miércoles, 12 de noviembre de 2014

cuando el tiempo se detiene

"¿Cuánto tiempo había vivido Joachim en realidad con Hans Castorp hasta su partida? ¿Cuánto tiempo había vivido con él en general? ¿Cuándo, ateniéndose al calendario, había tenido lugar aquella primera partida en contra de los deseos del doctor? ¿Cuánto tiempo había estado Joachim ausente? ¿Cuándo había vuelto, y cuánto llevaba Hans Castorp allí hasta que volvió Joachim y luego quedó al margen del tiempo al fallecer? ¿Cuánto tiempo, dejado de lado Joachim, había estado ausente Madame Chauchat? ¿Desde cuándo se encontraba de nuevo allá arriba, pues estaba otra  vez en el sanatorio? Y ¿Cuánto tiempo terrenal había vivido Hans Castorp en el Berghof hasta que ella volvió?

Lo único que hubiese podido hacer Hans Castorp ante todas estas preguntas -suponiendo que se hubiesen formulado, cosa que, por otra parte, nadie hizo, él mismo tampoco, pues debía tener miedo de plantearlas- habría sido darse golpecitos con las yemas de los dedos sobre la frente; no habría sabido qué responder, un fenómeno tan inquietante como aquella incapacidad para decir a Settembrini la edad que tenía, algo que le habría sucedido la noche de su llegada y que ahora se había agravado, pues decididamente ya no tenía noción de su propia edad.
Esto puede parecer extraño, pero está muy lejos de ser sorprendente o increíble, pues, en determinadas condiciones, puede ocurrirle a cualquiera de nosotros. Si tales condiciones se hiciesen realidad, nada podría impedirnos perder toda conciencia del paso del tiempo y, por consiguiente, de nuestra edad.  Este fenómeno es muy posible, dado que no poseemos ningún órgano interior para percibir el tiempo y, por lo tanto, somos incapaces para determinarlo por nosotros mismos desde un punto de vista absoluto, o siquiera medianamente fiable, sin ayuda de referencias exteriores. Por ejemplo, unos mineros que quedaron atrapados bajo tierra, privados de toda posibilidad de observar la sucesión del día y la noche, calcularon, cuando se consiguió salvarlos, que el tiempo que habían pasado en la oscuridad, debatiéndose entre la esperanza y la desesperación, habían sido tres días. En realidad habían permanecido allí enterrados diez días. Uno pensaría más bien que, sumidos en la angustia, el tiempo se les debía haber hecho largo; sin embargo, tenían la sensación de que se había reducido a menos de la tercera parte de su duración objetiva.  Parece, pues, que en circunstancias anormales en las que el hombre se ve impotente, se tiende a percibir el tiempo de forma abreviada que a sobrestimarlo."

La montaña mágica - Thomas Mann



No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.