miércoles, 30 de julio de 2014

en el pedir no hay engaño

"Monna Serafina los llevó a una salita, y Bartolomeo expuso el propósito de su visita. La cara de Monna Serafina se oscureció.
- ¡Oh, Messer Bartolomeo! Sabéis que siempre me he negado a estas cosas. Sabéis que tengo dos niños en casa. Y nunca sabe uno con quién da.
- Lo sé, lo sé, Serafina, pero de éstos respondo yo, Piero es mi primo y será un buen amigo para Luigi.
La discusión continuó. Bartolomeo, con aquella manera suya franca y cordial, se las arregló para insinuarle a la reacia mujer que la casa era suya y que si él se empeñaba podía echarla, y que su hijo mayor dependía de él para su ascenso; pero todo esto dicho de una manera tan amistosa y tan bromista que excitó la admiración de Machiavelo. Aquel hombre, por sencillo que pareciese, no tenia ni un pelo de tonto. Serafina era pobre y no podía atreverse a dejar mal a su casero.  Con una sonrisa ceñuda dijo por fin que sería muy feliz si pudiera hacerles a él y a sus amigos un servicio. Quedó convenido que Machiavelo dispondría de un cuarto y podría usar la salita. Piero se acostaría con su hijo Luigi, y se pondrían colchones para los dos criados en la azotea. La cantidad que pedía ella era elevada, y Bartolomeo lo notó, pero Machiavelo pensó que no estaría a tono con su dignidad oficial el regatear y dijo que la pagaría gustosamente. Sabía muy bien que nada predispone tanto a los demás en favor de uno como el que se les deje que le roben un poco. Las ventanas, naturalmente, no tenían cristales, pero sí postigos y mamparas de papel aceitado que podían ser abiertas del todo o en parte para dejar que  entrase el aire. Había chimenea en la cocina, y la salita se calentaba con un brasero. Serafina consintió en ceder su propio cuarto a Maquiavelo, y ella con su hija se trasladaron a otro más pequeño."

Entonces y ahora - William S. Maugham


lunes, 28 de julio de 2014

equilibrio afuera

"El jefe reprendió un día severamente a Joseph, sí :  hasta lo calumnió, llegando a llamarle estafador. ¿Por qué? Por algo relacionado, una vez más, con su pereza mental. Es un hecho que las cabezas huecas pueden ocasionar graves perjuicios en una empresa comercial. O cuentan mal, o -y esto es peor- simplemente no hacen cuenta alguna. Joseph se había visto en grandes apuros para revisar un cálculo de intereses hecho en libras esterlinas. Le faltaban unas cuantas nociones básicas para ello, y en vez de confesárselo abiertamente a su jefe -cosa que le daba vergüenza-, estampó su mendaz visto bueno al pie de la cuenta sin haberla verificado realmente. Trazó con lápiz una "M" junto al total, lo que equivalía a una confirmación pura y simple del resultado. Pero aquel mismo día, una pregunta recelosa del jefe puso al descubierto el carácter fraudulento de la revisión y la incapacidad de Jospeh para efectuar mentalmente un cálculo de ese tipo. Pues se trataba de libras esterlinas, que el joven no sabía manejar en absoluto. Merecía, según el superior, ser expulsado ignominiosamente. No era deshonroso no comprender algo, pero fingir que lo entendía sí  era, en cambio, un robo. Imposible no darle otro nombre :  Joseph debería desaparecer de pura vergüenza. ¡A qué ritmo vertiginoso latió entonces su corazón! Sintió que una ola negra y devastadora se abatía sobre toda su existencia. Su propia alma, que hasta entonces no le había parecido tan mala, empezó a sofocarlo por todos lados. Temblaba tanto que los números que acababa de trazar se le antojaron terriblemente extraños, enormes y desplazados. Pero una hora después volvió a sentirse bien y se dirigió al correo. Hacía buen tiempo, y al caminar tuvo la sensación de que todas las cosas lo besaban. Las tiernas hojitas le parecían volar a su encuentro como un enjambre acariciador y policromo. Los transeúntes, gente normal y corriente,  parecían tan hermosos que uno sentía ganas de echárseles al cuello. Feliz, paseaba su mirada por todos los jardines y el cielo abierto. ¡Qué pureza y hermosura la de esas nubes blancas, frescas! ¡ Y aquel azul intenso y tierno! Joseph no había olvidado el desolador incidente que acababa de ocurrirle: lo llevaba en su interior avergonzado, pero se le había transformado en algo indolentemente doloroso, armoniosamente fatal. Aún tembló un poco y pensó: "¡Conque es a fuerza de humillaciones como he de acceder a la alegría pura del mundo de Dios?"

