lunes, 14 de julio de 2014

cuando existe un deber

"A las cuatro, la situación iba peor. Había que sostener a la enferma y secarle el sudor de la frente. La respiración amenazaba cesar bruscamente y las angustias aumentaban.
-  ¡Algo para dormir!...-gimió la moribunda- ¡Un remedio!
Pero no se podía administrarle un soporífero
De pronto empezó otra vez a responder a algo que los demás no oían, como ya hiciera en otra ocasión:
- ¡Sí, Jean, no tardaré!...
Y poco después:
-_Sí, mi querida Klara, ya voy!...
Y empezó de nuevo la lucha...¿Era una lucha con la muerte? No, ahora pugnaba la vida por la muerte.
 _Quisiera....decía, jadeante _ algo para dormir!
¡ No puedo! ...¡Señores, por piedad! ¡Algo para dormir!
Aquel "por piedad" hizo  que la señora Permaneder prorrumpiera en ruidoso llanto y que Thomas no pudiese reprimir un gemido, mientras se cogía la cabeza entre las manos. Pero los médicos conocían su deber. Tratábase de prolongar aquella vida lo más posible, y un narcótico hubiera acarreado un inmediato desfallecimieto del espíritu. Los médicos no estaban en el mundo para traer la muerte, sino para conservar la vida a toda costa. A esta misma idea convergian ciertos principos morales y religiosos que habían oído convocar en la Universidad, aunque ya iban perdiendo actualidad, por el contrario, fortalecían el corazón utilizando diversos recursos y, valiéndose de ello, conseguían un momentáneo alivio.

Los Budenbrook  - Thomas Mann


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