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lunes, 17 de agosto de 2015

el corazón del hogar

"Creo que la cocina es el lugar del mundo que más me gusta. En la cocina, no importa de quién ni cómo sea, o en cualquier sitio donde se haga comida, no sufro. Si es posible, prefiero que sea funcional y que esté muy usada. Con los trapos secos y limpios, y los azulejos blancos y brillantes.
Incluso las cocinas muy sucias me encantan. Aunque haya restos de verduras esparcidos por el suelo y esté tan sucio que la suela de las zapatillas quede ennegrecida, si la cocina es muy grande, me gusta. Si allí se yergue una nevera enorme, llena de comida como para pasar un invierno, me gusta apoyarme en su puerta plateada. Cuando levanto los ojos de la cocina grasienta y del cuchillo oxidado, en la ventana brillan estrellas solitarias.
Sólo estamos la cocina y yo. Pero creo que es mejor que pensar que en este mundo estoy yo sola."

Kitchen - Banana Yoshimoto



lunes, 10 de agosto de 2015

old mustaches

"The writer, an old man with a white mustache, had some difficulty in getting into bed.
The windows of the house in which he lived were high and he wanted to look at the
trees when he awoke in the morning. A carpenter came to fix the bed so that it would be
on a level with the window.
      Quite a fuss was made about the matter. The carpenter, who had been a soldier in
the Civil War, came into the writer’s room and sat down to talk of building a platform
for the purpose of raising the bed. The writer had cigars lying about and the carpenter
smoked.
      For a time the two men talked of the raising of the bed and then they talked of other
things. The soldier got on the subject of the war. The writer, in fact, led him to that
subject. The carpenter had once been a prisoner in Andersonville prison and had lost a
brother. The brother had died of starvation, and whenever the carpenter got upon that
subject he cried. He, like the old writer, had a white mustache, and when he cried he
puckered up his lips and the mustache bobbed up and down. The weeping old man
with the cigar in his mouth was ludicrous. The plan the writer had for the raising of his
bed was forgotten and later the carpenter did it in his own way and the writer, who was
past sixty, had to help himself with a chair when he went to bed at night. "

Winesburg, Ohio - Sherwood Anderson


miércoles, 29 de julio de 2015

porque también somos un cuerpo

" ¿Qué haces? - me preguntó mi mujer cuando vio que me demoraba más que lo habitual ante el espejo.
- Nada - le respondí-, me miro aquí, dentro de la nariz, en este orificio. Al apretar, noto cierto dolorcito.
Mi mujer sonrió y dijo:
- Creí que mirabas de qué lado se te inclina.
Me volví como un perro al que le hubiesen pisado la cola :
- ¿Se me inclina? ¿A mí? ¿ La nariz ?
Y mi mujer plácidamente:
- Sí, querido. Míratela bien: se te inclina hacia la derecha.
Tenía veintiocho años y siempre, hasta entonces, había considerado mi nariz, si no exactamente bella, al menos muy decente, como todas las otras partes de mi cuerpo. Para mí, había sido fácil admitir y sostener lo que normalmente admiten y sostienen todos aquellos que no han tenido la desgracia de recibir un cuerpo deforme: que es una estupidez envanecerse de la propia contextura. Por eso, el descubrimiento imprevisto e inesperado de aquel defecto me irritó como un inmerecido castigo.
Vio tal vez mi mujer mucho más en aquella irritación mía y agregó enseguida que si reposaba yo en la certeza de ser en todo sin falla, me levantase ya, pues así como tenía la nariz inclinada hacia la derecha...
- ¿Qué más?
¡Otras cosas más, algunas otras! ... Mis cejas parecían dos acentos circunflejos, ^^, mis orejas estaban mal colocadas, una más sobresaliente que la otra... Y otros defectos...
- ¿Otros?
Y sí, otros; en las manos, el dedo meñique; y las piernas (¡ no torcidas, no!); la derecha un poco más arqueada que la otra... hacia la rodilla, un poquito.
Después de un atento examen, tuve que reconocer verdaderos todos estos defectos. Y solo entonces, trocada la certidumbre en dolor y humillación, inesperadamente mi mujer me exhortó para consolarme, a no afligirme tanto, que así y todo, en conjunto, era yo un lindo hombre"