El ayudante - Robert Walser


sábado, 26 de julio de 2014

to see or not to see

"The Blind Girl never knew that ceilings were discoloured, walls blotched and bare of plaster here and there, high crevices unstopped and widening every day, beams mouldering and tending downward. The Blind Girl never knew that iron was rusting, wood rotting, paper peeling off; the size, and shape, and true proportion of the dwelling, withering away. The Blind Girl never knew that ugly shapes of delf and earthenware were on the board; that sorrow and faintheartedness were in the house; that Caleb’s scanty hairs were turning greyer and more grey, before her sightless face. The Blind Girl never knew they had a master, cold, exacting, and uninterested — never knew that Tackleton was Tackleton in short; but lived in the belief of an eccentric humourist who loved to have his jest with them, and who, while he was the Guardian Angel of their lives, disdained to hear one word of thankfulness.
And all was Caleb’s doing; all the doing of her simple father! But he too had a Cricket on his Hearth; and listening sadly to its music when the motherless Blind Child was very young, that Spirit had inspired him with the thought that even her great deprivation might be almost changed into a blessing, and the girl made happy by these little means. For all the Cricket tribe are potent Spirits, even though the people who hold converse with them do not know it (which is frequently the case); and there are not in the unseen world, voices more gentle and more true, that may be so implicitly relied on, or that are so certain to give none but tenderest counsel, as the Voices in which the Spirits of the Fireside and the Hearth address themselves to human kind."

The cricket of the Hearth - Charles Dickens


jueves, 24 de julio de 2014

las variables de la culpa

"Kristóf Kömives despreciaba el nerviosismo, lo consideraba en cierto modo algo inmoral. No era muy consciente de su desprecio, pero en el fondo, de una manera indefinida y oscura, consideraba que una persona honrada y virtuosa no puede ponerse nerviosa  - con la excepción, claro está, de los enfermos que han desarrollado o heredado tal nerviosismo- , y pensaba que era una excusa despreciable, una defensa barata y superficial, propia de la época, para eludir con facilidad cualquier responsabilidad.
Una persona puede estar sana o enferma, pero en ningún caso puede estar nerviosa: ésta era su opinión, y la expresaba incluso desde su puesto de juez. El mundo entero le parecía nervioso, quejumbroso e irresponsable, incapaz, entre lamentos y objeciones, de frenar sus deseos. Sentía un enorme desprecio por los matrimonios "modernos" que se dejaban llevar por los nervios, consideraba que los esposos corrían con demasiada facilidad a presentarse ante el juez para que los separase. Despreciaba profundamente a esos "pecadores nerviosos" que alegaban en su defensa traumas de la infancia y la juventud, y juraban que habían actuado en contra de su voluntad, forzados al pecado por inclinaciones e impulsos irrefrenables.
Krisóf Kömives no creía en los impulsos irrefrenables: la vida es un deber, un deber ineludible; por supuesto, es un deber penoso y complejo, un deber que en ocasiones debe afrontarse con abnegación. Tal era su convencimiento. Podía experimentar pena por la gente, pero era incapaz de absolver a nadie. Creía en la fuerza de la voluntad. La voluntad es todo, solía afirmar, la voluntad y la obediencia asumidas de forma espontánea con un nombre más suave: humildad."

Divorcio en Buda - Sándor Márai


viernes, 18 de julio de 2014

elogio de la mujer virtuosa

Mujer virtuosa, ¿quién la hallará?
    Porque su estima sobrepasa largamente a la de las piedras preciosas.
11 El corazón de su marido está en ella confiado,
Y no carecerá de ganancias.
12 Le da ella bien y no mal
Todos los días de su vida.
13 Busca lana y lino,
Y con voluntad trabaja con sus manos.
14 Es como nave de mercader;
Trae su pan de lejos.
15 Se levanta aun de noche
Y da comida a su familia
Y ración a sus criadas.
16 Considera la heredad, y la compra,
Y planta viña del fruto de sus manos.
17 Ciñe de fuerza sus lomos,
Y esfuerza sus brazos.
18 Ve que van bien sus negocios;
Su lámpara no se apaga de noche.
19 Aplica su mano al huso,
Y sus manos a la rueca.
20 Alarga su mano al pobre,
Y extiende sus manos al menesteroso.
21 No tiene temor de la nieve por su familia,
Porque toda su familia está vestida de ropas dobles.
22 Ella se hace tapices;
De lino fino y púrpura es su vestido.
23 Su marido es conocido en las puertas,
Cuando se sienta con los ancianos de la tierra.
24 Hace telas, y vende,
Y da cintas al mercader.
25 Fuerza y honor son su vestidura;
Y se ríe de lo por venir.
26 Abre su boca con sabiduría,
Y la ley de clemencia está en su lengua.
27 Considera los caminos de su casa,
Y no come el pan de balde.
28 Se levantan sus hijos y la llaman bienaventurada;
Y su marido también la alaba:
29 Muchas mujeres hicieron el bien;
Mas tú sobrepasas a todas.
30 Engañosa es la gracia, y vana la hermosura;
La mujer que teme a Jehová, ésa será alabada.
31 Dadle del fruto de sus manos,
Y alábenla en las puertas sus hechos.

