viernes, 11 de marzo de 2016

acciones realistas

"Desde la muerte de mi madre, cada vez que venía a Conneticut a pasar una temporada con nosotros nos traía algo en una bolsa de papel o de la compra o en una maletita normal y corriente que llevaba a su lado durante las tres horas que tardaba en traerlo el conductor local que, por encargo nuestro, lo recogía en Elizabeth.   Dejando aparte los vasos de jerez, por lo general eran regalos que les había hecho yo a mi madre y a él, o que les habíamos hecho Claire y yo, y que ahora, años más tarde, nos iba devolviendo, como si sólo se los hubiéramos dejado en préstamo, o a título de depósito. "Ahí van las servilletas" "Las de Irlanda" [...] "También va un mantel" añadía "de España", 1971. La Barcelona de Gaudí. [...] Al principio, cuando yo aún me resistía, explicándole "Pero si son tuyos, son regalos que te hicimos", él replicaba, sin pasársele siquiera por la cabeza que pudiera haber una brizna de insulto en su descarga de objetos: "Y ¿para qué diablos los quiero yo?  Mira qué reloj. Un reloj precioso, regalo de alguien. Debió de costar una fortuna. ¿De qué me sirve a mí?
El reloj había costado unos doscientos dólares, en la Hungría de 1973. Se lo había regalado yo a mi madre:  un relojito de porcelana, de un diseño floral que a ella le gustaba mucho, que compré en un anticuario de Budapest, cuando iba de regreso a casa, en primavera, tras haber estado en Praga visitando a unos amigos.  Pero lo acepté sin decir nada.  Poco a poco, fui recogiéndolo todo, sin que dejara de sorprenderme, en cada ocasión, la poca relevancia que para él tenía el valor sentimental -y material también - de unas cosas que le habían entregado las personas a quienes él más quería, como muestra de su afecto. Resultaba extraño, me decía yo, descubrir esta laguna concreta en un hombre para quien, al mismo tiempo, las obligaciones familiares constituían una tiranía emocional; o quizá no hubiera de qué extrañarse ¿cómo podían esos objetos, meras representaciones, llevar dentro, para él, la todopoderosa fuerza de los vínculos familiares?  Cosa por cosa, lo fui recogiendo todo, como un encargado de departamento de devoluciones de unos grandes almacenes de primera clase a quien han dado instrucciones de no rechistar, pero preguntándome si lo que él pensaba, en realidad, mientras envolvía los regalos en periódicos viejos y los metía en cajas de todo tipo, era que así no tendríamos tantas posesiones suyas de que ocuparnos después del entierro. Mi padre podía ser despiadadamente realista, pero yo también podía serlo, en no poca medida, porque no en balde era su hijo."

Patrimonio: una historia verdadera - Philip Roth



No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.