viernes, 29 de enero de 2016

criminal minds

It was years since he had been here, but it was impossible for his feet not to follow in his old footsteps. The watchmaker Vilmos and his watches, and his famous garden, these were perhaps his most vivid childhood memories.
Even before reaching the door, he seemed to recognize the smell of the house, which had always had old people in it, since as far as he was concerned the watchmaker Vilmos and his sister had never been young.
Frank took a dark handkerchief out of his pocket and tied it around his face below his eyes. Stan was about to protest.
"You don't need one. They don't know you. But if you like . . ."
He handed him a similar handkerchief; he had thought of everything.
He still remembered Mademoiselle Vilmos's cakes, like nothing else that he had ever eaten, tasteless, thick, decorated with pink-and-blue sugar.  She always kept them in a box with pictures from the adventures of Robinson Crusoe on it.
And she insisted on calling him "my little angel."
Vilmos must be over eighty now, his sister around seventy-five. It was hard to tell exactly, since children have a different way of judging age. For him they had always been old, and Vilmos had been the first person he had ever seen who could remove all his teeth at once, since he wore dentures.
They were misers, brother and sister, each as bad as the other.
"Should I ring the bell?" asked Stan, who was uneasy standing there in the deserted square under the moonlight.
Frank rang, surprised to find the bell rope so low, when once he had had to stand on tiptoe to reach it. He held his automatic in his right hand. His foot was ready to keep the door from closing, like the first time he had gone to Sissy's.  Footsteps could be heard inside, a sound like in a church.  He remembered that, too.  The hall, long and wide, with dark walls and mysterious doors like those of a sacristy, was paved with gray tiles, and two or three were always loose.

 Dirty snow - Georges Simenon







viernes, 22 de enero de 2016

lo que hay que hacer

"Creo que -más difícil de comprender y de nombrar - había otra motivación actuando en su interior cuando volvimos de enterrar a mi madre, en mayo de 1981, y, mientras la casa se iba llenando de parientes y amigos, mi padre desapareció en el dormitorio y se puso a vaciar los cajones de la cómoda de mi madre y a revisar la ropa de su armario.  Yo seguía a la puerta, con mi hermano, recibiendo a los visitantes que nos habían seguido desde el cementerio, de modo que no me habría enterado de lo que estaba haciendo si la hermana de mi madre, la tía Millie, no hubiera acudido corriendo desde el dormitorio, por el pasillo abajo, pidiendo socorro.
- Más vale que hagas algo, cariño - me susurró al oído - . Tu padre está tirándolo todo.
No bastó que yo abriese la puerta y entrara en el dormitorio y le dijese, con firmeza: "¿Qué estás haciendo papá?": siguió con lo suyo.  La cama ya estaba cubierta de vestidos, chaquetas, faldas y blusas procedentes del armario; y ahora andaba en la tarea de sacar las cosas que había en un rincón del cajón inferior de la cómoda y meterlas en una bolsa de basura.  Le puse la mano en el hombro y lo agarré con fuerza.
- La gente está aquí por tí - le dije - Todos quieren verte y hablar contigo...
- ¿Para qué sirve todo esto ya? No me hace bien que esté ahí colgando. Todo esto puede servir de ayuda a ls judíos... Está nuevo...
- Para, por favor....Déjalo ya.  Ya habrá tiempo para todo.  Luego lo haremos juntos. Deja de tirar cosas -insistí - Tranquilízate. Vente al salón, que es ahí donde haces falta.
Pero no necesitaba tranquilizarse. No parecía aturdido, ni presa de un ataque de histeria; estaba, sencillamente, haciendo lo que toda su vida había hecho:  superar la dificultad siguiente.  Media hora antes habíamos enterrado el cuerpo de mi madre; ahora tocaba deshacerse de sus cosas."

Patrimonio: una historia verdadera - Philip Roth


viernes, 15 de enero de 2016

tiempo y sentido

"Jean Baudrillard explica el final de la historia con la imagen de un cuerpo que, en virtud de la aceleración, se libera de la fuerza de gravedad: "De acuerdo con esta imagen cabe suponer que la aceleración de la modernidad, técnica, incidental, mediática, la aceleración de todos los intercambios económicos, políticos, sexuales, nos ha conducido a una velocidad de liberación tal que nos hemos salido de la esfera referencial de lo real y de la historia" Según Baudrillard es necesaria "cierta lentitud" para que los acontecimientos puedan condensarse o cristalizar en historia. La imagen de Baudrillard del cuerpo que se acelera sugiere que la aceleración es la  responsable del fin de la historia, que es la causa de la amenazante pérdida de sentido. En virtud de la aceleración -dice esta "convincente hipótesis" -, las cosas son expulsadas de la esfera referencial dotadora de sentido y se descomponen en fragmentos, en partículas de lo real, aisladas en sí mismas, que dan tumbos en un espacio vaciado de sentido. Esta inmensa energía cinética, cuyo origen no nos lo han dado a conocer, arranca a las cosas de su órbita, es decir, de su relación de sentido:

