viernes, 15 de abril de 2016

Walser o la estética del desconcierto

"Toda la obra de Walser, incluído su ambiguo silencio de veintiocho años, comenta la vanidad de toda empresa, la vanidad de la vida misma.  Tal vez por eso sólo deseaba ser un cero a la izquierda.  Alguien ha dicho que Walser es como un corredor de fondo que, a punto de alcanza la meta codiciada, se detiene sorprendido y mira a maestros y condiscípulos y abandona, es decir, que se queda en lo suyo, que es una estética del desconcierto.  A mí Walser me recuerda a Piquemal, un curioso sprinter, un ciclista de los años sesenta que era ciclotímico y a veces se olvidaba de terminar la carrera.
Robert Walser, amaba la vanidad, el fuego del verano y los botines femeninos, las casas iluminadas por el sol y las banderas ondeantes al viento. Pero la vanidad que él amaba nada tenía que ver con la ambición del éxito personal, sino con ese tipo de verdad que es una tierna exhibición de lo mínimo y lo fugaz.  No podía estar  Walser más lejos de los climas de altura, allí donde impera la fuerza y el prestigio :  "Y si alguna vez una ola me levantase y me llevase hacia lo alto, allí donde impera la fuerza y el prestigio, haría pedazos las circunstancias que me han favorecido y me arrojaría yo mismo abajo, a las ínfimas e insignificantes tinieblas. Sólo en las regiones inferiores consigo respirar."
Walser quería ser un cero a la izquierda y nada deseaba tanto como ser olvidado.  Era consciente de que todo escritor debe ser olvidado apenas ha cesado de escribir, porque esa página ya la ha perdido, se le ha ido literalmente volando, ha entrado ya en un contexto de situaciones y de sentimientos diferentes, responde a preguntas que otros hombres le hacen y que su autor no podía ni siquiera imaginar."

Bartleby y compañía - Enrique Vila-Matas


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