domingo, 18 de mayo de 2014

límites definidos

"Nuestra casa se encontraba en el centro de Calcuta, en la calle Park Street, que sale de Chowringhee. En nuestra casa de dos plantas de color crema, aparte de nosotros solo vivían ingleses. La sala de estar y el dormitorio eran muy espaciosos y los muebles modernos habían sido elegidos precisamente por una pareja joven. Antaño aún no existía el aire acondicionado y en su lugar había un pankha en un rincón moviéndose de un lado a otro. Sobre la cama pendía una hermosa mosquitera blanca  y yo me sentía como las princesas de los cuentos. Teníamos dos chicos; uno se encargaba de la comida y el otro de la habitación y otras tareas.
Los indios de los estratos sociales más bajos tienen su propio código de valores. Por ejemplo, los sirvientes roban. Cuando uno se daba cuenta por casualidad de que una persona concreta había hurtado algo, lo mejor era decirle muy de pasada "Seguro que el anillo que ha desaparecido mañana volverá a aparecer en el tocador", y volvía a aparecer. Si uno no hacía nada, se quedaban con lo robado. Incluso cuando se pillaba a alguien birlando algo, no se le consideraba un ladrón, ya que entonces devolvía lo robado, aun cuando lo hiciera por obligación.
Además, si al comer a uno se le caía la servilleta, nunca debía recogerla por sí mismo. Había que llamer "Boy, boy" y señalar la servilleta con gravedad para que el sirviente la levantara. Y si alguna vez se cometía el error de lavar uno mismo un pañuelo en el baño, al día siguiente los muchachos ya no obedecían, pues entonces para ellos el memsahib pertenecía a la casta de los que recogen por sí mismos las servilletas y se lavan los pañuelos:  a la suya propia."

Kiharu Vida de una geisha - Kiharu Nakamura




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