lunes, 31 de agosto de 2015

no era de hierro

"El jueves 18 de septiembre de 1689 a las 3 de la tarde, el director de la Bastilla, señor de Saint-Mars, llegó aquí por primera vez proveniente de la Isla Santa Margarita (donde había otra cárcel grande). En su coche trajo a un prisionero cuyo nombre se mantiene en secreto y que está siempre  enmascarado. Primero lo metieron en la torre de la Bassinerie (todas las torres de la Bastilla tenían nombres especiales) A las nueve de la noche, cuando ya había oscurecido, me ordenaron llevarlo a la tercera habitación de la torre, una habitación que antes había tenido que equipar cuidadosamente con todos los muebles imaginables.

Este testimonio es lo único que tenemos por escrito sobre el hombre de la máscara de hierro. Hasta la noticia de su muerte, que encontramos asentada en el diario del mismo subteniente cinco años más tarde, el lunes 19 de noviembre de 1703.:


El prisionero desconocido, que anda constantemente velado tras una máscara de terciopelo negro y que el director trajo consigo hace cinco años desde la isla Santa Margarita, ha fallecido hoy a eso de las diez, luego de haberse sentido un poco mal ayer al volver de misa, pero sin haber estado realmente enfermo antes.

Al día siguiente lo sepultaron, y el subteniente anotó meticulosamente en su diario que el entierro costó 40 francos. Se sabe también que el cuerpo fue enterrado sin cabeza, a la que cortaron en varios pedazos y enterraron en lugares diferentes para asegurarse de que resultara irreconocible. Tanto miedo tenía el rey de Francia y el director de la Bastilla de que, tras su muerte, finalmente se develara quién había sido el hombre de la máscara de hierro, que dieron orden de quemar absolutamente todo lo que había usado, su ropa interior, sus vestidos, el colchón, las sábanas, etc. Blanquearon las paredes de la celda que había ocupado, no sin antes rasquetearlas esmeradamente. La precaución se llevó al extremo de aflojar todas las piedras de los muros y levantarlas una tras otra, por temor de que el hombre de la máscara de hierro hubiese escondido un papel o dejado otro signo por medio del cual pudiera ser identificado. Su máscara no era de hierro, aunque a ella debía su nombre, sino que estaba hecha de terciopelo negro, endurecido con barba de ballena."


Juicios a las brujas y otras catástrofes - Walter Benjamin



viernes, 28 de agosto de 2015

por eso nos amamos

"Mi querido Hermengardo,
En verdad te digo: felizmente existes. A mí me bastaría sólo con la existencia de una criatura sobre la tierra para satisfacer mi deseo de gloria, que no es más que un profundo deseo de cercanía. Porque me engañé cuando hace tiempo imaginé que era real mi antiguo deseo de "salvar a la humanidad" malgré ella. Ahora sólo deseo a alguien, además de a mí misma, para que pueda probarme... Y en ese regreso a Idalina comprendí que tan bello y tan imposible como aquel otro sueño es el de intentar salvarse a sí mismo. Y si es tan imposible, ¿por qué encaminarme entonces hacia esa nueva ciudadela que sería ahora una pobre mujer perturbada? No lo sé. Tal vez porque es necesario salvar algo. Tal vez por la conciencia tardía de que somos la única presencia que no nos dejará hasta la muerte. Y por eso nos amamos y nos buscamos a nosotros mismos. Y porque, mientras existamos, existirá el mundo y existirá la humanidad. Es así como, después de todo, nos unimos a ellos."

