miércoles, 19 de febrero de 2014

leer en voz alta

"La tarde convenida con el señor Granberry, aparqué mi bicicleta junto a la puerta de Los Arrecifes. Me recibieron y me condujeron hasta el salón donde la señora Granberry pasaba las tardes.  Dicha dama, hermosa como la mañana pero menos tímida que el sol naciente, me esperaba tumbada en un diván.  Una robusta enfermera de aspecto agradable hacia punto sentada junto a ella.
- Buenas tardes, señora Granberry, soy el señor North.  Su marido me ha contratado para leerle en voz alta.
Sin decir una palabra, la mujer me lanzó una mirada hostil y sorprendida, teñida de lo que me pareció inclusa una sombra de rabia.  Yo llevaba en la mano dos libros que apoyé sobre una mesa.
-¿Sería tan amable de presentarme a su acompañante?
Esto no hizo sino aumentar su sorpresa, pero la señora alcanzó a mascullar:
- La señora Cummings, el señor North.
Atravesé la habitación para estrecharle la mano a la señora Cummings.
-¿También es usted oriunda de Wisconsin, señora? -le pregunté.
-Oh no, señor, yo soy de Boston.
-¿Y también le gusta leer?
-Sí, me encanta pero mis ocupaciones no me dejan mucho tiempo para ello, ¿sabe?
-Me imagino que, en cuanto empiezan a sentirse mejor, a algunos de sus pacientes les gusta que les lea usted en voz alta. ¿Algo ligero y entretenido, tal vez?
- Hay que ser prudente, señor.  Durante mi formación como enfermera, la madre directora nos contó de una mujer que había leído Los repollos de la señora Wiggs a un paciente recién operado. Pues bien, tuvieron que volver a coserlo de arriba a abajo. Siempre contaba esta anécdota a cada promoción de enfermeras que se graduaba."

Theophilus North - Thornton Wilder


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