miércoles, 29 de julio de 2015

porque también somos un cuerpo

" ¿Qué haces? - me preguntó mi mujer cuando vio que me demoraba más que lo habitual ante el espejo.
- Nada - le respondí-, me miro aquí, dentro de la nariz, en este orificio. Al apretar, noto cierto dolorcito.
Mi mujer sonrió y dijo:
- Creí que mirabas de qué lado se te inclina.
Me volví como un perro al que le hubiesen pisado la cola :
- ¿Se me inclina? ¿A mí? ¿ La nariz ?
Y mi mujer plácidamente:
- Sí, querido. Míratela bien: se te inclina hacia la derecha.
Tenía veintiocho años y siempre, hasta entonces, había considerado mi nariz, si no exactamente bella, al menos muy decente, como todas las otras partes de mi cuerpo. Para mí, había sido fácil admitir y sostener lo que normalmente admiten y sostienen todos aquellos que no han tenido la desgracia de recibir un cuerpo deforme: que es una estupidez envanecerse de la propia contextura. Por eso, el descubrimiento imprevisto e inesperado de aquel defecto me irritó como un inmerecido castigo.
Vio tal vez mi mujer mucho más en aquella irritación mía y agregó enseguida que si reposaba yo en la certeza de ser en todo sin falla, me levantase ya, pues así como tenía la nariz inclinada hacia la derecha...
- ¿Qué más?
¡Otras cosas más, algunas otras! ... Mis cejas parecían dos acentos circunflejos, ^^, mis orejas estaban mal colocadas, una más sobresaliente que la otra... Y otros defectos...
- ¿Otros?
Y sí, otros; en las manos, el dedo meñique; y las piernas (¡ no torcidas, no!); la derecha un poco más arqueada que la otra... hacia la rodilla, un poquito.
Después de un atento examen, tuve que reconocer verdaderos todos estos defectos. Y solo entonces, trocada la certidumbre en dolor y humillación, inesperadamente mi mujer me exhortó para consolarme, a no afligirme tanto, que así y todo, en conjunto, era yo un lindo hombre"

Uno, ninguno y cien mil - Luigi Pirandello


No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.