viernes, 29 de mayo de 2015

sencillez en la abundancia

"La ciudad engalanóse de fiesta. Humeaban los hogares, donde se alistaban provisiones de comida, chicha y coca para el pueblo. Mujeres en pollerón, desnudos los brazos, chorreando de agua las trenzas, descalzas o con ligeros llanques de cayuba, entraban y salían de las casas, portando al hombro o a dos manos botijas de chicha de jora. O portaban enormes ollas, colmadas de patasca caliente, tazones sin asa, de gran boca, de los que rebosaban cumbas entisadas de rastrojos de Puno, llenas de masato; torres de mates y potos de calabaza, de mayor a menor tatuados con punzones caldeados, amarillo pálido, tabaco, molle, azafrán, lúcuma madura, naranja del norte, arcilla de Nazca. Se había dado muerte a centenares de llamas, para carne del festín y en los corredores y patios pendían de los cordeles tasajos enteros y charqui, salados y penetrados de pimienta y ají. Se molían en los batanes el rocoto de los templos, la quinua y el olluco. Detrás de las casas, las tahonas crepitaban abrasadas, cociendo budines de papa, tortas de camote y bollos de picadillo, cuyo olor, denso y poroso, impregnaban el aire de una molicie enervante.
Tupac Yupanqui, desde el momento en que decidió abandonar las armas de la conquista, trocándolas por el arado y el telar, venía mostrándose, más que nunca, bondadoso y sencillo. Ora salía a ver las faenas agrícolas, ora visitaba las forjas rechinantes y encendidas de los orífices y fundidores, donde las láminas y lingotes de metal gemían al asaltar la línea tersa de una efigie sagrada o el ángulo agudo de una barreta espléndida; ora al cruzar las afueras de la capital, se asomaba a una choza y tomaba  una hebra de las madejas para alfombras y tapices, cuyos hilos secábanse en las rasantes de las pircas, goteando alegres tintes de campeche, molle, quinua amarga y tayo; ora hacía llamar a un amauta y le formulaba largas interrogaciones sobre hechos fenecidos de otros incas, sobre los movimientos del tiempo, sobre el próximo novilunio, sobre los linderos, la distancia, los vientos, la natalidad, la vida y la muerte... Tupac Yupanqui hallábase entregado por entero a una vida profunda y tutelar, serena y constructiva, que le revestía de una especie de santidad apacible y sonriente. "

Novelas y Cuentos completos - César Vallejo

miércoles, 27 de mayo de 2015

not crippling

"You know I was born without any sense of competition. This is a crippling thing in many ways. I don't gamble because it is meaningless. I used to throw the javelin far, but I never really cared whether it was farthest. For a while I was a vicious fighter but it wasn't to win. It was to get it over and get the hell out of there. And I never would have done it at all if other people hadn't put me in the ring. The only private fights I ever had were those I couldn't get away from. Consequently I have never even wondered about the comparative standing of writers. I don't understand that. Writing to me is a deeply personal, even a secret function and when the product is turned loose it is cut off from me and I have no sense of its being mine. Consequently criticism doesn't mean anything to me. As a disciplinary matter, it is too late."