La Biblia  - Proverbios 31: 10-31



lunes, 14 de julio de 2014

cuando existe un deber

"A las cuatro, la situación iba peor. Había que sostener a la enferma y secarle el sudor de la frente. La respiración amenazaba cesar bruscamente y las angustias aumentaban.
-  ¡Algo para dormir!...-gimió la moribunda- ¡Un remedio!
Pero no se podía administrarle un soporífero
De pronto empezó otra vez a responder a algo que los demás no oían, como ya hiciera en otra ocasión:
- ¡Sí, Jean, no tardaré!...
Y poco después:
-_Sí, mi querida Klara, ya voy!...
Y empezó de nuevo la lucha...¿Era una lucha con la muerte? No, ahora pugnaba la vida por la muerte.
 _Quisiera....decía, jadeante _ algo para dormir!
¡ No puedo! ...¡Señores, por piedad! ¡Algo para dormir!
Aquel "por piedad" hizo  que la señora Permaneder prorrumpiera en ruidoso llanto y que Thomas no pudiese reprimir un gemido, mientras se cogía la cabeza entre las manos. Pero los médicos conocían su deber. Tratábase de prolongar aquella vida lo más posible, y un narcótico hubiera acarreado un inmediato desfallecimieto del espíritu. Los médicos no estaban en el mundo para traer la muerte, sino para conservar la vida a toda costa. A esta misma idea convergian ciertos principos morales y religiosos que habían oído convocar en la Universidad, aunque ya iban perdiendo actualidad, por el contrario, fortalecían el corazón utilizando diversos recursos y, valiéndose de ello, conseguían un momentáneo alivio.

Los Budenbrook  - Thomas Mann


jueves, 10 de julio de 2014

los intrincados caminos de la culpa

"Tengo la impresión de que no sólo juzga usted falsamente mi ayuda jurídica, sino de que también la conducta que usted se ha permitido hasta ahora se debe a que se le ha tratado, aunque sea usted un acusado, demasiado bien, o para expresarlo con mayor precisión, se le ha tratado con negligencia, con aparente negligencia.  Claro está que también esto último tiene sus motivos, porque con frecuencia es mejor hallarse cargado de cadenas que estar en libertad. Sin embargo, quisiera mostrarle a usted cómo se trata a otros acusados, tal vez sepa sacar de ello una lección. Voy a llamar en seguida a Block.  Abra la puerta y siéntese aquí, junto a la mesilla de noche.
- Con mucho gusto -dijo K., y luego hizo lo que el abogado de había pedido; siempre estaba dispuesto a aprender algo. Pero para que no hubiera equívoco alguno en este caso, preguntó-: Está usted enterado de qué le retiro mi representación, ¿no es así?
- Sí -dijo el abogado- , sin embargo, hoy mismo podría usted cambiar de opinión.
El doctor Huld volvió a tenderse sobre la cama, se cubrió con el edredón hasta la barbilla y se volvió completamente con el rostro hacia la puerta. Luego hizo sonar la campanilla.
Casi al punto apareció Leni que con rápidas miradas procuraba ponerse al corriente de lo que allí había pasado; por lo visto le pareció tranquilizador el hecho de que K. permaneciera sentado con calma junto a la cama del abogado. Sonrió entonces a K, que la miraba fijamente, haciendo una inclinación de cabeza.
Vé a buscar a Block -dijo el abogado.
Pero ella en lugar de ir a buscarlo se limitó a gritar desde el umbral de la puerta.
-Block, el abogado te llama.
Luego, sin duda porque el abogado se había vuelto hacia la pared sin ocuparse, al parecer, de nada, se colocó detrás de la silla de K.  Desde entonces no dejó de importunarle, inclinada sobre el respaldo de la silla, con movimientos de las manos que, ciertamente, con mucha suavidad y precaución, pasaba por el pelo y las mejillas de K. Este por fin decidió impedírselo y en efecto consiguió cogerle una mano, que ella, después de ejercer alguna resistencia le abandonó.
Block había acudido inmediatamente a la llamada sólo que permanecía ante la puerta con el aspecto de preguntarse si efectivamente debía entrar. Levantó las cejas  y adelantó un poco la cabeza como esperando a que se le repitiera la orden de presentarse ante el abogado. K. habría podido dirigirle algunas palabras que le animaran a entrar en la habitación, pero se había propuesto romper no solamente con el abogado, sino con todo lo que había en aquella casa; por eso permaneció inmóvil y callado. "

