miércoles, 21 de mayo de 2014

para aprender

"_  Mamá, ¿allá atrás se acaba el mundo?
_  No, no se acaba.
_  Demuéstramelo.
_  Te voy a llevar más lejos de lo que se ve a simple vista.
Lorenzo miraba el horizonte enrojecido al atardecer mientras escuchaba a su madre. Florencia era su cómplice, su amiga, se entendían con solo mirarse. Por eso la madre se doblegó a la urgencia de la voz del hijo y al día siguiente, su pequeño de la mano, compró un pasaje y medio de vagón de segunda para Cuautla en la estación de San Lázaro.
Que la locomotora arrancara emocionó a Lorenzo, pero ver huir el paisaje en sentido inverso, despidiéndose de él, lo llenó de asombro. ¿Porqué los postes pasaban a toda velocidad y las montañas no se movían? Nada le preocupaba tanto como la línea del horizonte, porque seguramente llegarían al fin del mundo y caerían con todo y tren al abismo. Cuando se iban acercando a la parte más alta de la montaña, Lorenzo se levantó varias veces del asiento. "Allí viene el barranco; ahí se acaba todo". En los ojos del niño Florencia leyó el horror al vacío.
_ No , Lorenzo , vas a ver que todo recomienza. Vas a encontrarte con un valle y a continuación otro valle. Después del Popo y del Itza hay otras montañas, otro horizonte, la Tierra es redonda y gira, no tiene fin, sigue, sigue, y sigue, las puestas de sol dan la vuelta y van a otros países. Nunca se acaban."

La piel del cielo - Elena Poniatowska





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