viernes, 7 de agosto de 2015

confundida por los medicamentos o medicándose por confusión

"Eran posibles varias reacciones adversas: confusión, ataxia, erupciones cutáneas, edemas, náuseas, estreñimiento, discrasia sanguínea, ictericia, disfunciones hepáticas, alucinaciones, temblores, expresión farfullante, hiperexitación...¿Pero por  qué iban a sucederle todas esas cosas precisamente a ella?
Una joven internista le dijo:
- Las pruebas que le hemos hecho demuestran que su estado es normal - pero su corazón estaba caído, su estómago se había hundido y la fuerza de gravedad cada día tiraba con más fuerza de sus intestinos para abajo.
¿Estado normal? ¿Era posible? Ilena miró al médico con expresión incrédula.
- Los síntomas que usted menciona, el insomnio, por ejemplo, no tienen base orgánica determinable - dijo el doctor.
Entonces, ¿por qué aquellos temblores de las manos, aquel brillo en sus ojos y aquella mente estática?
Tenía la sensación de que la habían engañado. Aquello no valía setenta dólares, nuevos, como los que puso en la mano del médico. Tan pronto como salió del consultorio, fue hacia un aparato suministrador de agua que había en el pasillo y se tomó varias cápsulas -de lo que fuera- que llevaba sueltas en el bolsillo del abrigo junto con algunas hilachas y algo que parecían restos de cáscaras de maní, aunque no recordaba haber metido maníes en ninguno de sus bolsillos. Se tragó uno, dos, tres tranquilizantes verdes y una gran pastilla blanca que no reconoció, encontrada en el fondo de su bolso con algunos cabellos descarriados y unos cuantos clips. Aquello la ayudó un poco. "¡Así estoy normal!", se dijo."

Los muertos - Joyce Carol Oates


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