"Una mañana de fines de noviembre. Un amanecer de invierno, hace más de veinte años. La cocina de una vieja casa espaciosa, en una aldea. Constituye su rasgo principal una gran estufa negra; pero hay también una gran mesa redonda y una chimenea con dos mecedoras colocadas ante ella. Aquel día comenzaba en la chimenea el rugir invernal.
Una mujer de pelo corto y canoso está de pie ante la ventana de la cocina. Lleva zapatos de tenis y un informe suéter gris sobre un vestido de algodón veraniego. Es pequeña y vivaracha como una gallinita de Bantam; pero, debido a una larga enfermedad de la infancia, sus hombros son lastimosamente gibosos. Su rostro es notable...., parecido al de Lincoln, así de áspero, curtido por el sol y el viento; pero también es delicado, de finos trazos, y sus ojos son tímidos, color de cereza.
- ¡Oh madre mía! exclama, empañando el vidrio de la ventana con su aliento -, Llegó el tiempo de los pasteles de frutas!
La persona a quien habla soy yo. Tengo siete años; ella, sesenta y tantos. Somos primos, muy distantes, y hemos vivido juntos...., bueno, desde que yo puedo recordar. Viven en la casa otras personas, parientes; y aunque tienen poder sobre nosotros, y con frecuencia nos hacen llorar, en general no advertimos mucho su existencia. Somos el mejor amigo uno de otro. Me llama Buddy, en recuerdo de un muchacho que fue antes su mejor amigo. El otro Buddy murió en 1880 y tantos, cuando ella era todavía una niña. Ahora es todavía una niña."
Recuerdo navideño - Truman Capote
" Ninguna aventura de la imaginación tiene más valor literario que el más insignificante episodio de la vida cotidiana" Gabriel García Márquez
viernes, 25 de diciembre de 2015
dulces recuerdos
viernes, 18 de diciembre de 2015
ignorancia peligrosa
"El jefe del pueblo, un hombre de cincuenta años, estaba sentado con las piernas cruzadas en medio de la estancia, cerca del carbón que ardía en un hogar excavado en la propia tierra; inspeccionaba mi violín. En el equipaje de los dos "muchachos de ciudad" que éramos para él Luo y yo, era el único objeto del que parecía emanar cierto sabor extranjero, un olor a civilización capaz de despertar las sospechas de los aldeanos.
Un campesino se acercó con la lámpara de petróleo para facilitar la identificación del objeto. El jefe levantó verticalmente el violín y examinó las negras efes de la caja, como un aduanero minucioso que buscara droga. Advertí tres gotas de sangre en su ojo izquierdo, una grande y dos pequeñas, todas del mismo color rojo vivo.
Luego, alzó el instrumento a la altura de sus ojos y lo sacudió con frenesí, como si aguardara que algo cayese del fondo oscuro de la caja de resonancia. Tuve la impresión de que las cuerdas iban a romperse de pronto y los puentes, a saltar en pedazos.
Casi toda la aldea estaba allí, bajo el tejado de aquella casa sobre pilotes perdida en la cima de la montaña.
Hombres, mujeres y niños rebullían en su interior, se agarraban a las ventanas, se apretujaban ante la puerta. Como nada caía del instrumento, el jefe aproximó la nariz al agujero negro y lo olisqueó un buen rato. Varios pelos gruesos, largos y sucios que sobresalían del orificio izquierdo comenzaron a temblequear. Y seguían sin aparecer nuevos indicios.
Hizo correr sus callosos dedos por una cuerda, luego por otra... La resonancia de un sonido dejó petrificada, a la multitud, como si aquella vibración la forzara a una actitud casi respetuosa.
- Es un juguete - dijo el jefe con solemnidad.
El veredicto nos dejó, a Luo y a mí mudos. Intercambiamos una mirada furtiva, aunque inquieta. Me pregunté como iba a acabar aquello.
Un campesino tomó el "juguete" de las manos del jefe, martilló con el puño el dorso de la caja y luego lo pasó a otro. Durante un rato mi violín circuló entre la multitud. Nadie se ocupaba de nosotros, los dos muchachos de ciudad, frágiles, delgados, fatigados y ridículos. Habíamos caminado todo el día por la montaña y nuestras ropas, nuestros rostros y nuestros cabellos estaban cubiertos de barro. Parecíamos dos soldaditos reaccionarios de una película de propaganda, capturados por una horda de campesinos comunistas tras una batalla perdida.
- Un juguete de imbéciles- dijo una mujer con voz ronca.
- No - rectificó el jefe -. un juguete burgués, llegado de la ciudad.
Me invadió el frío pese a la gran hoguera en el centro de la estancia. Escuché al jefe añadir.
- ¡Hay que quemarlo!