El proceso - Franz Kafka


martes, 8 de julio de 2014

lo que une a la gente

"Cuando Klaus Heinrich tenía dos años, tuvo lugar otro nacimiento en Grimmburg; fue una princesa la que vino al mundo. Solo treinta y seis cañonazos le fueron adjudicados, porque pertenecía al sexo femenino. En la pila bautismal recibió el nombre de Dittlind.  Esta era la hermana de Klaus Heinrich, y el que naciese fue para él una suerte. Al principio era extraordinariamente pequeña  y delicada; pero pronto le alcanzó, fue igual a él y con él pasaba todo el día. Con ella vivía, observaba, experimentaba, comprendía.
Había un mundo, habia acontecimientos que inducían a pensar. Donde vivían en el invierno era en el Palacio viejo. Donde vivían en verano, a orillas del río, al fresco, entre el perfume de los bosques de lilas que rodeaban las estatuas blancas, era el Hollerbrunn, la residencia de verano. Cuando iban allí o cuando papá  o mamá los llevaban de paseo en el coche, charolado de castaño con una coronita dorada en la portezuela, estaban los demás hombres parados en el camino, gritando y saludando; pues papá era el príncipe y señor de todo el país, y, por consiguiente, ellos mismos eran un principe y una princesa, como en los cuentos franceses que madame la de Suiza les leía.  Esto era un hecho digno de consideración, y, sin duda un caso excepcional. Cuando los demás niños leian cuentos de hadas, veían a los principes de los cuales hablaban, necesariamente, desde una gran distancia y como si fueran seres sublimes cuyo rango era una glorificación de la realidad, y, al ocuparse de ellos, sin duda alguna significaba un embellecimiento del pensar y un elevarse sobre la vida diaria. Pero Klaus Heinrich y Dittlind miraban esas figuras con perfecta indiferencia, como a sus iguales, respiraban el mismo aire que ellos, vivían como ellos en un palacio, pertenecían al mismo nivel social que ellos, y no se elevaban sobre lo real cuando, escuchado un cuento, se les unían.  ¿Vivían ellos, pues, constantemente, a una altura accesible a los demás sólo cuando leían cuentos? Madame la de Suiza, dada la posición de los niños en la vida, no hubiera podido contestar negativamente a la pregunta, si esta se hubiese llegado a formular en palabras. "

Alteza real - Thomas Mann


lunes, 7 de julio de 2014

la verdad de la duda

"Makoto le preguntó si era de verdad la primera vez. A pesar de la pregunta estúpidamente honesta, hay veces en que la honestidad improvisada como en este caso toca en el centro de la verdad.  Ella contestó honestamente que era la primera vez y que nunca la habían besado antes.  Estas preguntas y respuestas fueron intercambiadas a gran velocidad.  Bien es cierto que hay una verdad insospechada en las cosas y que suele aparecer cuando disminuya la velocidad de la acción.  Tampoco hay razón para creer que los colores irisados que muestra la peonza en pleno giro no sean los verdaderos.
No hay nada que se aleje más de una verdad de esta clase como la descripción de una alcoba. Cada uno de los movimientos que realizaba esta singular pareja en la habitación estaba solapado. En vez de realizar un acto puro e individual, se ejecutaba una especie de trabajo en común, de puesta en escena, de "actuación" ejecutada en íntima complicidad. "

Los años verdes - Yukio Mishima


sábado, 5 de julio de 2014

realidades poco claras

"A medida que nos hacemos mayores, nos hacemos más conscientes de la complejidad, incoherencia y falta de razón de los seres humanos; ésta es, de hecho, la única excusa que ofrece el escritor de mediana edad o ya viejo, cuyos pensamientos deberían abandonar los temas más serios y ocuparse de los asuntos triviales de personas imaginarias.  Porque si el verdadero estudio de la humanidad es el hombre, es más lógico ocuparse de las coherentes, substanciales y significativas creaturas de ficción que de las páginas nada razonables y misteriosas de la vida real.  A veces los novelistas se sienten como Dios, y están preparados para decirte todo sobre su carácter. A veces, sin embargo, no.  Y entonces no te cuentan todo lo que se sabe sobre ellos, sino lo poco que saben de sí mismos.  Y desde ese momento, mientras nos hacemos más viejos, nos sentimos menos y menos como Dios.  No me sorprendería saber que con el paso de los años los novelistas estén menos inclinados a describir su propia experiencia."

