viernes, 10 de junio de 2016

de cuchillos y flores

"Hay una cosa que siempre me ha preocupado -continuó el doctor-.  Es eso de la guillotina. Dicen que el verdugo tiene que llevar su propia cuchilla, como se supone que el marido lleva su propia navaja.  Eso es suficiente para envenenarle el corazón antes de que haya cortado la primera cabeza. Una noche, mientras paseaba distraído por el Boul Mich" vi a uno que llevaba un clavel rojo en el ojal. Para entrar en conversación, le pregunté por qué lo llevaba, y él dijo:  "Es prerrogativa del verdugo" Me quedé tan mustio como un secante escamoteado del Senado. "Antiguamente, el verdugo lo sostenía entre los dientes"  Al oír esto, se me retorcieron las tripas, al imaginármelo afilando la hoja con un clavel en la boca, como Carmen. ¡Y también él es el único que puede estar en la iglesia con los guantes puestos! A veces acaban por degollarse a sí mismos. Es un ritmo que al fin les llega a su propio cuello.  Adelantó el cuerpo y pasó el dedo por el mío diciendo: "Con tanto pelo y tan grueso, resulta un poco difícil", y desde aquel momento tuve insuficiencia cardíaca para el resto de mi vida. Dejé un franco encima de la mesa y salí como alma que lleva el diablo, con el vello de la nuca más tieso que la gorguera de la reina Ana. Y no paré hasta que me vi en medio del Musée de Cluny, agarrado al potro."

El bosque de la noche   - Djuna Barnes



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