Interview - John Steinbeck


lunes, 25 de mayo de 2015

cuando aflora el verdadero nombre

"He estado en la famosa taberna "Sztaron" de la calle de Seipel,en Budapest, taberna, según se murmura, de una secreta firma bolchevique y cuyo gerente, Ossag Muchay, es tan cortés con la clientela. Muchay ha estado conmigo un gran rato, conversando y bebiendo absintio de Viena, esa destilación religiosa y armada, color de convólvulo, que extraen de una extraña gramínea salvaje, llamada "dístilo dormido". La taberna, esta tarde, se ha visto visitada por muy contados parroquianos, que entraban, estirando los miembros, bebían malvadamente ante el mostrador y se iban con gran perfección. Dos muchachas jugaban en un rincón de la planta baja, un juego de dulce de hierro, con pequeñas tortugas de capa y cintas de colores. A la entrada de la misma sala, platicábamos el buen Muchay y yo. Hablábamos de las supersticiones del Asia Menor, de las salobres ciencias de aprehensión de las hechicerías.  Me despedí de Muchay y abandoné la taberna. Avancé hacia la esquina y tomé la calle de Praga, que apareció invadida de gente. La multitud observaba por sobre los tejados las maniobras de la policía. Entereme, por crecidas puntuales y menguantes de viñeta, que se perseguía a un delincuente de un alto delito, que nadie sabía precisar. Un grupo de gendarmes salió de una de las torres de la iglesia de Ravulk, conduciendo preso a un hombre. Al descender el prisionero las gradas del atrio, pude verle entre la muchedumbre, trajeado de una pelliza en losanges, los ojos enormes, perrazo de gran estimación, que acabase de morder a una reina. Hasta el comisariado fui detrás de esta gente. El comisario interrogó al preso, en tono de legal indignación:-¿Quién es usted? ¿Cuál es su nombre?-Yo no tengo nombre, señor, -dijo el preso. Se ha averiguado en Loeben, aldea donde vivía el aherrojado, por su nombre, sin conseguirla. Nadie da razón de nada que se relacione con sus antecedentes de familia. En sus bolsillos tampoco se ha sorprendido papel alguno. Lo único que está probado es que residía en Loeben, porque todo el mundo le ha visto allí a diario, caminar por las calles, sentarse en los garitos, leer periódicos, conversar con los transeúntes. Pero nadie conoce su nombre. ¿Desde cuándo vivía en Loeben? Se ignora, por otro lado, si es húngaro o extranjero. He vuelto a la taberna de Ossag Muchay y le he referido el caso en todos sus detalles y aun dándole la filiación minuciosa del preso. Muchay me ha dicho:-Ese individuo carece, en verdad, de nombre. Soy yo quien guarda su nombre. ¿Quiere usted conocerlo? Me tomó por el brazo, subimos al segundo piso y me condujo a un escritorio. Allí extrajo de un diminuto estuche de acero un retazo de papel, donde aparecía, en trazos gruesos y resueltos, pero tan enredados que era imposible descifrarlos, una firma delineada con tinta verde rana, de la que usan los campesinos deHungría. Argumenté a Muchay:-¿Se puede acaso tomar el nombre de una persona y esconderlo en un estuche, como una simple sortija o un billete?...-Ni más ni menos, -me respondió el tabernero.-¿Y qué explicación tiene todo esto? ¿Cuál es, en resumen ese nombre?
Usted ni nadie puede saberlo, pues este nombre es ahora de mi exclusiva posesión. Puede usted conocerlo, mas no saberlo...-¿Se burla usted de mí, señor Muchay?-De ninguna manera. Aquel hombre perdió su nombre y él mismo, aunque quisiera darlo, no puede ya saberlo. Le es absolutamente imposible, en tanto no tenga en su poder la firma que usted está viendo aquí.-Pero si él la trazó. Le será fácil trazar otra y otras.-No. El nombre no es sino uno solo. Las firmas son muchas, sin duda, mas el nombre está en una sola de las firmas, entre todas. Sus inesperadas sutilezas de billar, empezaron a hacerme palos. Muchay, en cambio, hablaba sin vacilaciones. Encendió su pipa con dos centellas de pedernal croata. Cerró su estuche de acero y me invitó a bajar.-La vida de un hombre -me dijo, descendiendo la escalera-,está revelada toda entera en uno solo de sus actos. El nombre de un hombre está también revelado en una sola de sus firmas. Saber ese acto representativo, es saber su vida verdadera. Saber esa firma representativa, es saber su nombre verdadero.-¿Y en qué se funda usted para creer que la firma que usted posee, es la firma representativa de ese hombre? Además, ¿qué importancia tiene el saber el nombre verdadero de una persona?¿No se sabe, acaso, el nombre verdadero de todas las personas? -Escuche usted, -me argumentó Muchay, dando inflexión prudente a sus palabras-,  el nombre verdadero de muchas personas se ignora. Esta es la causa por la cual, en lugar de apresar al obrero de Loeben, no se ha apresado al patrón de la fábrica donde éste trabajaba.-¿Pero usted sabe el delito de que se le acusa? -De un atentado contra el Regente Horthy.  Bajé los ojos, dando viento a mis órganos medianos y me quedé Vallejo ante Muchay."

