martes, 8 de julio de 2014

lo que une a la gente

"Cuando Klaus Heinrich tenía dos años, tuvo lugar otro nacimiento en Grimmburg; fue una princesa la que vino al mundo. Solo treinta y seis cañonazos le fueron adjudicados, porque pertenecía al sexo femenino. En la pila bautismal recibió el nombre de Dittlind.  Esta era la hermana de Klaus Heinrich, y el que naciese fue para él una suerte. Al principio era extraordinariamente pequeña  y delicada; pero pronto le alcanzó, fue igual a él y con él pasaba todo el día. Con ella vivía, observaba, experimentaba, comprendía.
Había un mundo, habia acontecimientos que inducían a pensar. Donde vivían en el invierno era en el Palacio viejo. Donde vivían en verano, a orillas del río, al fresco, entre el perfume de los bosques de lilas que rodeaban las estatuas blancas, era el Hollerbrunn, la residencia de verano. Cuando iban allí o cuando papá  o mamá los llevaban de paseo en el coche, charolado de castaño con una coronita dorada en la portezuela, estaban los demás hombres parados en el camino, gritando y saludando; pues papá era el príncipe y señor de todo el país, y, por consiguiente, ellos mismos eran un principe y una princesa, como en los cuentos franceses que madame la de Suiza les leía.  Esto era un hecho digno de consideración, y, sin duda un caso excepcional. Cuando los demás niños leian cuentos de hadas, veían a los principes de los cuales hablaban, necesariamente, desde una gran distancia y como si fueran seres sublimes cuyo rango era una glorificación de la realidad, y, al ocuparse de ellos, sin duda alguna significaba un embellecimiento del pensar y un elevarse sobre la vida diaria. Pero Klaus Heinrich y Dittlind miraban esas figuras con perfecta indiferencia, como a sus iguales, respiraban el mismo aire que ellos, vivían como ellos en un palacio, pertenecían al mismo nivel social que ellos, y no se elevaban sobre lo real cuando, escuchado un cuento, se les unían.  ¿Vivían ellos, pues, constantemente, a una altura accesible a los demás sólo cuando leían cuentos? Madame la de Suiza, dada la posición de los niños en la vida, no hubiera podido contestar negativamente a la pregunta, si esta se hubiese llegado a formular en palabras. "

Alteza real - Thomas Mann


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