lunes, 10 de noviembre de 2014

aromas vitales

"Penetrar en aquella casa y en sus secretos había sido asombrosamente fácil, como una seducción no planeada. La casa tenía un olor que ella no acababa de identificar, rancio pero también cálido: el que queda bajo los cojines del sofá, junto con las horquillas y las monedas perdidas, un remoto aroma revenido endulzado por tufillos vitales, de quitamanchas y pan de ajo cocido en el horno. Joe se llevaba consigo aquel olor a la casa de Alexandra, un olor fiable, mucho más vivo en los días de invierno: los niños en el colegio, los carboneros con caperuza negra revoloteando junto al comedero, Orchard Road resplandeciente por la nieve del día anterior, los carámbanos empezando a gotear desde los aleros, su propia piel rosada y su carne de gallina por el baño que acababa de tomar, anticipando la visita de Joe. Él aparcaba su camioneta detrás de la casa, entraba por el porche trasero y se quitaba  el grueso chaquetón, gastado por algunas zonas, y lo dejaba caer encima de su alfombra de retales entretejidos, y también tiraba al suelo su vistoso sombrero de ala estrecha; su aroma masculino, entre agrio y dulce, surgía de su mugriento jersey de trabajo de lana verde, así como del cuello de su camisa y de la camiseta de tirantes pasada de moda que exhibía sus espumosas axilas cuando ella, cubierta sólo con su albornoz azul, se lanzaba a abrazarlo."

Las viudas de Eastwick - John Updike




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