Contra el secreto profesional  - César Vallejo



sábado, 23 de mayo de 2015

impulsos extraordinarios

"Entre la cadena del Himalaya yérguese una cumbre excelsa para los alpinistas, pero por espacio de largo tiempo ha permanecido inexplorada.  Erguida como otras cimas más célebres, presentábase con su silueta hostil para aquella raza de hombres que se siente poseída por el extraño impulso de abandonar las más bajas regiones terrestres, habitadas por los demás hombres, para ascender a las cimas sobre las cuales la gente no puede vivir porque están demasiado cerca del cielo.  La cumbre de Therat, menos alta que la del Everest, resultaba demasiado elevada para servir de meta a una simple excursión. Los alpinistas contemplaban su cresta solitaria, semejante a una verdadera fortificación de peñascos y decían:  "Lo mismo es llevar a cabo la ascención del Therat, que la del Everest".
El Therat era, por tanto, considerado, incluso comparado con otras cumbres, como ligeramente inferior al Everest, y éste fue motivo suficiente para que permaneciera inviolado hasta cierta tarde de julio de un año que se ha hecho memorable, en que un joven arriesgado llamado Alberto Holm, superó el helado abismo junto a la cresta y alcanzó, solo, la cima."

Otros dioses - Pearl S.Buck

lunes, 18 de mayo de 2015

su follaje murmuró no sé qué secreto

"Un mes después, se elevaba sobre la tumba de la difunta una capilla con altar de madera preciosa, ricamente tallado. En la del cochero, un montón de tierra, cubierto ya de césped y malezas, era la única señal de una existencia que pasó.
- Cometes un pecado capital, Serioga, si no compras una lápida para ponerla en la tumba del tío Fedor - dijo un día la cocinera al mancebo -, Muchas veces has prometido hacerlo antes de que pasara el invierno. ¿Porqué no cumples tu palabra? - Recuerda que lo prometistes al difunto en presencia mía y de otras personas que viven aún. ¿No has escarmentado con que se te haya aparecido su ánima una vez? Mira, si no compras pronto esa piedra, Serioga, se te va a aparecer otra vez y es capaz aun de estrangularte.
- ¿Y porqué habría de estrangularme? ¿He renunciado acaso a cumplir con lo prometido? No, Natasia, la piedra habré de comprarla. Con rublo y medio salgo del apuro. Lo que pasa es que no hay quien pueda traerla. ¡Deje usted que se me presente una oportunidad, y acá vendrá a dar la piedra, Nastasia!
- Bien podías cuando menos haberle puesto una cruz. Por Dios que haces mal. Sobre todo que las botas te han servido, ¿no es verdad? - dijo otro de los cocheros presentes.
- ¿ Y de dónde he de haber yo una cruz? ¡No voy a hacerla de un leño!
- ¡Vamos hombre qué estás diciendo! ¿No puedes conseguir un hacha y marcharte cualquier mañana de éstas, de madrugada, al bosque? El otro día quebré un balancín. Bueno, corté un árbol y a los pocos días había tallado uno nuevo, admirable. Te juro que nadie me dijo nada.
Apuntaba apenas la aurora del día siguiente, cuando Serioga terció el hacha y se encaminó al bosque. Un velo tenue de rocío no iluminado aún por el sol se extendía sobre la tierra. Insensiblemente, casi, fue aclarándose el Oriente, y su luz lejana invadía más y más el firmamento cubierto de nubecillas transparentes. Ni una hoja de árbol, ni siquiera el césped, se movía. Rara vez se oían alas en la espesura de la fronda. Una u otra hoja rompía el silencio.
Repentinamente, un ruido extraño a la naturaleza se propagó y fue a morir en los lindes de la soledad. Volvió a sonar, uniforme, sobre el tronco de uno de los árboles inmóviles. Una copa vibró de un modo extraordinario; su follaje, grávido de savia, murmuró no sé qué secreto, y la cucurruca que allí se guarecía cambió dos veces de lugar, lanzó un silbido, y tras de sacudir la cola fue a refugiarse en otro árbol.
Abajo seguía resonando el hacha sordamente. Las astillas jugosas caían sobre la yerba bañada de húmedo rocío. A los golpes implacables sucedió de pronto un estruendo. El árbol tembló; cabeceó su corpulencia; se irguió altivamente, y, tambaleante, lleno de pavor, cayó rígido al suelo.
Desaparecieron el ruido del hacha y de los pasos. La cucurruca silbó otra vez y voló más alto. La rama que había rozado con sus alas tembló un instante y se inmovilizó.
Los árboles con sus frondas tranquilas elevábanse más majestuosamente en el anchuroso espacio. Los primeros rayos del sol traspasaron las nubes y resplandecieron sobre el cielo, recorriendo veloces la tierra. La niebla se resolvió en ondas, y corrió por los arroyos y quebradas. El rocío brillaba juguetón sobre lo verde. Las nubes bogaban blancas y presurosas por la bóveda celeste. Las aves se agitaban con alboroto en el bosque; gorjeaban una canción de ventura. Las hojas murmuraban, serenamente regocijadas, y los ramajes de los árboles vivientes que quedaban en torno, se movían lenta y majestuosamente por encima del árbol muerto."

