miércoles, 29 de abril de 2015

lo evidente encierra algo

"Kit, sintiendo algo cálido y tenebroso, confirmó para sus adentros su desconfianza hacia Gail. Aguzando la vista tenía que hablar con su hermana y hacerse explicar aquella brillante e irónica inocencia suya, tan bien iniciada. Sin embargo, aquella noche no tendría tiempo para ello, excepto si aprovechaba los pocos instantes que habrían precedido a la separación de la comitiva, antes de la hora de acostarse.
Poco antes de las once, papá Tallant, dijo:
- Alberto, en tu calidad de miembro más jóven de la familia, creo que ha llegado la hora de enseñarte dónde están escondidos los licores.
- Oportunísima idea -replicó jovialmente Alberto, poniéndose de pie.  Salieron juntos, Alberto con un brazo alrededor de los delgados hombros de su suegro. Harvey se puso a charlar con mamá Tallant, y Kit miró a Gail que había dejado su labor y bostezaba repetidamente.
- ¡Estas labores de punto...! -murmuró- ¡Las detesto!
- ¿Y porqué continúas haciéndolas, tontuela? - preguntó Kit.
- A mi marido le gusta verme entregada al trabajo -repuso con brío- Le parece que si trabajo en ellas me tiene segura.
Kit se echó a reír, se acercó al sillón de su hermana y se sentó sobre uno de los brazos.
- ¿Bien? -preguntó en voz baja al cabo de un rato.
Sí, era de vital importancia conocer los pensamientos que se ocultaban detrás de aquel aire indiferente. La miró a los ojos desmesuradamente abiertos y Gail comprendió.
-¡ He de decirte que es perfecto! -dijo con el mismo tono ligero- Sólo que no quisiera estar en tu pellejo querida, ni siguiera por un millón de dólares.
-¿Porqué?
- Demasiado... demasiado guapo. ¿Sabes que es una gran responsabilidad estar casada con un campeón de belleza?
- Él no le da ninguna importancia a su aspecto físico.
- Ya se la dará cuando millares de mujeres le hayan hecho su elogio -repuso Gail.
- No es como tú crees- insistió Kit.
-¡Oh querida -protestó Gail, recogiendo su labor-, no seas tan pueril!  La única cosa que salva a mi pobre Harvey es que es tan inteligente que no daría crédito a la mujer que le dijera que es guapo. Sabiendo muy bien que es feo, no dudaría que detrás de ello esa mujer perseguiría arrancarle un empréstito bancario o cualquier cosa por el estilo. ¡Pobre Harvey! Gozaría mucho más de la vida, si no fuera tan inteligente.
Kit no respondió pero la miró con reproche. Gail estaba en uno de sus momentos perversos y nadie hubiera sido capaz de asegurar cuál era en realidad su verdadero pensamiento."

Otros dioses - Pearl S. Buck




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