La esposa imperfecta - W.S. Maugham


jueves, 3 de julio de 2014

tan simple como el hambre

"No sé si a otros les pasará lo mismo, pero lo cierto es que no puedo contemplar la belleza durante mucho tiempo. A mi juicio, no hay poeta que haya hecho una afirmación más falsa que Keats cuando escribió el primer verso de Endymion.  Cuando la belleza me ha proporcionado la magia de su sensación, mi mente comienza a vagar; escucho incrédulo a esas personas que dicen que pueden mirar embelesadas un cuadro o un paisaje por horas y horas.  La belleza es un éxtasis; es tan simple como el hambre. En realidad, hay muy poco que decir sobre ella.  Es como el perfume de una rosa, que uno lo huele y ya está; es por eso que las críticas sobre el arte, excepto en los casos en que nada tiene que ver con la belleza, y por lo tanto con el arte, son muy aburridas.  Todo lo que la crítica puede decirnos con respecto al Entierro de Cristo de Tiziano es aconsejarnos que lo vayamos a ver, por ser, de todos los cuadros del mundo, el que tenga tal vez una belleza más pura. Lo demás no es nada más que historia, biografía, o qué sé yo.  Pero la gente agrega otras cualidades a la belleza - sublimidad, interés humano, ternura, amor -, precisamente porque la belleza no tiene nada de todo eso. La belleza es perfecta, y la perfección -tal es la naturaleza humana- mantiene nuestra atención por muy poco tiempo. El matemático que después de ver Fedra  preguntó: "Qu'est-ce que ca prouve ?" * no era tan tonto como se le creía.  Nadie jamás ha sido capaz de explicar porqué el templo dórico de Paestum es más hermoso que un vaso de cerveza helada, excepto cuando se saca a colación que nada tienen que ver uno y otro con la hermosura. La belleza es un aliado ciego. Es como la cima de una montaña que, una vez alcanzada, no nos conduce a ninguna parte. Es por eso que al final nos embelesamos más con el Greco que con Tiziano, como también con el incompleto logro de Shakespeare que con el éxito consumado de Racine. Demasiado se ha escrito ya  sobre la belleza. Por ello, he querido agregar unas líneas más. La belleza satisface el instinto estético, pero ¿quién desea satisfacerse? Sólo los zopencos aspiran a darse un festín. Reconozcámoslo:  la belleza es un poco aburrida."

* ¿Qué demuestra esto?

La esposa imperfecta - W.  Somerset Maugham




martes, 1 de julio de 2014

ser elegido sin elegir

"Vieron pasar muchas caras honradas que no eran lo bastante inteligentes; muchas que eran inteligentes pero no eran lo bastante honradas; muchas que poseían ambas cualidades, pero no eran lo suficientemente pobres o que, si lo eran, no eran extranjeras. Siempre había algún defecto, hasta que pasé yo.  Entonces estuvieron de acuerdo en que yo era el hombre perfecto; así que fui elegido por unanimidad, y por esa razón estaba yo allí esperando, sin saber el  motivo por que había sido invitado a entrar. Empezaron a hacerme preguntas sobre mi persona, y pronto estuvieron al tanto de mi historia. Finalmente me dijeron que yo era el hombre que cumplía con todos los requisitos. Dije que me alegraba de ello muy sinceramente, y pregunté de qué se trataba. Entonces uno de ellos me entregó un sobre, y me dijo que hallaría la explicación en su interior. Me disponía a abrirlo, pero me dijo que no lo hiciera, que me lo llevara a donde me alojara y que allí lo estudiara muy detenidamente, con prudencia y sin precipitarme. Yo estaba totalmente desconcertado y quise saber algo más del asunto, pero se negaron; así que me marché, sintiéndome herido y humillado por haber sido el blanco de alguna broma de mal gusto, y por otra parte obligado a soportarla, porque no estaba en condiciones de mostrarme agraviado ante las afrentas de gente rica y poderosa."

El billete de un millón de libras - Mark Twain