Tres muertes - León Tolstoi


sábado, 16 de mayo de 2015

conflictos de la mirada

"Muchas veces he visto cosas que otros también han visto. Esto me inspira una cólera sutil y de puntillas, a cuya íntima presencia manan sangre mis flancos solidarios.
- Ha abierto el sol- le digo a un hombre.
Y él me ha respondido:
Sí, Un sol flavo y dulce.
Yo he sentido que el sol está, de veras, flavo y dulce. Tengo deseo entonces de preguntar a otro hombre por lo que sabe de este sol. Aquel ha confirmado mi impresión y esta confirmación me hace daño, un vago daño que me acosa por las costillas. No es, pues, cierto que al abrir el sol, estaba yo de frente?  Y, siendo así, aquel hombre ha salido, como desde un espejo lateral, a mansalva, a murmurar, a mi lado. "Sí. Un sol flavo y dulce" Un adjetivo se recorta en cada una de mis sienes. No. Yo preguntaré a otro hombre por este sol. El primero se ha equivocado o hace broma, pretendiendo suplantarme.

-Ha abierto el sol - le digo a otro hombre.
- Sí, muy nublado- me responde.
Más lejos todavía, he dicho a otro:
-Ha abierto el sol.
Y éste me arguye:
- Un sol a medias.

¡Dónde podré ir que no haya un espejo lateral, cuya superficie viene a darme de frente, por mucho que yo avance de lado y mire yo de frente!
A los lados del hombre van y  vienen bellos absurdos, premiosa caballería suelta, que reclama cabestro, número y jinete. Mas los hombres aman poner el freno por amor al jinete y no por amor al animal. Yo he de poner el freno, tan sólo por amor al animal. Y nadie sentirá lo que yo siento. Y nadie ha de poder ya suplantarme."