Donde se enseñará a ser feliz y otros escritos - Clarice Lispector


















foto Sergio Larraín

miércoles, 26 de agosto de 2015

vistiendo para matar

"Cada mujer exige una ropa distinta. Se requiere una atención suprema para sentirlo: hay que escuchar, mirar. Sobre todo no imponer los propios gustos. Para Émeline, fue un vestido color de día. Ese detalle del cuento Piel de asno la tenía obsesionada. Faltaba decidir de qué día se trataba: un día parisino, un día chino, ¿y de qué estación?  Dispongo aquí del Catálogo universal de los colores, taxonomía establecida en 1867 por la metafísica Amélie Casus Belli: un compendio indispensable. Para Prosperine, fue una chistera de encaje Calais. Me dejé las cejas confiriéndole a tan frágil material la rigidez adecuada, pero también la capacidad de escamoteo que exige ese tipo de sombrero. Me atrevo a decir que lo conseguí. Séverine, una sévrienne algo severa, tenía la delicadeza del cristal de Sévres: cree para ella una capa catalpa cuyo tejido tenía el sutil azul de la caída de las flores de ese árbol en primavera. Incarna merecía una chaqueta llama, auténtica pirotecnia de organdí. Cuando se la ponía me incendiaba. Térébenthine había escrito una tesis sobre el hevea. Pinché un neumático para recuperar la dúctil sustancia y poder realizar un cinturón-corpiño que confería un porte admirable. Mélusine tenía los ojos y la silueta de una serpiente: completé su figura con un vestido tubo sin mangas, de cuello alto, que le llegaba a los tobillos. Estuve a punto de aprender a tocar la flauta para encantarla cuando se vestía así. Albumine, por motivos que no creo que deba explicar, fue la razón que me llevó a concebir una blusa cáscara de huevo de cuello merengue, en poliestireno expandido: una auténtica gorguera. Soy partidario del regreso de la gorguera española, no hay nada más apropiado. En cuanto a Digitaline, de venenosa belleza, inventé para ella el guante medidor. Unos largos guantes de tafetán púrpura que ascendían hasta más allá del codo y que gradué para ilustrar el adagio latino de Paracelso "Dosis sola facit venenum" : sólo la dosis hace el veneno."

Barba azul - Amélie Nothomb


lunes, 24 de agosto de 2015

quillay rey de las flores


"Habíamos salido a recorrer el jardín. Mi madre se veía contenta. En su rostro se mezclaba la usual expresión nostálgica con una vitalidad que dibujaba en sus rasgos líneas de alegría y hasta de cierto optimismo. Las camelias, azaleas y rododendros habían alcanzado su esplendor. Desde que tenía recuerdo, me había admirado su tesón para reunir y cultivar esos arbustos indóciles al clima y los suelos de Santiago. Cada año en esa época volvía a asombrarme ante la rara belleza de esa congregación de plantas acidófilas, reunidas bajo la sombra de un bosquete de tres quillayes, colonos de esas tierras desde antes que la ciudad los alcanzara."

Jardín - Pablo Simonetti



viernes, 21 de agosto de 2015

miedo de querer

"Todas las semanas sin falta, la muchacha ponía a calentar un brasero de metal negro, arrojaba en él unas semillas de ruda silvestre y echaba el humo en dirección al bebé para protegerlo de la maldad.
Pese a que a Mariam le resultaba agotador observar el torpe intusiasmo de la muchacha, debía admitir, aunque fuera en privado y a regañadientes, que también le inspiraba cierta admiración. Le maravillaba que los ojos de la muchacha brillaran de adoración, incluso por la mañana, cuando su rostro se veía apagado y pálido como la cera tras haberse pasado la noche entera acunando a la criatura. La joven tenía ataques de risa cuando el bebé expulsaba los gases. Los más pequeños cambios de su hija la tenían embelesada y todo lo que hacía lo encontraba espectacular.
-¡ Mira! Alarga la manita para coger el sonajero. Qué lista es.
- Llamaré a los periódicos - mascullaba Rashid.
Todas las noches habia demostraciones. Cuando la muchacha insistía en que Rashid presenciara alguna cosa, él alzaba el mentón y lanzaba una impaciente mirada de reojo por encima de su aguileña nariz cruzada por venas azules.
- Mira. Mira cómo se ríe cuando hago chasquear los dedos. ¿Lo ves? ¿Lo has visto?
Rashid soltaba un gruñido y volvía a fijar su atención en el plato. Mariam recordaba que antes Rashid se sentia abrumado ante la mera presencia de la muchacha. Todo lo que decía la muchacha le complacía, le intrigaba, le hacía levantar la cabeza del plato y asentir.
Lo extraño era que la caída en desgracia de la muchacha debería haber satisfecho a Mariam, quién debería haberse sentido vengada, pero no era así. No, no lo era. Sorprendida de sí misma, Mariam descubrió que la compadecía.
También era durante la cena cuando la muchacha soltaba toda una retahíla de preocupaciones. Encabezaba la lista con una posible neumonía, de la que sospechaba al oír la más mínima tos del bebé. Luego estaba la disentería, cuyo espectro despertaba cada vez que hallaba una deposición un poco líquida. Y cualquier salpullido tenía que ser la viruela o el sarampión.
- No deberías encariñarte tanto con ella - espetó Rashid una noche.
¿Qué quieres decir?
- La otra noche estaba escuchando la radio. La Voz de América. Y oí una estadística interesante. Dijeron que en Afganistán uno de cada cuatro niños morirá antes de cumplir cinco años."

