domingo, 26 de enero de 2014

una muerte anunciada

"Poco antes de que Vicente Huidobro cumpliera 55 años tuvo el presentimiento de que se moriría pronto. A Raquel Señoret, su última mujer, le empezó a decir "la viudita". Fueron los meses de 1947 en que pasó un cometa y todo el mundo hablaba de él, incluido Huidobro que levantaba la vista hacia el cielo y decía:
- Ese cometa me va a llevar en su cola.
A fines de ese año envió al balneario de Cartagena a Raquel, a Manuela -hija de su primer matrimonio con Manuela Portales- y a Vladimir, de 13 años, el único hijo de su relación con Ximena Amunátegui. Él se quedó en Santiago finalizando los detalles de su testamento -Los poetas tenemos sexto sentido- decía a sus amigos- Nos damos cuenta cuando nos vamos a morir.
La noche que llegó Huidobro a Cartagena, Vladimir se despertó. Eran como las cinco de la mañana y lo vió frotándose los brazos. La parálisis, producto de un derrame cerebral, se estaba apoderando del cuerpo del poeta. Vladimir, regalón de su padre, dormía en la habitación matrimonial en una cama especialmente dispuesta para él. Esa noche tuvo la certeza de que Huidobro tenía razón. Era una muerte anunciada que se produciría quince días después.
Es el 2 de enero de 1948. Vicente Huidobro agoniza. El oxígeno adornando su lecho es un mudo testigo del desenlace. Cerca de la cama está Vladimir. Junto a él, su media hermana Manuela, ya adulta, y Raquel Señoret. A los pies, la amiga del poeta, Henriette Petit que llora desconsolada. Él es ateo y no quiere nada con la Iglesia. Henriette sigue gimiendo,  y en medio de su pena murmura, con perfecto acento francés -Vincent Huidobro, Vincent Huidobro.
El rostro de la mujer está desfigurado por el llanto. Huidobro la mira, la observa, y luego dispara las que serían sus últimas palabras:
- ¡Cara de poto!
Irreverente hasta la muerte, sentencia orgulloso Vladimir mientras evoca esos instantes. Son los finales. Vicente Huidobro va posando su mirada en cada uno de quienes lo acompañan. Al final del recorrido se le cae una lágrima. Era la despedida."

La guerrilla literaria : Huidobro, de Rokha, Neruda - Faride Zerán


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