La orden provocó de inmediato una viva reacción en la muchedumbre. Todo el mundo hablaba, gritaba, se empujaba: cada cual intentaba apoderarse del "juguete" para tener el placer de arrojarlo al fuego con sus propias manos."
Balzac y la joven costurera china - Sijie Dai
Un campesino se acercó con la lámpara de petróleo para facilitar la identificación del objeto. El jefe levantó verticalmente el violín y examinó las negras efes de la caja, como un aduanero minucioso que buscara droga. Advertí tres gotas de sangre en su ojo izquierdo, una grande y dos pequeñas, todas del mismo color rojo vivo.
Luego, alzó el instrumento a la altura de sus ojos y lo sacudió con frenesí, como si aguardara que algo cayese del fondo oscuro de la caja de resonancia. Tuve la impresión de que las cuerdas iban a romperse de pronto y los puentes, a saltar en pedazos.
Casi toda la aldea estaba allí, bajo el tejado de aquella casa sobre pilotes perdida en la cima de la montaña.
Hombres, mujeres y niños rebullían en su interior, se agarraban a las ventanas, se apretujaban ante la puerta. Como nada caía del instrumento, el jefe aproximó la nariz al agujero negro y lo olisqueó un buen rato. Varios pelos gruesos, largos y sucios que sobresalían del orificio izquierdo comenzaron a temblequear. Y seguían sin aparecer nuevos indicios.
Hizo correr sus callosos dedos por una cuerda, luego por otra... La resonancia de un sonido dejó petrificada, a la multitud, como si aquella vibración la forzara a una actitud casi respetuosa.
- Es un juguete - dijo el jefe con solemnidad.
El veredicto nos dejó, a Luo y a mí mudos. Intercambiamos una mirada furtiva, aunque inquieta. Me pregunté como iba a acabar aquello.
Un campesino tomó el "juguete" de las manos del jefe, martilló con el puño el dorso de la caja y luego lo pasó a otro. Durante un rato mi violín circuló entre la multitud. Nadie se ocupaba de nosotros, los dos muchachos de ciudad, frágiles, delgados, fatigados y ridículos. Habíamos caminado todo el día por la montaña y nuestras ropas, nuestros rostros y nuestros cabellos estaban cubiertos de barro. Parecíamos dos soldaditos reaccionarios de una película de propaganda, capturados por una horda de campesinos comunistas tras una batalla perdida.
- Un juguete de imbéciles- dijo una mujer con voz ronca.
- No - rectificó el jefe -. un juguete burgués, llegado de la ciudad.
Me invadió el frío pese a la gran hoguera en el centro de la estancia. Escuché al jefe añadir.
- ¡Hay que quemarlo!
La orden provocó de inmediato una viva reacción en la muchedumbre. Todo el mundo hablaba, gritaba, se empujaba: cada cual intentaba apoderarse del "juguete" para tener el placer de arrojarlo al fuego con sus propias manos."
Balzac y la joven costurera china - Sijie Dai
viernes, 11 de diciembre de 2015
muertes espectaculares
"Era un mediodía singularmente cálido aquel fatal mediodía, y Fray Junípero
no tuvo más remedio que detener sus pasos monte arriba, para enjugarse la frente y
contemplar la pantalla de nevados picachos en la lejanía, de donde su mirada vino a
recaer en el hondo desfiladero que se abría a sus pies, sombreado por el oscuro
plumaje de sus verdes árboles y sus pájaros verdes, y cruzado por su escala de
mimbres. El corazón de Fray Junípero desbordaba de serena alegría. Su campaña
evangelizadora marchaba viento en popa. Ya había conseguido restablecer el culto en
algunas capillitas abandonadas, y los indios acudían a la misa del alba y suspiraban
dulcemente en la espera y el ansia del milagro como si sus corazones fueran a
romperse. Bien fuese obra del aire puro de las nieves eternas, bien del recuerdo fugaz de los
laudes del poverello, que le obligó a levantar los ojos hacia las montañas
hermanas, el caso es que Fray Junípero se sentía en paz consigo mismo. Y su mirada,
recorriendo el contorno, se posaba en aquel instante sobre el puente, cuando, de
pronto, un chasquido vibrante llenó el aire, como cuando la cuerda de un instrumento
musical salta en una habitación vacía, y vio partirse el puente y lanzar cinco hormigas
gesticulantes al abismo que estaba bajo él.