Novelas y cuentos completos - César Vallejo


martes, 12 de mayo de 2015

situaciones extraordinarias

"Ocurre que, en su casa, un hombre va y viene, hace los gestos familiares, los gestos de todos los días, distendiendo los rasgos para sí mismo, y que, alzando de pronto la vista, percibe que las cortinas no están corridas y que desde afuera lo observa la gente.
Algo de eso le ocurrió a Spencer Ashby. No del todo, porque en realidad aquella noche nadie le prestó atención.  Tuvo su soledad como le gustaba, muy espesa, sin ruido exterior algono, incluso con nieve, que había empezado a caer a grandes copos y que en cierto modo materializaba el silencio.
¿Podía preverse, alguien en el mundo podía prever que, luego, esa noche sería examinada con lupa, que la harían revivir casi literalmente bajo la lupa como si se tratara de un insecto?"

La muerte de Belle - Georges Simenon


domingo, 10 de mayo de 2015

recuerdos blanquísimos

"Estoy cárdeno. Mientras me peino, advierto al espejo que mis ojeras se han amoratado aún más, y que, sobre los angulosos cobres de mi rostro rasurado se contrae la tez acerbamente.
Estoy viejo. Me paso la toalla por la frente, y un rayado horizontal en resaltos de menudos pliegues, acentúase en ella, como pauta de una música fúnebre, implacable... Estoy muerto.
Mi compañero de celda ha levantado temprano y está preparando el té  que solemos tomar cada mañana, con el pan duro de un nuevo sol sin esperanza.
Nos sentamos después a la desnuda mesita, donde el desayuno humea melancólico, dentro de dos porcelanas sin plato. Y estas tazas a pie, blanquísimas y  limpias, este pan aún tibio sobre el breve y arrollado mantel, todo este aroma matinal y doméstico, me recuerda mi paterna casa, mi niñez santiaguina, aquellos desayunos de ocho y diez hermanos de mayor a menor, como los carrizos de una antara, entre ellos yo, el menor de todos, parado junto a la mesa del comedor, engomado y chorreando el cabello, que acababa de peinar a la fuerza una de las hermanitas; en la izquierda mano un bizcocho entero ¡había de ser entero! y con la derecha de rosadas falangitas, hurtando a escondidas el azúcar de la azucarera, de granito en granito...
¡Ay!, el pequeño que así tomaba el azúcar a la buena madre, quien, luego de sorprenderle, se ponía a acariciarle, alisándole los repulgados golfos frontales.
- Pobrecito mi hijo. Algún día  no tendrá a quién hurtarle azúcar, cuando él sea grande, y haya muerto su madre.
Y acababa el primer yantar del día, con dos ardientes lágrimas de madre, que empapaban mis trenzas nazarenas."

Novelas y Cuentos completos - César Vallejo

viernes, 8 de mayo de 2015

gargoyles as symbol

"It would be difficult to find a detail of architecture that is more popular with the European tourists than the gargoyles of Notre Dame in Paris. Thousands have climbed the weary stone stairs to examine them in detail and then examine, from above, the magnificent panorama of the French capital. But the gargoyles are pleasant fellows to meet, with their grinning faces and elfish profiles; all pleasant but two. And those two are located on the northeastern aspect of the tower that looks out toward Germany.  These two are the hungry gargoyles. The one is swallowing a long, luckless dog, while its companion gazes greedily down toward the land where France is now encamped.
But, the tourists will remonstrate, Notre Dame was built centuries ago. How could the present-day attitude of France be veiled in their horrible visage?
Truly the cathedral was built more than six hundred years ago, but these gargoyles were executed and placed in position there by order of Napoleon the Third, a short time before the outbreak of the Franco-Prussian war. The cathedral is old;  but these monstrosities are not. They belong to modern history and the commencement of French hartred toward the eastern neighbor.
These world-famed gargoyles were placed on Notre Dame by E.E. Viollet-le-Duc, who died in 1879. He was an intimate friend of Napoleon the Third, and was employed in the restoration of many ancient buildings that had suffered during the French Revolution. In that connection he was engaged with his Notre Dame gargoyles for eleven years. Other buildings which he restored with figures do not exhibit the horror and rapacity of these two gargoyles which face Germany.  Did he here express, in stone, the thoughts of the French leaders which are now current history?"

