martes, 17 de diciembre de 2013

identidades difusas

"El cacique se deshizo de su nieto abandonándolo en la casa de un peón en otro de los fundos de su propiedad que debieron atravesar en su viaje a la capital. El bastardo creció como huacho sin nombre ni origen, criado por cualquiera, moquillento y desnutrido, confundido con los chiquillos moquillentos y desnutridos de la peonada. Seguramente, al hacerse hombre, él también tuvo hijos moquillentos y desnutridos, que esparcieron la sangre de los Azcoitía por toda la región, mezclándola con la de los campesinos del sur del Maule.  Cuando un caballero procrea bastardos en las mujeres de sus tierras, los hijos conservan con cierto orgullo la marca del bastardo hijo del patrón, y es como si este solapado orgullo acentuara en el bastardo las facciones del padre que todos, menos su padre y su madre oficial, señalan como suyo. Pero cuando una mujer es la que da a luz un bastardo, el hijo pierde inmediatamente todo vestigio de identidad, se borran todas las huellas de su origen exaltado: en este caso, no es sólo la barra negra que cruza los blasones sin borrar las armas, es la mancha que las oscurece y las estompa para que nadie vaya a reconocerlas, porque aquí no hay hijo, aquí no ha pasado nada..."

El obsceno pájaro de la noche - José Donoso




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