Cualquier otro habríase dicho, con un secreto regocijo: «¡Diez minutos más, y yo
también...!» Pero el pensamiento que acosó a Fray Junípero fue otro: «¿Por qué habrá
ocurrido esto a estas cinco personas?» Pues, si es cierto que el universo obedece a un
plan determinado y la vida humana se halla sujeta a una norma, no cabe duda de que
ambos podrían discernirse, misteriosamente latentes, en estas vidas tan de súbito
cortadas. O bien vivimos y morimos por un azar, o bien morimos y vivimos de acuerdo
a un plan. Y en aquel mismo instante decidió Fray Junípero investigar la vida
oculta de aquellas cinco personas que en esos momentos caían por el aire, y de
sorprender la razón por la cual se las había sacado de la existencia."
El puente de San Luis Rey - Thornton Wilder
no tuvo más remedio que detener sus pasos monte arriba, para enjugarse la frente y
contemplar la pantalla de nevados picachos en la lejanía, de donde su mirada vino a
recaer en el hondo desfiladero que se abría a sus pies, sombreado por el oscuro
plumaje de sus verdes árboles y sus pájaros verdes, y cruzado por su escala de
mimbres. El corazón de Fray Junípero desbordaba de serena alegría. Su campaña
evangelizadora marchaba viento en popa. Ya había conseguido restablecer el culto en
algunas capillitas abandonadas, y los indios acudían a la misa del alba y suspiraban
dulcemente en la espera y el ansia del milagro como si sus corazones fueran a
romperse. Bien fuese obra del aire puro de las nieves eternas, bien del recuerdo fugaz de los
laudes del poverello, que le obligó a levantar los ojos hacia las montañas
hermanas, el caso es que Fray Junípero se sentía en paz consigo mismo. Y su mirada,
recorriendo el contorno, se posaba en aquel instante sobre el puente, cuando, de
pronto, un chasquido vibrante llenó el aire, como cuando la cuerda de un instrumento
musical salta en una habitación vacía, y vio partirse el puente y lanzar cinco hormigas
gesticulantes al abismo que estaba bajo él.
Cualquier otro habríase dicho, con un secreto regocijo: «¡Diez minutos más, y yo
también...!» Pero el pensamiento que acosó a Fray Junípero fue otro: «¿Por qué habrá
ocurrido esto a estas cinco personas?» Pues, si es cierto que el universo obedece a un
plan determinado y la vida humana se halla sujeta a una norma, no cabe duda de que
ambos podrían discernirse, misteriosamente latentes, en estas vidas tan de súbito
cortadas. O bien vivimos y morimos por un azar, o bien morimos y vivimos de acuerdo
a un plan. Y en aquel mismo instante decidió Fray Junípero investigar la vida
oculta de aquellas cinco personas que en esos momentos caían por el aire, y de
sorprender la razón por la cual se las había sacado de la existencia."
El puente de San Luis Rey - Thornton Wilder
viernes, 4 de diciembre de 2015
esperanza y realidad
"El viaje de la esperanza... palabras residuales, entre las muchas que se sedimentan en el fondo de un día. Las he leído en la farmacia, en un tarro de cristal junto a la caja, tenía la ranura para meter las monedas y la fotografía del niño pegada con cinta adhesiva, uno de aquellos que hay que llevar lejos para que puedan operarle, un viaje de esperanza, eso es. Doy vueltas sobre la almohada, entre resoplidos. Observo el cuerpo de Giuliano, inmóvil, pesado. Duerme como siempre, boca arriba, con el pecho desnudo. De vez en cuando lanza un pequeño gruñido, como una bestia calma que espantara mosquitos.
Esperanza, pienso en esta palabra que cobra forma en la oscuridad. Tiene la cara de una mujer un poco abatida, de aquellas que arrastran su derrota y sin embargo logran salir adelante con dignidad. Mi cara, quizás la de una muchacha envejecida, detenida en el tiempo, por fidelidad, por temor.
Salgo al balcón, veo lo de siempre. El edificio que hay frente al nuestro, las persianas entornadas. El bar con el letrero apagado. Es el silencio de la ciudad, polvo de ruidos lejanos. Roma duerme. Duerme su fiesta, su pantano. Duerme la periferia. Duerme el Papa, sus zapatos rojos están vacíos."
La palabra más hermosa - Margaret Mazzantini
Esperanza, pienso en esta palabra que cobra forma en la oscuridad. Tiene la cara de una mujer un poco abatida, de aquellas que arrastran su derrota y sin embargo logran salir adelante con dignidad. Mi cara, quizás la de una muchacha envejecida, detenida en el tiempo, por fidelidad, por temor.
Salgo al balcón, veo lo de siempre. El edificio que hay frente al nuestro, las persianas entornadas. El bar con el letrero apagado. Es el silencio de la ciudad, polvo de ruidos lejanos. Roma duerme. Duerme su fiesta, su pantano. Duerme la periferia. Duerme el Papa, sus zapatos rojos están vacíos."
La palabra más hermosa - Margaret Mazzantini
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