viernes, 6 de diciembre de 2013

el molde y su sombra

"— A los cinco años, como los demás niños, tuve que examinarme para entrar en una de las mejores escuelas primarias. Si hubiera aprobado, habría podido, un día, ir a una de las mejores universidades. A los cinco años, ya lo sabía. Pero no lo conseguí."


Me di cuenta de que estaba temblando.
— Mis padres no dijeron nada. Estaban decepcionados. A los cinco años, mi padre sí lo había conseguido. Esperé a que llegara la noche y lloré.


Rompió a llorar. Abracé su cuerpo, muy tenso a causa del sufrimiento. Me habían hablado de esos horribles procesos de selección japoneses, impuestos mil veces demasiado pronto a unos niños conscientes de la importancia del reto.
— A los cinco años supe que no era lo bastante inteligente.
— Es falso. A los cinco años supiste que no habías sido seleccionado.
— Sentí que mi padre pensaba: «No pasa nada. Es mi hijo, ya ocupará mi lugar.» Mi vergüenza empezó entonces y todavía dura.


Lo abracé contra mí, murmurando palabras de consuelo, asegurándole que era inteligente. Lloró durante mucho rato y luego se quedó dormido. Fui a contemplar la noche sobre una ciudad en la que, cada año, la mayoría de los niños de cinco años se enteraban de que habían fracasado en la vida. Me pareció escuchar conciertos de lágrimas contenidas.

Rinri salía adelante siendo el hijo de su padre: era un modo de compensar un sufrimiento por una verdadera vergüenza. Pero los demás, los que fracasaban en las pruebas, sabían desde su más tierna infancia que, en el mejor de los casos, se convertirían en carne de cañón. Y luego se sorprenden de que tantos adolescentes japoneses se suiciden."

Ni de Eva ni de Adán -  Amélie Nothomb





 

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