“_Disculpe
señorita ¿puedo invitarla a pasear?
-Sí-respondió
atolondrada, deprisa, antes de que él cambiara de idea.
-Si me
permite ¿cuál es su nombre?
-Macabea.
-Maca ¿qué?
-Bea- se vio
obligada a completar.
Disculpe pero
parece el nombre de una enfermedad, de una enfermedad de la piel.
Los dos
ignoraban cómo se pasea. Caminaron bajo la lluvia densa y se detuvieron delante
del escaparate de una ferretería donde había expuesto caños, latas, tornillos
grandes y clavos.
Macabea,
temerosa de que el silencio ya significase una ruptura, dijo al recién
enamorado:
-A mí me
gustan mucho los tornillos y los clavos ¿y a usted?"
La hora de la estrella - Clarice Lispector
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