viernes, 5 de junio de 2015

el impacto calificativo


"Luis Urquizo habla y se arrebata, casi chorreando sangre el rostro rasurado, húmedos los ojos. Trepida; guillotina sílabas,suelda y enciende adjetivos; hace de jinete, depone algunas fintas; conifica en álgidas interjecciones las más anchas sugerencias de su voz, gesticula, iza el brazo, ríe: es patético, es ridículo: sugestiona y contagia en locura.
Desués dijo:
–Me marcho– Y corriendo, saltó el dintel de la taberna y desapareció rápidamente –¡Pobre! –exclamaron todos–. Está completamente loco.  Urquizo, en verdad, estaba desequilibrado. No cabía duda. Así lo confirmaba el curso posterior de su conducta. Aquel hombre continuó viendo las cosas al revés, trastrocándolo todo, a través de los cinco cristales ahumados de sus sentidos enfermos. Las buenas gentes de Cayna, pueblo de su residencia, hicieron de él, como es natural, blanco de cruel curiosidad y cotidiana distracción de grandes y pequeños.
Años más tarde, Urquizo, por falta de cura oportuna, agravóse en forma mortal en su demencia, y llegó al más truculento y edificante diorama del hombre que tiene el triángulo de dos ángulos, que se muerde el codo, que ríe ante el dolor, y llora ante el placer: Urquizo llegó a errar allende las comisuras eternas, adonde corren a agruparse, en son de armonía y plenitud, los siete tintes céntricos del alma y del color.Por entonces, yo le encontré una tarde.
Desde que le avisté, pocos pasos antes de cruzarnos, despertóse en mí desusada piedad hacia aquel desgraciado, que, por lo demás, era primo mío en no sé qué remota línea de consanguinidad materna; y, al cederle la vereda, saludándole de paso, tropecéme en uno de los baches de la empedrada calle, y fui a golpear con el mío un antebrazo del enfermo. Urquizo protestó colérico:.
 –¡Quía! ¿está usted loco?
 La exclamación sarcástica del alienado me hizo reír; y más adelante fue ella motivo de constantes cavilaciones en que los misterios de la razón se hacían espinas, y empozábanse en el cerrado y tormentoso círculo de una lógica fatal, entre mis sienes. ¿Por qué esa forma de inducción para atribuirme la descompaginación de tornillos y motores que sólo en él había?
Este último síntoma, en efecto, traspasaba ya los límites de la alucinación sensorial. Esto era ya más trascendental, sin duda, desde que representaba, nada menos que un raciocinio, un atar de cabos profundos, un dato de conciencia. Urquizo debía, pues, creerse a sí mismo en sus cabales; debía de estar perfectamente seguro de ello, y, desde este punto de vista suyo, era yo, por haberle golpeado sin motivo, el verdadero loco. Urquizo atravesaba por este plano de juicio normal que se denuncia en casi todos los alienados; plano que, por su desconcertante ironía, hiere y escarnece los riñones más cuerdos, hasta quitarnos toda rienda mental y barrer con todos los hitos de la vida. Por eso, la zurda exclamación de aquel enfermo clavóse tanto en mi alma y todavía me hurga el corazón."

Novelas y cuentos completos  - César Vallejo



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