Uno, ninguno y cien mil - Luigi Pirandello


lunes, 29 de junio de 2015

cuando el azul no es bienvenido

"Felícito Yanaqué, dueño de la Empresa de Transportes Narihualá, salió de su casa aquella mañana, como todos los días de lunes a sábado, a las siete y media en punto, luego de hacer media hora de Qi Gong, darse una ducha fría y prepararse el desayuno de costumbre: café con leche de cabra y tostadas con mantequilla y unas gotitas de miel de chancaca. Vivía en el centro de Piura y en la calle Arequipa había ya estallado el bullicio de la ciudad, las altas veredas estaban llenas de gente yendo a la oficina, al mercado o llevando los niños al colegio. Algunas beatas se encaminaban a la catedral para la misa de ocho. Los vendedores ambulantes ofrecían a voz en cuello sus melcochas, chupetes, chifles, empanadas y toda suerte de chucherías y ya estaba instalado en la esquina, bajo el alero de la casa colonial, el ciego Lucindo, con el tarrito de la limosna a sus pies. Todo igual a todos los días, desde tiempo inmemorial.
Con una excepción. Esta mañana alguien había pegado a la vieja puerta de madera claveteada de su casa, a la altura de la aldaba de bronce, un sobre azul en el que se leía claramente en letras mayúsculas el nombre del propietario: don felícito yanaqué. Que él recordara, era la primera vez que alguien le dejaba una carta colgada así, como un aviso judicial o una multa. Lo normal era que el cartero la deslizara al interior por la rendija de la puerta. La desprendió, abrió el sobre y la leyó moviendo los labios a medida que lo hacía: "

El héroe discreto - Mario Vargas Llosa


viernes, 12 de junio de 2015

algo más que una nariz

En marzo, el día 25, sucedió en San Petersburgo un hecho de lo más insólito. El barbero Iván Yákovlevich, domiciliado en la Avenida Voznesenski (su apellido no ha llegado hasta nosotros y ni siquiera figura en el rótulo de la barbería, donde sólo aparece un caballero con la cara enjabonada y el aviso de «También se hacen sangrías»), el barbero Iván Yákovlevich se despertó bastante temprano y notó que olía a pan caliente. Al incorporarse un poco en el lecho vio que su esposa, señora muy respetable y gran amante del café, estaba sacando del horno unos panecillos recién cocidos.
-Hoy no tomaré café, Praskovia Osipovna -anunció Iván Yákovlevich-. Lo que sí me apetece es un panecillo caliente con cebolla.
(La verdad es que a Iván Yákovlevich le apetecían ambas cosas, pero sabía que era totalmente imposible pedir las dos a la vez, pues a Praskovia Osipovna no le gustaban nada tales caprichos.) «Que coma pan, el muy estúpido. Mejor para mí: así sobrará una taza de café», pensó la esposa. Y arrojó un panecillo sobre la mesa.
Por aquello del decoro, Iván Yákovlevich endosó su frac encima del camisón de dormir, se sentó a la mesa provisto de sal y dos cebollas, empuñó un cuchillo y se puso a cortar el panecillo con aire solemne. Cuando lo hubo cortado en dos se fijó en una de las mitades y, muy sorprendido, descubrió un cuerpo blanquecino entre la miga. Iván Yákovlevich lo tanteó con cuidado, valiéndose del cuchillo, y lo palpó. «¡Está duro! -se dijo para sus adentros-. ¿Qué podrá ser?»
Metió dos dedos y sacó... ¡una nariz! Iván Yákovlevich estaba pasmado. Se restregó los ojos, volvió a palpar aquel objeto: nada, que era una nariz. ¡Una nariz! Y, además, parecía ser la de algún conocido. El horror se pintó en el rostro de Iván Yákovlevich. Sin embargo, aquel horror no era nada, comparado con la indignación que se adueñó de su esposa.
-¿Dónde has cortado esa nariz, so fiera? -gritó con ira-. ¡Bribón! ¡Borracho! Yo misma daré parte de ti a la policía. ¡Habrase visto, el bribón! Claro, así he oído yo quejarse ya a tres parroquianos. Dicen que, cuando los afeitas, les pegas tales tirones de narices que ni saben cómo no te quedas con ellas entre los dedos.

La nariz - Nicolai Gógol



sábado, 23 de mayo de 2015

impulsos extraordinarios

"Entre la cadena del Himalaya yérguese una cumbre excelsa para los alpinistas, pero por espacio de largo tiempo ha permanecido inexplorada.  Erguida como otras cimas más célebres, presentábase con su silueta hostil para aquella raza de hombres que se siente poseída por el extraño impulso de abandonar las más bajas regiones terrestres, habitadas por los demás hombres, para ascender a las cimas sobre las cuales la gente no puede vivir porque están demasiado cerca del cielo.  La cumbre de Therat, menos alta que la del Everest, resultaba demasiado elevada para servir de meta a una simple excursión. Los alpinistas contemplaban su cresta solitaria, semejante a una verdadera fortificación de peñascos y decían:  "Lo mismo es llevar a cabo la ascención del Therat, que la del Everest".
El Therat era, por tanto, considerado, incluso comparado con otras cumbres, como ligeramente inferior al Everest, y éste fue motivo suficiente para que permaneciera inviolado hasta cierta tarde de julio de un año que se ha hecho memorable, en que un joven arriesgado llamado Alberto Holm, superó el helado abismo junto a la cresta y alcanzó, solo, la cima."

