lunes, 19 de octubre de 2015

una comprensión indefinida

"Tres años después de que se conocieron, nací yo, el primer hijo de mi padre, el último para mi madre. Debieron estar muy ansiosos. Mi padre sólo quería un varón; le aterraba la idea de tener una niña. En una época en que no se anticipaba el sexo de los fetos, no pudo saber qué género tendría hasta el día del parto. Envilecido por la incertidumbre, ni siquiera fue a la maternidad; mandó a un auxiliar para que corriera a informarle. Y cuando el muchacho volvió con la novedad, lo despidió a palmotazos, cerró la casa y se fue al hospital. Y después, probablemente, de juerga.
No sé que pasó en esos días de gloria. Los hijos no tenemos la capacidad para comprender las alegrías de la paternidad. Incluso cuando nosotros mismos somos padres, tendemos a considerar esa experiencia de manera tan exclusiva, que no llega a conectarse con lo que fue para otros nuestra aparición sobre el planeta, esa expulsión del paraíso que lanza a un bebé de bruces sobre nuestro mundo que invariablemente resultará más salvaje que la muy aparente protección uterina. Los hijos somos un milagro de indiferencia."

Historia de mi madre muerta - Ascanio Cavallo




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