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miércoles, 31 de diciembre de 2014

imágenes desbocadas

"Una noche de mayo, la misma voz había dicho: "La otra mañana iba camino de mis clases sobre adornos florales. Llovía sin cesar desde días atrás, de modo que abrí mi paraguas. Bajaba por las escaleras de piedra, cuando una golondrina surgió súbitamente y casi vino a refugiarse bajo mi paraguas. Me dio tal susto que por poco me voy al suelo." Pero cuando el general respondió que había tenido suerte de no rodar escaleras abajo, Makiko dijo que no había querido referirse a eso, sino al peligro corrido por la golondrina, que bien pudo quebrarse las alas contra los nervios metálicos del paraguas. Isao, al oírla, había imaginado aquel momento crítico y sus cautivantes caracteres. El rostro de una mujer cruzó con luz rápida por sus ojos; un rostro pálido, al que el papel impermeable de que estaba hecho el paraguas le prestaba un tinte verdoso. Sus mejillas estaban húmedas por la fina lluvia que todo lo penetraba y toda su expresión mostraba un tenso interés. Allí estaba la quintaesencia de la mujer asomada a la propia femineidad. Y la golondrina, segura gracias al interés de la mujer, ríe de su piedad y arriesga hasta lo último, mientras coquetea con la muerte. Queriendo herir aunque ella misma resulte herida, la golondrina obedece a un impulso rebelde y actúa como la hoja de una espada que intentara deshacer los arco iris de mayo. Su ojo está fijo en el momento supremo. Y sin embargo, ese momento no llega. La ansiedad se desvanece en poesía: la hermosa mujer se encamina a sus clases de adorno floral; la golondrina emerge;  se separan, y cada una sigue sus bifurcados caminos."

Caballos desbocados - Yukio Mishima


miércoles, 19 de noviembre de 2014

justicia vaga

"Cuando Honda reflexionaba sobre su propio carácter no tenía otro remedio que reconocer que era un hombre poseído por una gran fuerza de voluntad. Sin embargo, no podía evitar al mismo tiempo el pensamiento receloso de que tal voluntad nada podría cambiar en el curso futuro del mundo. ¿Futuro? Nada de la vida contemporánea. A menudo había emitido fallos que resolvían sobre la vida y la muerte de sus semejantes. Un veredicto con una sentencia de muerte podría aparecer como algo trascendental, de gran significado en el momento de ser dictado; pero con el paso de los años, puesto que todos los hombres deben morir, la decisión se transformaba en poca cosa:  apenas una imperceptible aceleración que había apresurado un poco el destino final de un hombre. Su muerte se inscribía en un libro especial, y, a partir de ahí, el olvido se encargaba de arrinconar y convertir en humo aquel episodio. En cuanto a las desagradables condiciones en que se desenvolvía el mundo actual, aunque su voluntad nada tenía que ver con ellas ni con las causas que las produjeran, debía encontrarse siempre a entera disposición de ellas; pero también debía resolver según inalterables principios de justicia. Lo único que podía afirmar es que ignoraba cuántas veces el juicio provenía de su pura razón y cuántas estaba condicionado por el modo de pensar del momento en que había emitido el juicio."

Caballos desbocados - Yukio Mishima



lunes, 7 de julio de 2014

la verdad de la duda

"Makoto le preguntó si era de verdad la primera vez. A pesar de la pregunta estúpidamente honesta, hay veces en que la honestidad improvisada como en este caso toca en el centro de la verdad.  Ella contestó honestamente que era la primera vez y que nunca la habían besado antes.  Estas preguntas y respuestas fueron intercambiadas a gran velocidad.  Bien es cierto que hay una verdad insospechada en las cosas y que suele aparecer cuando disminuya la velocidad de la acción.  Tampoco hay razón para creer que los colores irisados que muestra la peonza en pleno giro no sean los verdaderos.
No hay nada que se aleje más de una verdad de esta clase como la descripción de una alcoba. Cada uno de los movimientos que realizaba esta singular pareja en la habitación estaba solapado. En vez de realizar un acto puro e individual, se ejecutaba una especie de trabajo en común, de puesta en escena, de "actuación" ejecutada en íntima complicidad. "

Los años verdes - Yukio Mishima


lunes, 5 de mayo de 2014

pensamientos de mujer

"En cuanto terminó de comer, Shinji empezó a prepararse para salir de nuevo.  Al verle salir por segunda vez con aquel tiempo tormentoso, la madre, que estaba fregando platos, hizo una pausa y le miró fijamente, pero no se atrevió a preguntarle a dónde iba:  algo en la actitud de su hijo, incluso de espaldas, le advertía que guardara silencio.  Cuánto lamentaba no haber tenido por lo menos una hija, que estaría siempre en casa para  ayudarla en las tareas domésticas...
Los hombres van a pescar. Suben a bordo de sus barcos de cabotaje y transportan mercancías a diversos puertos. Las mujeres, que no están destinadas a lanzarse al ancho mundo, cuecen arroz, recogen algas y, cuando llega el verano, se sumergen hasta el fondo del mar. Incluso para una madre veterana entre las  buceadoras, ese mundo crepuscular del fondo marino era el mundo de las mujeres...
Ella sabía todo esto. El interior oscuro de una casa incluso a mediodía, los severos dolores del parto, la penumbra del fondo del mar: ésa era la sucesión de mundos estrechamente relacionados en los que transcurría su vida.
Recordó lo sucedido dos veranos atrás a una de las mujeres, también viuda, una mujer frágil que tenía un niño de pecho. Se había zambullido para recoger orejas de mar y, cuando se estaba secando junto a la fogata, perdió el conocimiento. Puso los ojos en blanco, se mordió los labios azulados y se desplomó. En el crepúsculo, cuando incineraron su cuerpo en el pinar, la desolación de las buceadores era tal que no podían mantenerse en pie, y permanecían acuclilladas sollozando.
Circuló un extraño rumor acerca de ese incidente, y algunas mujeres temieron seguir buceando.  Se decía que la fallecida había sido castigada porque había visto algo temible en el fondo del mar, algo que los seres humanos no pueden ver.
La madre de Shinji hizo oídos sordos al rumor y se zambulló cada vez a más profundidad para obtener mayores capturas de la temporada.  Nunca le habían inquietado las presencias desconocidas.
Ni siquiera estos recuerdos podían hacer mella en su buen humor:  presumía de su buena salud, y el rugido de la tormenta en el exterior aumentaba su sensación de bienestar, como le sucedía a su hijo.
Cuando terminó de fregar los platos, abrió las anchas faldas de su kimono, se sentó con las piernas desnudas extendidas hacia adelante y examinó minuciosamente a la luz que penetraba por las crepitantes ventanas. No había una sola arruga en los muslos maduros, espléndidamente torneados y cuya piel casi reluciente tenía el color del ámbar.
"A juzgar por cómo me conservo, aún podría tener otros cuatro o cinco hijos" , pensó, pero en seguida el arrepentimiento embargó su virtuoso corazón.
Se apresuró a cubrirse con la prenda de vestir e hizo una reverencia ante la tablilla funeraria de su marido en el altarcillo doméstico."

El rumor del oleaje - Yukio Mishima