Mis soles espléndidos - Khaled Hosseini

miércoles, 19 de agosto de 2015

falsificando con verdad

"Muy pocos coleccionistas sabrán cuál es el país con la mejor reputación entre los falsificadores de estampillas, o sea aquel del cual provienen las falsificaciones mejor logradas.  Es Bélgica. Los belgas falsifican no sólo sus propias estampillas (la falsificación más famosa es la de la estampilla belga de cinco francos), sino que con el mismo gusto falsifican estampillas extranjeras, por ejemplo la estampilla alemana de Marruecos de una peseta.
Para desprenderse de su producción, los falsificadores descubrieron un truco grandioso, que por un lado les permite obtener mayores ganancias y por otro lado los protege contra las sanciones. Lo que hacen es señalar expresamente a sus falsificaciones como lo que son. De este modo renuncian a cobrar sumas astronómicas, puesto que no venden las estampillas falsas como si fueran verdaderas. Pero como sus compradores son en su mayoría personas que sí tienen la honorable intención de hacer eso, los productores pueden pedir un precio muy conveniente por esas estampillas que no han sido falsificadas, según dicen, sino que fueron reproducidas con fines científicos. Lo que hacen es enviar a pequeñas filatelias unas ofertas en las que elogian sus impecables imitaciones de estampillas fuera de circulación, la admirable ejecución con un procedimiento totalmente novedoso, la matemática fidelidad de los dibujos, sus sobresellos, los colores, el papel, las marcas de agua, el dentado y -no debemos olvidar - los sellos."

Juicios a las brujas y otras catástrofes - Walter Benjamin

lunes, 17 de agosto de 2015

el corazón del hogar

"Creo que la cocina es el lugar del mundo que más me gusta. En la cocina, no importa de quién ni cómo sea, o en cualquier sitio donde se haga comida, no sufro. Si es posible, prefiero que sea funcional y que esté muy usada. Con los trapos secos y limpios, y los azulejos blancos y brillantes.
Incluso las cocinas muy sucias me encantan. Aunque haya restos de verduras esparcidos por el suelo y esté tan sucio que la suela de las zapatillas quede ennegrecida, si la cocina es muy grande, me gusta. Si allí se yergue una nevera enorme, llena de comida como para pasar un invierno, me gusta apoyarme en su puerta plateada. Cuando levanto los ojos de la cocina grasienta y del cuchillo oxidado, en la ventana brillan estrellas solitarias.
Sólo estamos la cocina y yo. Pero creo que es mejor que pensar que en este mundo estoy yo sola."

Kitchen - Banana Yoshimoto



viernes, 14 de agosto de 2015

la imagen fugitiva

"Aquel cajón estaba lleno de fotografías suyas. Me mostró muchas de ellas, antiguas y recientes.

- Todas muertas - le dije.

Se volvió de golpe para mirarme.

- ¿Muertas?

- Por cuánto quieren parecer vivas.

- ¿ Incluso ésta, con la sonrisa?

- Y ésta, pensativa; y ésta otra, con los ojos bajos.

- ¿ Pero cómo muerta, si estoy aquí, viva?

