domingo, 15 de diciembre de 2013

cuando se levanta el vuelo

"Destapé el bote, saqué la luciérnaga y la deposité en el reborde que sobresalía unos tres centímetros del depósito. La luciérnaga no acababa de comprender dónde se encontraba en aquel momento. Dio una vuelta, tambaleándose, alrededor del perno y se subió  a unos desconchones de pintura que parecían costras. De momento, avanzó hacia la derecha, se dio cuenta de que aquello era un callejón sin salida y viró de nuevo hacia la izquierda. Después se encaramó muy despacio a la cabeza del perno y se acurrucó allí. Permaneció inmóvil, como si hubiese exhalado su último suspiro.
Yo la observaba apoyado en la barandilla. Durante mucho rato, ni la luciérnaga ni yo hicimos el menor movimiento. El viento fluía entre nosotros como si fuera un río. Las incontables hojas del olmo susurraban en la oscuridad.
Esperé una eternidad.
Fue mucho después que la luciérnaga levantó el vuelo. Desplegó sus alas como si se le hubiese ocurrido de repente y, un instante más tarde, ya estaba cruzando la barandilla y se sumergía en la envolvente oscuridad. Describió, ágil, un arco en torno al depósito, tal vez intentando recuperar el tiempo perdido y, tras permanecer unos instantes inmóvil observando cómo la línea de luz se extendía en el viento voló hacia el este.
Aún después que la luciérnaga hubiera desaparecido, el rastro de luz permaneció largo tiempo en mi interior. Aquella pequeña llama, semejante a un alma que hubiese perdido su destino, siguió errando eternamente en la densa oscuridad de mis ojos cerrados. Alargué la mano repetidas veces hacia esa oscuridad. Pero no pude tocarla. Aquella tenue luz quedaba siempre más allá de las yemas de mis dedos."

La luciérnaga - Haruki Murakami




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