miércoles, 15 de abril de 2015

y después ¿qué?

"Los teólogos han preguntado a veces si acaso nos "conoceremos unos a otros" en el Cielo, y si las relaciones amorosas particulares alcanzadas en la tierra seguirán entonces teniendo algún significado. Parece razonable contestar: "Puede depender de la clase de amor que había llegado a ser, o que estaba llegando a ser, en la tierra..." Porque, seguramente, encontrar a alguien en el mundo eterno por quien nuestro amor en éste, aunque fuerte, era puramente natural, no resultaría (sobre esa base) ni siquiera interesante. ¿No sería como encontrar, ya adulto, a alguien que pareció ser un gran amigo en la escuela básica únicamente por una comunidad de intereses y actividades? Si no era más que eso, si no era un alma afin, hoy día sería un perfecto extraño. Ninguno de los dos practica actualmente los mismos juegos. Uno ya no desea intercambiar ayuda para la tarea de francés por la de matemáticas. Sospecho que en el cielo un amor que no ha incorporado nunca el Amor Mismo sería igualmente improcedente. Porque la Naturaleza ha muerto. Todo aquello que no es eterno queda eternamente desplazado.
Pero no puedo terminar con este comentario; no me atrevo - menos aún cuando son mis propios anhelos y terrores los que me impulsan - a dejar que algún desolado lector que ha perdido a un ser amado quede confirmado en la difundida ilusión de que la reunión con los muertos queridos es la meta de la vida cristiana. Negar esto puede tener un sonido áspero e irreal en los oídos de los que sufren, pero es preciso negarlo.
"Tú nos hicistes para tí" dice San Agustín, "y nuestro corazón no tiene reposo hasta llegar a Ti"  Esto, tan fácil de creer por un breve instante delante del altar, o quizás, medio rezando, medio meditando, en un bosque en primavera, parece una burla cuando se está a la cabecera de un lecho de muerte. Pero nos sentiremos realmente mucho más burlados si, desechando esto, amarramos nuestro consuelo a la esperanza -quizás hasta con la ayuda de una séance y de necromancia - de gozar algún día, y esta vez para siempre, del ser Amado terrenal, y nada más. Es difícil imaginar que tal prolongación sin fin de la felicidad terrenal sería absolutamente satisfactoria"

Los cuatro amores - C.S. Lewis




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