viernes, 25 de marzo de 2016

una búsqueda que nos define

"La felicidad es indefinible, pero es también una evidencia irrefutable cuando se la ha experimentado. Dice Ladislaus Boros que si pudiéramos describir la felicidad, "habríamos descubierto la lengua para hablar sobre el cielo" y se lamenta del contraste que existe entre la habitual elocuencia del hombre para referirse al dolor y su pobreza expresiva para hablar de la alegría.  Pero si bien es imposible decir lo que la felicidad es, se puede, en cambio, indicar lo que no es, mostrando de este modo indirecto tanto lo que nos aleja de ella como lo que nos permite alcanzarla. Ya Séneca enseñaba que todos los hombres quieren vivir felices, pero que en su búsqueda de la felicidad van a tientas y que no es fácil lograrla, si han errado el camino.  De hecho, cada cual parecería concebirla a su manera.  Muchos la buscan en el éxito y en los logros exteriores; en la gloria y en el poder del mundo.  Otros, en el placer y en la satisfacción sensual de los apetitos.  Sólo algunos la perciben como el premio de la plenitud de una vida y de la autorealización personal. El bien, señaló Aristóteles, es casi indefinible, porque es diferente para los distintos hombres.  Y Ortega decía que todo lo que el hombre hace lo hace para ser feliz y que, precisamente por eso, las circunstancias, de su felicidad nos permiten conocer "el íntimo perfil de su yo".  Tal vez ningún propósito humano defina mejor, con mayor hondura y sutileza, la calidad del nivel de ser de una vida, que su personal búsqueda de la felicidad."

El temor y la felicidad - Sergio  Peña y Lillo


viernes, 18 de marzo de 2016

cuando la sangre es alegría

"Yo era pequeña y delgada y bastante egocéntrica, perdida en divagaciones y sueños. Buenas notas y un gran aburrimiento. A veces mis pechos eran los guantes de mamá que rellenaban un sujetador comprado con mis ahorros. Clases de gimnasia, de las que la mayor parte de las niñas se excusaban una vez al mes alegando "el motivo de siempre" con voz indiferente cuando oían que las llamaban por sus nombres. Y como nunca me pasaba a mí, fingía que me había pasado, pero nunca podía llevar bien la cuenta de las fechas.  Durante todo un año fui la impostora, sin darme cuenta que todas las demás lo sabían, sólo que la profesora les había pedido que tuviesen tacto e hicieran como si no lo supieran.
"El motivo de siempre":  la mágica expresión que distingue a las iniciadas separándolas de las demás. Y, finalmente, llega el momento ¡Qué felicidad!  ¡Qué agonía!  La mujer feliz, cuando las primeras manchas de sangre la apartan de la tierra de la inocencia para trasladarla a un mundo cada vez más lleno de misterios."

Senderos - Liv Ullman


viernes, 11 de marzo de 2016

acciones realistas

"Desde la muerte de mi madre, cada vez que venía a Conneticut a pasar una temporada con nosotros nos traía algo en una bolsa de papel o de la compra o en una maletita normal y corriente que llevaba a su lado durante las tres horas que tardaba en traerlo el conductor local que, por encargo nuestro, lo recogía en Elizabeth.   Dejando aparte los vasos de jerez, por lo general eran regalos que les había hecho yo a mi madre y a él, o que les habíamos hecho Claire y yo, y que ahora, años más tarde, nos iba devolviendo, como si sólo se los hubiéramos dejado en préstamo, o a título de depósito. "Ahí van las servilletas" "Las de Irlanda" [...] "También va un mantel" añadía "de España", 1971. La Barcelona de Gaudí. [...] Al principio, cuando yo aún me resistía, explicándole "Pero si son tuyos, son regalos que te hicimos", él replicaba, sin pasársele siquiera por la cabeza que pudiera haber una brizna de insulto en su descarga de objetos: "Y ¿para qué diablos los quiero yo?  Mira qué reloj. Un reloj precioso, regalo de alguien. Debió de costar una fortuna. ¿De qué me sirve a mí?
El reloj había costado unos doscientos dólares, en la Hungría de 1973. Se lo había regalado yo a mi madre:  un relojito de porcelana, de un diseño floral que a ella le gustaba mucho, que compré en un anticuario de Budapest, cuando iba de regreso a casa, en primavera, tras haber estado en Praga visitando a unos amigos.  Pero lo acepté sin decir nada.  Poco a poco, fui recogiéndolo todo, sin que dejara de sorprenderme, en cada ocasión, la poca relevancia que para él tenía el valor sentimental -y material también - de unas cosas que le habían entregado las personas a quienes él más quería, como muestra de su afecto. Resultaba extraño, me decía yo, descubrir esta laguna concreta en un hombre para quien, al mismo tiempo, las obligaciones familiares constituían una tiranía emocional; o quizá no hubiera de qué extrañarse ¿cómo podían esos objetos, meras representaciones, llevar dentro, para él, la todopoderosa fuerza de los vínculos familiares?  Cosa por cosa, lo fui recogiendo todo, como un encargado de departamento de devoluciones de unos grandes almacenes de primera clase a quien han dado instrucciones de no rechistar, pero preguntándome si lo que él pensaba, en realidad, mientras envolvía los regalos en periódicos viejos y los metía en cajas de todo tipo, era que así no tendríamos tantas posesiones suyas de que ocuparnos después del entierro. Mi padre podía ser despiadadamente realista, pero yo también podía serlo, en no poca medida, porque no en balde era su hijo."

Patrimonio: una historia verdadera - Philip Roth



viernes, 4 de marzo de 2016

a strange dimension

 Time is of the essence and yet there is no sense of time. Not as we know it. No fear of the coming, inevitable unknown; these are prehistoric creatures of the present, 300 years in the making. An order older than dinosaurs. Time to them is in the frequencies of the surrounding birdsong, the fluttering of wings, the sun moving through the foliage, the colours that move across their compound eyes, the vibrations that spill down from a passing heron's croak.  Light spills down too, a hot afternoon light that fractures the wood, falling in shards between trees and water. The infinite motion of the river runs in one direction; the endless flux of sky meeting wood in another, and into this strange dimension, as though an irresistible force possesses them, the spinners* rise on stained-glass wings, like angels.
* spinner - adult mayfly

Common ground - Rob Cowen