viernes, 21 de agosto de 2015

miedo de querer

"Todas las semanas sin falta, la muchacha ponía a calentar un brasero de metal negro, arrojaba en él unas semillas de ruda silvestre y echaba el humo en dirección al bebé para protegerlo de la maldad.
Pese a que a Mariam le resultaba agotador observar el torpe intusiasmo de la muchacha, debía admitir, aunque fuera en privado y a regañadientes, que también le inspiraba cierta admiración. Le maravillaba que los ojos de la muchacha brillaran de adoración, incluso por la mañana, cuando su rostro se veía apagado y pálido como la cera tras haberse pasado la noche entera acunando a la criatura. La joven tenía ataques de risa cuando el bebé expulsaba los gases. Los más pequeños cambios de su hija la tenían embelesada y todo lo que hacía lo encontraba espectacular.
-¡ Mira! Alarga la manita para coger el sonajero. Qué lista es.
- Llamaré a los periódicos - mascullaba Rashid.
Todas las noches habia demostraciones. Cuando la muchacha insistía en que Rashid presenciara alguna cosa, él alzaba el mentón y lanzaba una impaciente mirada de reojo por encima de su aguileña nariz cruzada por venas azules.
- Mira. Mira cómo se ríe cuando hago chasquear los dedos. ¿Lo ves? ¿Lo has visto?
Rashid soltaba un gruñido y volvía a fijar su atención en el plato. Mariam recordaba que antes Rashid se sentia abrumado ante la mera presencia de la muchacha. Todo lo que decía la muchacha le complacía, le intrigaba, le hacía levantar la cabeza del plato y asentir.
Lo extraño era que la caída en desgracia de la muchacha debería haber satisfecho a Mariam, quién debería haberse sentido vengada, pero no era así. No, no lo era. Sorprendida de sí misma, Mariam descubrió que la compadecía.
También era durante la cena cuando la muchacha soltaba toda una retahíla de preocupaciones. Encabezaba la lista con una posible neumonía, de la que sospechaba al oír la más mínima tos del bebé. Luego estaba la disentería, cuyo espectro despertaba cada vez que hallaba una deposición un poco líquida. Y cualquier salpullido tenía que ser la viruela o el sarampión.
- No deberías encariñarte tanto con ella - espetó Rashid una noche.
¿Qué quieres decir?
- La otra noche estaba escuchando la radio. La Voz de América. Y oí una estadística interesante. Dijeron que en Afganistán uno de cada cuatro niños morirá antes de cumplir cinco años."

Mis soles espléndidos - Khaled Hosseini

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.