Otros dioses - Pearl S.Buck

martes, 12 de mayo de 2015

situaciones extraordinarias

"Ocurre que, en su casa, un hombre va y viene, hace los gestos familiares, los gestos de todos los días, distendiendo los rasgos para sí mismo, y que, alzando de pronto la vista, percibe que las cortinas no están corridas y que desde afuera lo observa la gente.
Algo de eso le ocurrió a Spencer Ashby. No del todo, porque en realidad aquella noche nadie le prestó atención.  Tuvo su soledad como le gustaba, muy espesa, sin ruido exterior algono, incluso con nieve, que había empezado a caer a grandes copos y que en cierto modo materializaba el silencio.
¿Podía preverse, alguien en el mundo podía prever que, luego, esa noche sería examinada con lupa, que la harían revivir casi literalmente bajo la lupa como si se tratara de un insecto?"

La muerte de Belle - Georges Simenon


viernes, 5 de diciembre de 2014

the neglected bridge

On Friday noon, July the twentieth, 1714, the finest bridge in all Peru broke and precipitated five travellers into the gulf below. This bridge was on the high-road, between Lima and Cuzco and hundreds of persons passed over it every day. It had been woven of osier by the Incas
more than a century before and visitors to the city were always led out to see it. It was a mere ladder of thin slats swung out over the gorge, with handrails of dried vine.  Horses and coaches and chairs had to go down hundreds of feet below and pass over the narrow torrent on rafts, but no one, not even the Viceroy, not even the Archbishop of Lima, had descended with the baggage rather than cross by the famous bridge of San Luis Rey. St. Louis of France himself protected it, by his name and by the little mud church on the further side. The bridge seemed to be among the things that last forever;
It was unthinkable that it should break. The moment a Peruvian heard of the accident he signed himself and made a mental calculation as to how recently he had crossed by it and how soon he had intended crossing by it again. People wandered about in a trance-like state, muttering; they had the hallucination of seeing themselves falling into a gulf.

The bridge of San Luis Rey - Thornton Wilder








miércoles, 27 de agosto de 2014

entre público y privado


"Querida Glenda, esta carta no le será enviada por las vías ordinarias porque nada entre nosotros puede ser enviado así, entrar en los ritos sociales de los sobres y el correo.  Será más bien como si la pusiera en una botella y la dejara caer a las aguas de la bahía de San Francisco en cuyo borde se alza la casa desde donde le escribo; como si la atara al cuello de una de las gaviotas que pasan como latigazos de sombra frente a mi ventana y oscurecen por un instante el teclado de esta máquina. Pero una carta de todos modos dirigida a usted, a Glenda Jackson en alguna parte del mundo que probablemente seguirá siendo Londres; como muchas cartas, como muchos relatos, también hay mensajes que son botellas al mar y entran en esos lentos, prodigiosos sea-changes que Shakespeare cinceló en La Tempestad y que amigos inconsolables inscribirían tanto tiempo después en la lápida bajo la cual duerme el corazón de Percy Bysshe Shelley en el cementerio de Cayo Sextio, en Roma.
Es así, pienso, que se operan las comunicaciones profundas, lentas botellas errando en lentos mares, tal como lentamente se abrirá camino esta carta que la busca a usted con su verdadero nombre, no ya la Glenda Garson que también era usted pero que el pudor y el cariño cambiaron sin cambiarla, exactamente como usted cambia sin cambiar de una película a otra. Le escribo a esa mujer que respira bajo tantas máscaras incluso la que yo le inventé para no ofenderla, y le escribo, porque también usted se ha comunicado ahora conmigo debajo de esas máscaras de escritor; por eso nos hemos ganado el derecho de hablarnos así, ahora que sin la más mínima posibilidad imaginable acaba de llegarme su respuesta, su propia botella al mar rompiéndose en las rocas de esta bahía para llenarme de una delicia en la que por debajo late algo como el miedo, un miedo que no acalla la delicia, que la vuelve pánica, la sitúa fuera de toda carne y de todo tiempo como usted y yo sin duda lo hemos querido cada uno a su manera."