Más allá de este efecto gravitacional que mantiene a los cuerpos en órbita, todos los átomos de sentido se pierden en el espacio. Cada átomo prosige en su propia trayectoria hacia el infinito y se pierde en el espacio. Exactamente eso es lo que estamos viviendo en nuestras sociedades actuales, que se empeñan en acelerar todos los cuerpos, todos los mensajes, todos los procesos en todos los sentidos [...] Cada hecho,político, histórico, cultural, está dotado de una energía cinética que lo desgaja de su propio espacio y lo propulsa a un hiperespecio donde pierde todo su sentido, puesto que jamás regresará de allí."

 El aroma del tiempo - Byung-Chul Han



viernes, 8 de enero de 2016

un paseo por el cielo

"Nogales, cerezos y ciruelos daban al camino suave y curvilíneo un toque atrayente, distraído y decorativo. Un perro yacía  en mitad de la calle, que en sí misma yo encontraba bella y amaba.
Amaba en realidad la mayoría de lo que iba viendo, de manera fogosa e instantánea. Otra pequeña y bonita escena de perros y de niños fue la siguiente: un perro grande, pero gracioso, con sentido del humor, inofensivo, contemplaba en silencio a un retaco de muchacho,en cuclillas en la escalera de una casa, y que, debido a la atención que el bondadoso, aunque un poco imponente animal, tuvo a bien dedicarle, se puso a  llorar lamentablemente de miedo y organizó un fuerte griterío infantil. Yo encontré la escena encantadora;  pero casi más bonita y encantadora me pareció  otra escena infantil en el teatro del camino rural Dos niños muy pequeños estaban, en el camino bastante polvoriento, como en un jardín. Uno le dijo al otro: «Dame un besito». El otro niño le dio lo que con tanto énfasis se le pedía. Entonces el primero dijo: «¡Bueno! Ahora puedes levantarte del suelo». Muy probablemente, sin el dulce besito no le habría permitido lo que ahora le concedía. «¡Cuan adecuada es esta ingenua y pequeña escena al hermoso cielo azul, que tan divinamente sonríe a la alegre, ligera y luminosa tierra!», me dije. «Los niños son celestiales porque siempre están como en una especie de cielo. Cuando se hacen mayores y crecen se les escapa el cielo, y caen desde la infancia a la seca y calculadora esencia y a las aburridas concepciones de los adultos. Para los niños de la gente pobre, el veraniego camino rural es como un cuarto de juegos."

El paseo - Robert Walser


viernes, 1 de enero de 2016

estar en el camino

"El intervalo temporal se extiende entre dos situaciones o acontecimientos. El intermedio es un tiempo de transición, en el que uno no se encuentra en una situación definida. Nada puede definir este "en medio de". El exceso de indefinición genera un sentimiento de inquietud y angustia, más concretamente, un sentimiento límite. (Schwellengefühl). El paso a lo desconocido inquieta y angustia. En el umbral vacila. También el recelo forma parte de un sentimiento límite. El intermedio que separa la partida de la llegada es un tiempo indefinido, en el que hay que prever lo imprevisible. Pero también es el tiempo de la esperanza o de la espera que prepara la llegada.
El camino que separa el lugar de partida de la meta es un intervalo. Posee una semántica rica, como el propio lugar.  La peregrinación, por ejemplo, no es un espacio intermedio vacío que habría que recorrer lo más rápido posible.   Es, más bien, constitutivo de la meta a la que se llega. Estar en camino adquiere aquí una gran importancia.  El caminar apunta a la penitencia, la sanación o el agradecimiento.  Es una plegaria. El peregrinaje no es un mero andar, sino una transición a un lugar.  El peregrino se dirige, temporalmente, al futuro, en el que espera su curación.  En este sentido, no es un turista.  Éste no conoce ninguna transición.  En todos los sitios se trata del aquí y el ahora.  El turista no está en camino en sentido estricto.  Los caminos son reducidos a trayectos vacíos que no merecen visita alguna.  La totalización del aquí y el ahora despoja a los espacios intermedios de cualquier semántica. En la actualidad, esa experiencia se caracteriza por ser muy pobre en transiciones.
Cuando uno se dirige únicamente a un objetivo, el intervalo espacial hasta el destino solo es un obstáculo que debe superarse lo más rápido posible.  La orientación exclusiva a una meta hace que el espacio intermedio no tenga ninguna importancia, lo reduce a un pasillo sin valor propio. La aceleración conlleva un empobrecimiento semántico del mundo.  "

El aroma del tiempo - Byung-Chul Han