comentar con ligereza: "Seguro que se lo ha zampado un gato", con lo que me hizo llorar de nuevo.
Cuando, en la cama ya, seguía sollozando espasmódicamente mientras apretaba la mano de mi madre, se oyó un débil pero alegre gorjeo. Desde lo alto de las barras de las cortinas descendió Goldie. revoloteó una vez más por la estancia y entró enseguida en la jaula. ¡Qué maravilla! Se habia pasado todo aquel día, interminable y aciago, allá arriba en la barra de las cortinas.
Mi madre aprovechó la ocasión para decirme:
- ¿Ves lo tonta que has sido? ¿Ves que inútil ha sido llorar tanto? Nunca llores por nada hasta que estés segura de lo ocurrido.
Le aseguré que no lo haría nunca más."

Autobiografía - Agatha Christie

viernes, 4 de septiembre de 2015

pequeños grandes secretos

"Había un huerto rodeado por un muro alto que daba a la calzada. Sólo me interesaba porque me proveía de frambuesas y manzanas verdes. No era más que el huerto. No tenía ningún encanto.
Luego estaba el jardín propiamente dicho, una extensión de césped en declive con algunos seres interesantes: el acebo, el cedro, la wellingtonia (tremendamente alta) y dos abetos, que asociaba con mis hermanos, no sé por qué. Se podía trepar al árbol de Monty (es decir subir con cuidado hasta la tercera rama). El árbol de Magde, penetrando a gatas en el tronco, ofrecía un asiento: una gruesa rama doblada en forma incitante, donde uno podía sentarse y mirar al exterior sin ser visto. Estaba también "el árbol de la  trementina", que exudaba una goma pegajosa de olor penetrante, que yo recogía cuidadosamente en unas hojas, porque era "un bálsamo muy gracioso". Finalmente, lo mejor, el haya, él árbol más grande del jardín, con su grata lluvia de hayucos que me hartaba de comer. Había un haya cobriza, pero no sé por qué motivo, nunca perteneció al mundo de mis árboles.
En tercer lugar, había un bosque. Me parecía, y aún me lo parece, tan grande como New Forest. Estaba formado por los fresnos y lo atravesaba una senda retorcida. Tenía todo lo que se suele relacionar con los bosques: misterio, terror, deleite secreto, inaccesibilidad y distancia...
La senda conducía a las pistas de tennis y de croquet que estaban en un alto, frente a la ventana del comedor. Al llegar allí se acababa el encanto. Uno se encontraba de nuevo en el mundo cotidiano, donde señoras con las faldas recogidas con una mano  y tocadas con sombreros de paja jugaban al croquet o al tenis.
Cuando había agotado "las delicias del jardín", volvía al aposento de los niños donde estaba Nursie, la nodriza, como algo fijo e inmutable. Quizá porque era una señora mayor y reumática, jugaba a su alrededor o junto a ella más que con ella. Recuerdo que siempre me rodeaba de compañeros imaginarios. Del primer grupo, sólo recuerdo el nombre: "los Gatitos" Ya no sé quiénes eran, ni si yo misma era uno de ellos, pero me acuerdo bien de sus nombres: Trébol, Negrito, y otros tres. Su madre era la señora Benson.
Nursie era demasiado lista para comentar nada o para intervenir en los murmullos que se oían a su alrededor. Probablemente estaba muy contenta de que me divirtiera sola tan fácilmente.
Pero un día recibí un golpe muy duro; regresando del jardín para merendar, al subir la escala, oí que Susan, la criada le decía:
- No le gustan mucho los juguetes ¿verdad? ¿Con qué juega?
Nursie respondió:
- Juega a ser un gatito con otros gatitos.
¿Porqué habrá esa exigencia innata de secreto en la mente de un niño? Saber que alguien, aunque fuera Nursie, conocia lo de los Gatitos, me afectó en lo más hondo. Desde aquel día procuré que no se oyeran mis murmullos cuando jugaba. Los Gatitos eran míos y de nadie más."

Autobiografía - Agatha Christie