viernes, 3 de julio de 2015

convertida en persona

-Vamos, Gilberta, ven aquí; qué es lo que estás haciendo .gritó
con voz penetrante y autoritaria una señora de blanco, que yo no había
visto, y que tenía detrás, a alguna distancia, a un señor con traje de dril,
para mí desconocido, el cual me miraba con ojos saltones; y la chica
dejó de sonreír; bruscamente, cogió su azada y se marchó, sin volverse
hacia mí, con semblante dócil impenetrable y solapado.
Y así pasó junto a mí ese nombre de Gilberta, dado como un
talismán, con el que algún día quizá podría encontrar a aquel ser,
que por gracia suya ya se había convertido en persona, cuando un
momento antes no era más que una vaga imagen. Y así pasó,
pronunciado por encima de los jazmines y de los alhelíes, agrio y
fresco como las gotas de agua de la manga verde; impregnando,
irisando la zona de aire que atravesó .y que había aislado con todo el
misterio de la vida de la que lo llevaba, ese nombre que servía
para que la llamaran los felices mortales que vivían y viajaban con ella;
y desplegó bajo la planta del espino rosa, y a la altura de mi hombro, la
quintaesencia de su familiaridad, para mí dolorosa, con su vida, con la
parte desconocida de su vida, en donde yo no podía penetrar.

Por el camino de Swann - Marcel Proust



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