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viernes, 6 de noviembre de 2015

la dicha de ser mujer

"Se procedía al entierro del teniente general Sapupirin. Hacia la casa del difunto, donde retumbaba la música y resonaban las voces de mando, acudía corriendo, desde todos lados, un tropel de gente que deseaba contemplar el féretro. En uno de aquellos grupos apresurados se encontraban los funcionarios Probkin y Svistkov. Ambos iban acompañados de sus mujeres.
- No se puede pasar - les dijo, deteniéndoles, un agente de Policía de rostro simpático y bondadoso, cuando llegaron al cordón formado por los guardias-. ¡No se puede! Les ruego señores que retrocedan. ¡Señores....no depende de nosotros! ¡Les ruego que retrocedan! Las señoras sí pueden acercarse. ¡Sírvanse pasar, mesdames!... Pero ustedes. ¡Por amor de Dios!
Las esposas de Probkin y de Svistkov, ruborizándose ante la inesperada amabilidad de la policía, se deslizaron por entre el cordón formado por los guardias, mientras sus maridos quedaban al otro lado de la muralla viviente disponiéndose a contemplar con atención las espaldas de aquellos guardianes del orden de a pie y de a caballo.
-¡Se colaron! -dijo Probkin con envidia y hasta casi con odio, viendo alejarse a las damas- ¡Qué suerte tienen los moños! ¡El género masculino no tiene nunca los privilegios que tiene el femenino!... Y después de todo, ¿qué hay en ellas de particular? A unas mujeres de lo más corrientes, llenas de prejuicios... , se las deja pasar...y a nosotros, que somos consejeros civiles, no se nos deja...
.Qué manera tan particular de razonar- dijo el policía, mirando a Probkin con aire de reproche-, ¡Si a ustedes se les deja pasar, empezarían a empujar a la gente y a armar barullo, mientras que una dama, por su delicadeza, no se permitiría nunca una cosa semejante!
-¡Sobre eso habría mucho que decir!  -se enfadó Probkin- Una dama entre la gente siempre es la primera que empuja!! El hombre está quieto y mira a un sitio nada más, pero la dama ahueca los brazos y reparte empujones para que no le arrugen el vestido. ¡Eso está fuera de duda! ¡El género femenino es siempre afortunado en todo! ¡A las mujeres no se las llevan de reclutas! ¡En los bailes no pagan, y están extentas de castigo corporal! ¿Y por qué méritos?, se pregunta uno...Que la señorita deja caer un pañuelo..., ¡tienes que recogérselo!. Cuando entra has de levantarte y dejarle la silla. Cuando se marcha, deber acompañarla...¡Y si nos ponemos a hablar de categorías!..."

La suerte femenina - Antón Chéjov


miércoles, 21 de octubre de 2015

acordes que encienden llamas

"El regimiento de caballería de N*** , que estaba de maniobras, se detuvo a hacer noche en la pequeña ciudad de K**.
Un hecho de tal magnitud como el que los señores militares pernocten en determinado lugar, actúa siempre sobre los habitantes de éste con una fuerza excitante e inspiradora. Ni los comerciantes que sueñan con dar salida a un viejo y mohoso salchichón y a unas sardinas de la mejor clase, que descansan hace ya diez años en las estanterías, ni los taberneros, ni demás industriales, cierran sus establecimientos, en toda la noche. El jefe militar, el ayudante y la guarnición de la localidad visten sus mejores uniformes. La Policía va de aquí para allá como atontada, ¡y en cuanto a las damas!...¡El diablo sabe lo que les pasa!
Las damas de la ciudad de K***, al oír que se acercaba el regimiento, abandonaron las calientes cacerolas en las que cocían sus mermeladas y salieron corriendo a la calle. Olvidadas de su deshabillé y aspecto desarreglado, jadeantes o suspenso el aliento, se apresuraron a salir al encuentro del regimiento, al tiempo que escuchaban con avidez los acordes de la marcha militar. Mirando sus pálidos e inspirados rostros, podía pensarse que aquellos sonidos que traía el aire no procedían de las trompetas de los soldados, sino del cielo.
- ¡El regimiento! -decían alegres-. ¡Viene el regimiento!
¿Qué podría importarles, en verdad, un regimiento arribado por puro azar y que a la mañana siguiente había de marcharse otra vez?."

El marido - Antón Chéjov