- Ah, usted sí; porque ahora no se ve. Pero cuando está delante del espejo, en el momento en que se contempla, no está más viva.
- ¿Y por qué?
- Porque hace falta que usted detenga un momento su  vida para verse. Como delante de una máquina fotográfica. Usted se compone. Y componerse es como volverse estatua por un momento. La vida se mueve continuamente, y no puede nunca verse realmente a sí misma.

- ¿Entonces, yo, viva, no me veo nunca?

- Jamás del mismo modo en que puedo verla yo. Pero yo veo una imagen suya que es solamente mía; no es por cierto la suya. La suya, viva, tal vez habrá podido usted entreverla, apenas, en alguna foto instantánea que le hayan hecho. Pero le habrá dado una ingrata sorpresa. Le habrá, tal vez, costado reconocerse allí, no compuesta, en movimiento.

- Es verdad.

- Usted no puede reconocerse más que arreglada:  estatua, no viva.

Cuando uno vive, no se ve. Conocerse es morir. Usted se dedica tanto a mirarse en este espejo, en todos los espejos, porque no vive; no sabe, no puede o no quiere vivir. Quiere demasiado conocerse, y no vive.

- ¡Pero para nada ! No llego a detenerme nunca ni por un momento yo.

- Pero quiere verse siempre. En cada acto de su vida. Como si tuviese siempre frente a usted la imagen de usted misma, en cada acto, en cada movimiento. Y su carencia proviene tal vez de esto. Usted no quiere que su sentimiento sea ciego. Lo obliga a abrir los ojos y a verse en un espejo que le pone siempre delante. Y el sentimiento, súbito, así como se ve, se congela. No se puede vivir delante de un espejo. Procure no mirarse más. Porque no llegará nunca a saber cómo la ven los otros. ¿Y de qué vale que se conozca sólo para usted misma? Le puede suceder que no comprenda ya por qué debe mantener siempre la imagen que el espejo le devuelve."

Uno, ninguno y cien mil - Luigi Pirandello


miércoles, 12 de agosto de 2015

satisfecho en apariencias

"La transfiguración del cuerpo fue más fácil, pero exigió de mí un mayor esfuerzo mental. El cambio de la cara era en esencia un asunto del maquillaje, pero el del cuerpo requería un entrenamiento psicológico específico y un mayor grado de concentración. Porque era allí donde tenía que asumir a fondo mi cambio de clase. En vez de los pantalones vaquero que usaba casi siempre, y  de mis chamarras de cazador, tenía que usar y acostumbrarme a usar vestidos enteros de paño inglés de grandes marcas europeas, camisas hechas sobre medida, zapatos de ante, corbatas italianas pintadas. En vez de mi acento de chileno rural, rápido y atormentado, tenía que aprender una cadencia de uruguayo rico, que era la nacionalidad más conveniente para mi nueva identidad. Tenía que aprender a reír de un modo menos característico que el mío, tenía que aprender a caminar despacio, usar las manos para ser más convincente en el diálogo. En fin, tenía que dejar de ser un director de cine, pobre e inconforme en lo que menos quisiera ser en este mundo: un burgués satisfecho. O como decimos en Chile: un momio."

La aventura de Miguel Littin clandestino en Chile - Gabriel García Márquez


lunes, 10 de agosto de 2015

old mustaches

"The writer, an old man with a white mustache, had some difficulty in getting into bed.
The windows of the house in which he lived were high and he wanted to look at the
trees when he awoke in the morning. A carpenter came to fix the bed so that it would be
on a level with the window.
      Quite a fuss was made about the matter. The carpenter, who had been a soldier in
the Civil War, came into the writer’s room and sat down to talk of building a platform
for the purpose of raising the bed. The writer had cigars lying about and the carpenter
smoked.
      For a time the two men talked of the raising of the bed and then they talked of other
things. The soldier got on the subject of the war. The writer, in fact, led him to that
subject. The carpenter had once been a prisoner in Andersonville prison and had lost a
brother. The brother had died of starvation, and whenever the carpenter got upon that
subject he cried. He, like the old writer, had a white mustache, and when he cried he
puckered up his lips and the mustache bobbed up and down. The weeping old man
with the cigar in his mouth was ludicrous. The plan the writer had for the raising of his
bed was forgotten and later the carpenter did it in his own way and the writer, who was
past sixty, had to help himself with a chair when he went to bed at night. "