ON Paris  -  Ernest Hemingway
The Toronto Star Weekly, November 1923



miércoles, 6 de mayo de 2015

cuando dejar es necesario

"Blake escribió Matrimonio del cielo y del infierno.  Si escribo sobre su divorcio no es porque me considere digno antagonista de un genio tan grande ni tampoco porque esté muy seguro de saber lo que quiso decir.  Pero en algún sentido, resulta perenne el intento de efectuar ese matrimonio.  El intento se funda en la crencia de que la realidad nunca nos encara con un "o esto o lo otro" absolutamente inevitable; de que si contamos con bastante habilidad y paciencia y (especialmente) con el tiempo suficiente, siempre podremos hallar un modo de abrazar ambas alternativas; de que el mero desarrollo o ajuste o refinamiento se las arreglará para tornar el mal en bien sin que se nos obligue a un rechazo total y definitivo de nada que nos guste retener o conservar.  Me parece una creencia desastrosamente errónea.  No se puede llevar todo el equipaje en cada viaje; hay un viaje en el cual puede ser imprescindible dejar atrás hasta la mano derecha y el ojo derecho. No estamos viviendo en un mundo en que todos los caminos sean los radios de un círculo y donde, si los seguimos bastante llegaremos gradualmente entonces a estar más cerca y al final a reunirnos en el centro.  Vivimos, más bien, en un mundo donde todo camino, a los pocos kilómetros, se bifurca y donde estos dos al poco tiempo, vuelven a bifurcarse; en cada encrucijada debemos optar.  La vida, incluso a nivel biológico, no se parece a un río sino a un árbol. No avanza hacia la unidad, se aparta de ella: las creaturas se distancian más y más mientras se perfeccionan.  El bien, en tanto madura, continuamente se diferencia no sólo del mal sino de otros bienes."

El gran divorcio Un sueño - C.S.Lewis


viernes, 1 de mayo de 2015

a much-feared man

"Paris - Monsieur Deibler is the  most feared man in France. Deibler lives comfortably and respectively in a snug bourgeois suburb in Paris. He is a large, jovial-looking man and his neighbors know that he has some permanent position or other with the Ministry of Justice. They do not fear Deibler on the Avenue de Versailles, where he lives, because they do not know Deibler.
Every so often Deibler and three heavily built men go off on a mysterious trip. They are accompanied by a boxcar that carries the very grimmest load a French train has ever hauled.  It is these trips that have earned Deibler his name of the most  feared man in France, for in the boxcar is a guillotine.
Deibler is the permanent public executioner of France. He receives a fixed salary and fees for executions out of which he pays his threee husky assistants.  One of the assistants is his son-in-law, who, when business is light, runs a small café.
Deibler has two guillotines. One is a very large model, a replica of the grim framework that stood in the Place de la Concorde when the tumbrils jolted along the cobbed, narrow way of the Rue St. Honoré. The large guillotine is used for executions in Paris. The other guillotine is much smaller and is kept loaded in a special box ready to travel with Deibler and his three aides to any part of the provinces.
Under the French law a condemned prisoner is not told the time of his execution until an hour before it is to occur. Execution takes place at day-break. The condemned man is aroused, signs certain papers, is given a cigarrette and a drink of rum, the barber is called in to shave the back of the prisoner´s neck and he is marched out to meet Monsieur Deibler. The guillotine is set up outside the prison gate and troops keep any spectators  a hundred yards away. It is the French law.
When it is all over, Mr Deibler and his three muscular assistants take down the guillotine and go back to Paris, where the son-in-law totals up the receipts of his café and Monsieur Deibler returns to his family. The Avenue of Versailles is glad to see him back, he is a very jolly man, and his neighbours say. "Deibler´s back. He´s been away on another of his trips for the government. I wonder what this Deibler does, anyway?"

ON Paris - Ernest Hemingway
The Toronto Daily Star, April 1922