viernes, 24 de abril de 2015

lo privado en colectivo

 El cuento del perro - Noviembre de 1955

"Siempre he creído que el sueño es una cosa absolutamente privada. Es decir:  si usted tiene deseos de dormir, tiene que dormirse solo. Y se duerme solo. En el compartimento de un tren donde caben justamente ocho personas y viajan ocho, justamente, el sueño es una función colectiva muy difícil de concebir. El caso es que uno tiene que ayudar a que se duerman los demás, para dormirse uno. Pero al mismo tiempo tiene la extraña sensación de que las otras siete personas, para poder dormirse, están tratando de ayudarlo a uno para que se duerma. Cada cual se va acomodando como puede, en un momento en que cesa la conversación y sólo se oye el zumbido metálico del tren por el campo en tinieblas. Luego hay un instante de fastidio, de incomodidad y también de un poco de odio por el prójimo, pero después los ocho pasajeros duermen y uno tiene la inconcebible sensación de que está durmiendo un poco con el sueño de los demás.
Antes del amanecer, después de casi veinte horas de viaje y sólo de cuatro o cinco de sueño, la historia del compartimiento vuelve a empezar por el principio, como el día anterior. Pero en este viaje hubo una variación. A pocas horas de Viena subió al tren una señora fresca, radiante, con la inconfundible expresión de quien ha dormido honradamente. Llevaba un perrito faldero, limpio y un poco inverosímil, como un perrito de algodón. No sé si fue por el perrito o por la exuberancia de su dueña, o por una broma de mi mala estrella, se me ocurrió que aquella señora era italiana. Mimaba el perro de tal manera y de tal manera el perro se dejaba mimar, que a la primera oportunidad le dije solamente para ver si hablaba italiano.
 - Sembra proprio un bambino.
El pez muere por la boca. La señora se iluminó con un extraño resplandor, soltó una jeroglífica frase alemana, me puso el perro en las piernas y se quedó dormida. Yo nunca había soñado llegar a Viena con un perrito faldero, habría pensado sencillamente que esa persona estaba loca de amarrar.  Por eso decía al principio que no hay nada más divertido que no saber alemán."

Obra periodística:  De Europa y América - Gabriel García Márquez


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