Winesburg, Ohio - Sherwood Anderson


viernes, 7 de agosto de 2015

confundida por los medicamentos o medicándose por confusión

"Eran posibles varias reacciones adversas: confusión, ataxia, erupciones cutáneas, edemas, náuseas, estreñimiento, discrasia sanguínea, ictericia, disfunciones hepáticas, alucinaciones, temblores, expresión farfullante, hiperexitación...¿Pero por  qué iban a sucederle todas esas cosas precisamente a ella?
Una joven internista le dijo:
- Las pruebas que le hemos hecho demuestran que su estado es normal - pero su corazón estaba caído, su estómago se había hundido y la fuerza de gravedad cada día tiraba con más fuerza de sus intestinos para abajo.
¿Estado normal? ¿Era posible? Ilena miró al médico con expresión incrédula.
- Los síntomas que usted menciona, el insomnio, por ejemplo, no tienen base orgánica determinable - dijo el doctor.
Entonces, ¿por qué aquellos temblores de las manos, aquel brillo en sus ojos y aquella mente estática?
Tenía la sensación de que la habían engañado. Aquello no valía setenta dólares, nuevos, como los que puso en la mano del médico. Tan pronto como salió del consultorio, fue hacia un aparato suministrador de agua que había en el pasillo y se tomó varias cápsulas -de lo que fuera- que llevaba sueltas en el bolsillo del abrigo junto con algunas hilachas y algo que parecían restos de cáscaras de maní, aunque no recordaba haber metido maníes en ninguno de sus bolsillos. Se tragó uno, dos, tres tranquilizantes verdes y una gran pastilla blanca que no reconoció, encontrada en el fondo de su bolso con algunos cabellos descarriados y unos cuantos clips. Aquello la ayudó un poco. "¡Así estoy normal!", se dijo."

Los muertos - Joyce Carol Oates


miércoles, 5 de agosto de 2015

evadiendo el encuadre


" - Y tú, ¿de dónde eres?
 - De cerca de Kobe - contesté
- Sí, pero ¿de dónde?
- De Ashiya.
 - Buen sitio, sí señor. Podías habérmelo dicho antes y dejarte de rodeos.

Se lo expliqué: si  cuando me preguntan de dónde soy digo que de Ashiya, todo el mundo imagina que provengo de una familia rica. Pero es que en Ashiya hay de todo. Mi familia no es especialmente rica. Mi padre trabaja en una empresa farmacéutica y mi madre es bibliotecaria. Tenemos una casa pequeña y un Toyota Corolla color crema. Por eso decidí que, cuando me preguntasen de dónde era, respondería: "De cerca de Kobe, para no inducir a prejuicios innecesarios."

Hombres sin mujeres - Haruki Murakami


lunes, 3 de agosto de 2015

el pudor instintivo

"Junto a la puerta del comedor había una repisa para poner platos. Una vez, cuando yo era muy pequeña, Gerald Duckworth me puso encima de la repisa, y mientras yo estaba sentada en ella, comenzó a explorar mi cuerpo. Recuerdo la sensación de su mano bajo mis ropas descendiendo más y  más, constante y firmemente. Recuerdo mi esperanza de que dejara de hacerlo, recuerdo que me quedé rígida y me estremecí cuando sus manos se acercaron a mis partes íntimas. Pero no se detuvo. Su mano exploró también mis partes íntimas. Recuerdo que esto me ofendió, me desagradó -¿qué palabra hay para expresar un sentimiento tan confuso y complejo?  Seguramente fue un sentimiento fuerte, puesto que todavía lo recuerdo. Esto parece indicar que cierto sentimiento respecto a ciertas partes del cuerpo - que no deben ser tocadas, que está mal permitir que las toquen - ha de ser instintivo. Demuestra que Virginia Stephen no nació el 25 de enero de 1882, sino que nació miles de años antes y que, desde un principio, tuvo que enfrentarse con instintos adquiridos por millares de antecesoras en el pasado."

Momentos de vida - Virginia Woolf