sábado, 28 de septiembre de 2013

sobre carne y espíritu

"Un callejón desciende, gira, acaba sin salida. Se abre una puerta. Un rostro sonríe, acogedor. De buenas a primeras, Lefty se encuentra en un sofá junto a tres soldados griegos, mirando a siete mujeres regordetas y perfumadas, repartidas en dos sofás frente a ellos. (Un fonógrafo toca una canción de moda que suena en todas partes:  "Cada mañana, cada mañana...") Y ahora ya ha olvidado completamente su oración, porque Lefty (cuando la madama dice "La que más te guste, corazón") pasea la mirada por la circasiana rubia de ojos azules, la armenia que como un melocotón con aire insinuante y la mongola del flequillo; sus ojos siguen buscando y se detienen en la chica al extremo del sofá más apartado, una muchacha muy callada, de ojos tristes, piel perfecta y trenzas negras. ("Hay una vaina para cada daga"), dice en turco la madama, y ríen las putas.) Inconsciente de los efectos de su atractivo, Lefty se pone de pie, se estira la chaqueta, extiende la mano hacia la muchacha elegida... y solo cuando ella lo conduce escaleras arriba le dice una voz en su cabeza que esa chica es la más parecida a..., y tiene un perfil igualito que..., pero ahora han llegado a la habitación con sus sábanas usadas, su lámpara de aceite de color sanguinolento, su olor a agua de rosas y pies sucios. En la intoxicación de sus jóvenes sentidos, Lefty no presta atención a las crecientes similitudes que la muchacha revela al desnudarse. Su mirada absorbe los amplios pechos, la delgada cintura, el pelo que cae en cascada sobre el coxis indefenso; pero Lefty no establece relación alguna. La muchacha le prepara un narguile. Pronto empieza a flotar, dejando de oír la voz en su cabeza. En el dulce sueño de hachís de las horas siguientes, pierde la noción de quién es y con quién está.  Los miembros de la prostituta se convierten en otra mujer. Pronuncia un nombre varias veces, pero está demasiado colocado para darse cuenta. Sólo después, al despedirlo, la muchacha lo devuelve a la realidad.
- A propósito, me llamo Irini. Aquí no hay ninguna Desdémona."

Middlesex - Jeffrey Eugenides



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