lunes, 12 de octubre de 2015

la casa de té

"Muo entra en la casa de té que hay enfrente de la fábrica. Ya estuvo en ella la semana pasada, con uno de sus guías locales, en el curso de su estéril búsqueda. Le gusta su inclinada cubierta de tejas, sus pequeños patios descubiertos, sus mesas bajas de madera, sus sillas de bambú, que crujen perezosamente, su suelo de negra y húmeda tierra batida, cubierto de colillas y cáscaras de cacahuetes y pipas, y su olor dulzón y familiar, que le recuerda el país de su infancia. El momento que más saborea es cuando llega el camarero para servirle el té en una tetera de cobre que tiene un pico fino y brillante de un metro de largo por el que vierte, como cascada caída del cielo, un chorro de agua hirviendo en un cuenco de procelana colocado sobre un platillo de hierro; lo llena hasta el borde sin derramar una gota y, con la punta de los dedos, lo cubre con una tapadera de porcelana blanca,  Pero, en esta segunda visita, Muo se lleva un chasco:  la casa de té se ha transformado en sala de billar saturada de humo y atestada de gente que tan pronto permanece oculta en las sombras como sale a la luz para inclinarse sobre el verde tapete y golpear las bolas de marfil, que chocan, rebotan en las bandas y vuelven a chocar bajo las grandes pantallas suspendidas del techo. Muo tiene la sensación de estar en el lejano oeste de una mala película estadounidense de bajo presupuesto de los años sesenta. Todo es falso, mal interpretado, mal iluminado; incluso el ruido de las bolas al entrechocar suena hueco, vulgar, y hace pensar en los efectos de sonido de un estudio de tercera.  Muo se acerca a la barra con los andares de un Clint Eastwood. Por una vez en su vida, le apetece ser rumboso, hacer una locura, invitar a todo el mundo y brindar, no por su salud, sino por la del "imperialismo americano", así que pregunta al camarero por el precio de las consumiciones. Aunque la tarifa de los licores es razonable, Muo se asusta y pregunta por el precio de la cerveza local, mientras cuenta a los jugadores de billar. Espeluznado por el cómputo, desaparece sin probar una gota antes de que el barman pueda darle una respuesta."

El complejo de Di - Sijie Dai


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