lunes, 1 de diciembre de 2014

rituales de sanación

"El sacerdote le tocó suavemente el oído, recitando un ensalmo. Vertió en él unas gotas de bálsamo y la miró fijamente a los ojos tímidos. Y poco a poco, mientras la miraba así, asomó una sonrisa a sus labios y ella sonrió a su vez.  La verdadera influencia sobre los demás no es consecuencia de un momento de elocuencia ni de unas cuantas palabras bien elegidas, sino de la acumulación de toda una vida de pensamientos cuyo poso se asienta en la mirada. Y hay algo mejor que curar la enfermedad, y es aceptarla y compartir con el enfermo la aceptación. El dolor del oído no se le aplacó enseguida, pero Argo hizo creer a sus padres que así había sido, pues la otra curación no la habrían entendido, y durante toda la noche, en lugar de quejarse, apretó contra su oído la bolsita de hojas de laurel que él le había dado y revivió en su pensamiento aquel encuentro y aquella mirada. Desde entonces nunca volvió a intercambiar una palabra con el sacerdote, pero cuando coincidía con él en el camino, su corazón se llenaba de emoción; entonces lo saludaba tímidamente y sus párpados se entornaban en una rápida e íntima mirada, y él a su vez la obsequiaba con una discreta sonrisa apenas esbozada."

La mujer de Andros - Thornton Wilder



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