Botella de mar -  Epílogo a un cuento - Julio Cortázar




viernes, 27 de junio de 2014

the pulse of the house


"Watever hour you woke there was a door shutting. From room to room they went, hand in hand, lifting here, opening there, making sure — a ghostly couple.
“Here we left it,” she said. And he added, “Oh, but here too!” “It’s upstairs,” she murmured. “And in the garden,” he whispered “Quietly,” they said, “or we shall wake them.”
But it wasn’t that you woke us. Oh, no. “They’re looking for it; they’re drawing the curtain,” one might say, and so read on a page or two. “Now they’ve found it,” one would be certain, stopping the pencil on the margin. And then, tired of reading, one might rise and see for oneself, the house all empty, the doors standing open, only the wood pigeons bubbling with content and the hum of the threshing machine sounding from the farm. “What did I come in here for? What did I want to find?” My hands were empty. “Perhaps it’s upstairs then?” The apples were in the loft. And so down again, the garden still as ever, only the book had slipped into the grass.
But they had found it in the drawing room. Not that one could ever see them. The window panes reflected apples, reflected roses; all the leaves were green in the glass. If they moved in the drawing room, the apple only turned its yellow side. Yet, the moment after, if the door was opened, spread about the floor, hung upon the walls, pendant from the ceiling — what? My hands were empty. The shadow of a thrush crossed the carpet; from the deepest wells of silence the wood pigeon drew its bubble of sound. “Safe, safe, safe,” the pulse of the house beat softly. “The treasure buried; the room . . . ” the pulse stopped short. Oh, was that the buried treasure?"

The haunted house - Virginia Woolf


sábado, 24 de mayo de 2014

a pesar de todo

"En vano los hombres, amontonados por cientos de miles sobre un pequeño espacio de terreno, esterilizaron la tierra que los sustentaba, la cubrieron de piedra a fin de que nada pudiera germinar; en vano arrancaron hasta la última brizna de hierba; en vano saturaron el aire de carbono y petróleo; en vano arrasaron los árboles y exterminaron a los pájaros y a las bestias. Todo en vano; la primavera es siempre la primavera. El sol brilla, la hierba reverdece, no sólo en los prados  y en los bordes de los caminos, sino entre las piedras de las calles; los abedules, los álamos y los cerezos silvestres despliegan su follaje resplandeciente y perfumado; en los tilos se hinchan las yemas dispuestas a estallar; los gorriones, las palomas, las golondrinas construyen alegremente sus nidos; las  abejas y las moscas zumban en el espacio extasiadas al sentir el nuevo calor del sol; todo respira alegremente:  árboles, pájaros, insectos y niños. Sólo los hombres continúan engañándose y atormentándose a sí mismos y a los demás.  No se detienen a admirar en esta mañana de primavera las divinas galas del universo, creado para la dicha de los seres humanos, a los que invita a la paz, a la unión, al amor. No estiman esos dones, no comprenden su carácter sagrado; únicamente piensan en aquello que han imaginado para engañarse y atormentarse mutuamente."

Resurrección - León Tolstoi


miércoles, 21 de mayo de 2014

para aprender

"_  Mamá, ¿allá atrás se acaba el mundo?
_  No, no se acaba.
_  Demuéstramelo.
_  Te voy a llevar más lejos de lo que se ve a simple vista.
Lorenzo miraba el horizonte enrojecido al atardecer mientras escuchaba a su madre. Florencia era su cómplice, su amiga, se entendían con solo mirarse. Por eso la madre se doblegó a la urgencia de la voz del hijo y al día siguiente, su pequeño de la mano, compró un pasaje y medio de vagón de segunda para Cuautla en la estación de San Lázaro.
Que la locomotora arrancara emocionó a Lorenzo, pero ver huir el paisaje en sentido inverso, despidiéndose de él, lo llenó de asombro. ¿Porqué los postes pasaban a toda velocidad y las montañas no se movían? Nada le preocupaba tanto como la línea del horizonte, porque seguramente llegarían al fin del mundo y caerían con todo y tren al abismo. Cuando se iban acercando a la parte más alta de la montaña, Lorenzo se levantó varias veces del asiento. "Allí viene el barranco; ahí se acaba todo". En los ojos del niño Florencia leyó el horror al vacío.
_ No , Lorenzo , vas a ver que todo recomienza. Vas a encontrarte con un valle y a continuación otro valle. Después del Popo y del Itza hay otras montañas, otro horizonte, la Tierra es redonda y gira, no tiene fin, sigue, sigue, y sigue, las puestas de sol dan la vuelta y van a otros países. Nunca se acaban."

La piel del cielo - Elena Poniatowska