lunes, 13 de octubre de 2014

consciente de la inconsciencia

"-Blanca, usted ya se confesó, ¿verdad?
-Sí Padre
-¿Conmigo?
-Sí Padre -me enardezco-, pero a usted le dije lo mismo que al padre Didier el año pasado, al padre Bonhomme hace dos años, al padre Duchemin, al padre Caselli hace tres meses. Siempre los mismos pecados: distracción, orgullo, indolencia...
El sacerdote hace un gesto de fastidio:
- Sí, si, ya sé. Pero ¿qué me dice usted de sí misma?
Lo miro con desconfianza, primero porque no sé hablar de mí misma y segundo porque no tengo nada interesante que decir. En mi casa, la conversación en la mesa gira en torno a lo que se ha hecho durante el día, enfatizando los encuentros fortuitos: "¡Saben a quién ví en madero!", pero nunca he oído a papá o a mamá definirse: "Yo soy, yo pienso, yo digo" Al contrario, no debe uno ponerse por delante. Así como nadie toma sus medicinas en la mesa, hablar de sí mismo es considerado de mal gusto como lo es hablar de dinero o de experiencias desagradables. Y mucho menos de enfermedades. Nunca he oído a mi padre o a mi madre decir: "Yo soy así" Al contrario, sólo la gente mal nacida hace confidencias. Sin embargo en los ojos del eclesiástico hay tanta solicitud, tanto afecto profundo y verdadero que en ese instante lo daría yo todo por tener algo importante que comunicar; una súbdita vocación religiosa, un terrible problema familiar, una irresistible inclinación al mal. Sus ojos son un abismo presto a incluir todos los precipicios, en particular el mío."

La flor de Lys - Elena Poniatowska



No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.