miércoles, 31 de diciembre de 2014

imágenes desbocadas

"Una noche de mayo, la misma voz había dicho: "La otra mañana iba camino de mis clases sobre adornos florales. Llovía sin cesar desde días atrás, de modo que abrí mi paraguas. Bajaba por las escaleras de piedra, cuando una golondrina surgió súbitamente y casi vino a refugiarse bajo mi paraguas. Me dio tal susto que por poco me voy al suelo." Pero cuando el general respondió que había tenido suerte de no rodar escaleras abajo, Makiko dijo que no había querido referirse a eso, sino al peligro corrido por la golondrina, que bien pudo quebrarse las alas contra los nervios metálicos del paraguas. Isao, al oírla, había imaginado aquel momento crítico y sus cautivantes caracteres. El rostro de una mujer cruzó con luz rápida por sus ojos; un rostro pálido, al que el papel impermeable de que estaba hecho el paraguas le prestaba un tinte verdoso. Sus mejillas estaban húmedas por la fina lluvia que todo lo penetraba y toda su expresión mostraba un tenso interés. Allí estaba la quintaesencia de la mujer asomada a la propia femineidad. Y la golondrina, segura gracias al interés de la mujer, ríe de su piedad y arriesga hasta lo último, mientras coquetea con la muerte. Queriendo herir aunque ella misma resulte herida, la golondrina obedece a un impulso rebelde y actúa como la hoja de una espada que intentara deshacer los arco iris de mayo. Su ojo está fijo en el momento supremo. Y sin embargo, ese momento no llega. La ansiedad se desvanece en poesía: la hermosa mujer se encamina a sus clases de adorno floral; la golondrina emerge;  se separan, y cada una sigue sus bifurcados caminos."

Caballos desbocados - Yukio Mishima


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